

El título de esta columna no tiene una respuesta clara desde hace años. En teoría, todos los conductores tucumanos conocen la norma: es una de las preguntas básicas para obtener el carnet de conducir. Pero en la práctica, la prioridad de paso en las rotondas parece ser un concepto ausente. Miguel Martín, agudo observador de la idiosincrasia local, lo resume con la lucidez de su personaje, el “Oficial Gordillo”: “En las rotondas de Tucumán tiene prioridad el que le tiene menos miedo a la muerte”. Humor con dosis de verdad, como suele ocurrir en esta provincia donde la lógica del tránsito muchas veces se rige por la ley del más decidido. Es un sálvese quien pueda.
Las comparaciones pueden incomodar, pero a veces son inevitables. Basta con cruzar a una provincia vecina -como Salta o Santiago del Estero- para notar un contraste evidente: allí los conductores respetan las normas y ceden el paso con naturalidad. La diferencia no sólo llama la atención, sino que deja al descubierto un problema profundo: el bajo nivel de educación vial de los tucumanos. ¿Por qué ocurre esto, si las reglas son claras?
“Existe un analfabetismo vial. Forma parte de nuestra omnipotencia. Esto no es algo nuevo, es una característica histórica de los habitantes de la provincia”, señala Enrique Romero, ex subsecretario de Tránsito de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán.
Las rotondas fueron diseñadas para organizar el tránsito en los cruces viales, agilizar la circulación y aumentar la seguridad tanto para conductores como para peatones. En teoría, son sinónimo de orden y fluidez. Sin embargo, en el “Jardín de la República”, esa teoría choca de frente con la realidad. Lejos de cumplir su función, muchas rotondas en Tucumán se han convertido en zonas de riesgo, donde el peligro supera con creces cualquier intento de orden.
Intensa polémica
Hace tres años, la rotonda ubicada en la intersección del Camino del Perú con la avenida Belgrano/Presidente Perón se convirtió en el epicentro de una intensa polémica. Lo que se esperaba organizar el tránsito terminó transformándose en un “tapón” y un “embudo” vial, según denunciaron vecinos y autoridades, debido al creciente parque automotor impulsado por la expansión urbana en la zona. En ese momento, tanto la Municipalidad de San Miguel de Tucumán como la de Yerba Buena coincidieron en el diagnóstico: para agilizar el tránsito era imprescindible eliminar la rotonda, algo que se había hecho en 2009 con la que se ubicaba en la unión de las avenidas Mate de Luna y Aconquija. Así, en marzo de 2023 se instalaron semáforos en ese cruce, con la promesa de mejorar la fluidez vehicular hasta en un 45%. La medida, aunque parcial, ha tenido un éxito medible en la optimización del tráfico. El municipio encabezado por Rossana Chahla reconoce que este cambio fue positivo, aunque el trabajo de concientización debe ser permanente.
En definitiva, la situación de las rotondas provinciales es el reflejo de un problema más profundo: la falta de cultura vial. En el mundo del revés, mientras se implementan soluciones tecnológicas y administrativas, sigue siendo urgente un cambio en la mentalidad de los conductores.
La duda sobre quién tiene la prioridad no es solo una cuestión normativa, sino un llamado a asumir un compromiso colectivo con la seguridad y el respeto en cada cruce. Solamente cuando cada uno se responsabilice y valore la vida sobre el “sálvese quien pueda” se podrá transformar ese anarquismo vial en un tránsito verdaderamente ordenado y seguro para todos.
Para memorizar y ponerlo en práctica
Para quienes aún tienen dudas, la Ley Nacional de Tránsito 24.449, en su Artículo 43 -dedicada a giros y rotondas- establece que “tiene prioridad de paso el que circula por ella sobre el que intenta ingresar, debiendo cederla al que egresa, salvo indicación en contrario”. Además, dispone que “la circulación a su alrededor será ininterrumpida, sin detenciones y dejando a la izquierda la zona central, que debe permanecer intransitable”.
La normativa también ordena anticipar la maniobra mediante la señal luminosa correspondiente, la cual debe mantenerse hasta la salida de la encrucijada; se debe circular desde treinta metros antes por el costado del giro a ejecutar, reducir la velocidad de manera progresiva y, en el caso de girar para ingresar en una vía de menor importancia o en un predio frentista, reforzar la señal con un gesto manual.
Y, por último, es vital recordar que, si hay un paso peatonal antes de la rotonda, el peatón siempre tiene prioridad sobre cualquier tipo de vehículo, ya sea auto, colectivo, camión, bicicleta, moto o cualquier otro.
Parece fácil de entender, pero difícil poner en práctica. Tal vez en algunos años, cuando lleguen los autos autónomos, se entenderá que las rotondas no son una sugerencia. Hasta entonces, seguiremos siendo testigos de esta singular danza urbana donde las leyes de tránsito parecen ser pequeñas recomendaciones.