Cartas de Lectores II: “El trencito” policial

Cartas de Lectores II: “El trencito” policial

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06 Abril 2025

Siglos atrás, el Poder del Estado se concentraba en un monarca, quien -eventualmente y en algunos países o regiones- lo compartía también con la Iglesia. Después de todo, tanto la Corona como la Cruz compartían igual atracción hacia el oro, las tierras y las almas. El monarca no estaba sujeto a la Ley, porque él era “La Ley” y, junto a la Iglesia, dictaminaban sobre brujas, herejes y criminales; sobre quién merecía vivir y quién morir. Para limitar ese endemoniado poder discrecional e impune en su propia criminalidad, nació el Estado de Derecho, principio político que pone en igualdad de condiciones a las personas y a las Instituciones, ya que ninguno ni ninguna puede actuar por fuera de la Ley. El Derecho limita al poder político y marca el camino de la legalidad, en la que se respetan los derechos fundamentales de las personas, promoviéndose la seguridad jurídica y la tutela judicial efectiva, que garantiza el acceso a la Justicia para defender los derechos e intereses de las personas. En nuestro país, la tutela judicial efectiva tiene rango constitucional, en línea con la aplicación de convenciones internacionales de DDHH. Pero por encima de todo este aparato jurídico y legal está el principio de inocencia, derecho fundamental que indica que toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario, fundamento que sirve tanto en la etapa preliminar de la causa penal como en la posterior investigación fiscal. Dicho esto, le digo al Gobernador  Gobernador que es inaceptable lo que las fuerzas policiales vienen ejecutando en diferentes barrios de la Provincia (socialmente naturalizado como “El trencito” policial), ingresando en casas y deteniendo personas sin orden judicial y sin causa alguna, no dando tiempo ni siquiera a presentar Hábeas Corpus, pisoteando siglos de evolución humana como miembros de una sociedad o comunidad, amparados en un marco jurídico legal que solo debe observar actos y pruebas, jamás el color de piel, vestimenta, vecindario en el que una persona vive; etcétera. Tengo tres hijos: los tres estudian, practican deportes, no cayeron en las garras de la droga y son excelentes personas. Eso sí, no son muy blancos que digamos; tienen un poco largos sus cabellos y no viven en un country, sino en un barrio popular. De tanto en tanto, les gusta reunirse con sus amigos en una esquina cualquiera de Tafí Viejo, sobre todo los viernes, luego de salir de la escuela. ¿Debo preocuparme porque la Policía los suba al “tren medieval”, por portación de rostro o color de piel o falta de aparente riqueza social y económica? A eso llegamos: a vivir y a transitar con miedo, lejos del tren de la modernidad, muy cerca del tren de un régimen.

Javier Ernesto Guardia Bosñak      

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