
Mientras Javier Milei derrumba fronteras impensadas para la política argentina, como lograr que kirchneristas, macristas y radicales voten juntos en el Senado, en Tucumán el peronismo transita por un doble juego cuyo desenlace, por ahora, es incierto. Por un lado se fagocita la ruptura; por el otro, se tienden puentes para evitarla.
El jueves, el oficialismo nacional sufrió una derrota categórica. El Presidente no sólo perdió una votación en el Congreso, sino que desnudó la debilidad que venía disimulando con éxito. No es la primera vez que La Libertad Avanza se topa con una mayoría opositora, pero sí es la primera vez que su principal aliado y el sostén que le posibilitó llegar a la Casa Rosada, el macrismo, lo entrega a las fieras de la política.
No importa si Mauricio Macri acordó de manera voluntaria o si se trató de una coincidencia casual con Cristina Fernández de Kirchner, lo trascendente es que de una vez por todas le soltó la mano al facilitar el quórum en la sesión. Frente a los destratos recurrentes de LLA hacia el PRO, era prácticamente una utopía pensar que el ex presidente continuara eligiendo el camino de la sumisión. Y eso que le alertó por todos los medios sobre el desenlace. Desde el fin de semana, Macri se encargó de plantear su malestar por los desaires libertarios. Sin embargo, en la Casa Rosada eligieron no escuchar ni atender sus rezongos y avanzar como lo venían haciendo: a los empujones. Al final, el sendero de la prepotencia desencadenó una crisis institucional sin precedentes en la historia reciente. Porque no se trata de que el cuestionado Ariel Lijo no llegue a la Corte Suprema de Justicia o que la presencia del académico Manuel García Mansilla en el máximo tribunal tambalea; el problema que más debería afligir a Milei es de gobernabilidad.
En el medio quedaron las presiones a gobernadores y el intento de boicotear la sesión para evitar la caída. El voto de los tres senadores tucumanos ya es anecdótico por el resultado, pero en cualquier otra circunstancia merecería un análisis. Los peronistas Juan Manzur y Sandra Mendoza se apartaron de la mayoría de Unión por la Patria y votaron a favor de Lijo, aunque en contra de García Mansilla. La alfarista Beatriz Ávila lo hizo a favor de los dos, en sintonía con los libertarios. ¿Qué pasó en el medio para que Manzur y Mendoza se distanciaran del rechazo generalizado peronista hacia Lijo? Hay muchas especulaciones, pero lo cierto es que el juez federal era el ingreso que más interesaba a los actuales vocales de la Corte. Y, casualmente, allí se debe resolver el recurso de queja interpuesto por el legislador José Orellana (esposo de Mendoza y aliado de Manzur) en una causa en la que cuenta con condena en primera y en segunda instancia a tres años de prisión condicional por abuso sexual.
Milei cierra una semana espantosa desde lo político y crítica desde lo económico, a partir de la imposición de aranceles dispuesta por su amigo Donald Trump y de la convulsión del comercio global. Lo que es peor, absolutamente desgastado y hasta negacionista. Lejos de esbozar una autocrítica, el Gobierno optó por seguir en la misma tónica: calificó al Senado como el refugio de la casta política y repudió la decisión de la Cámara, hasta en un tonito autoritario. Si se tratase de un partido de metegol, Milei sería ese invitado que remolinea y remolinea sin respiro, con torpeza. A veces la emboca y la mayoría erra, pero siempre rompe el juego.
Con tan dramático escenario, es demasiado egocéntrico pensar que la interna política tucumana esté bajo el radar de Buenos Aires. Los principales actores políticos del país discuten de otros asuntos. Cristina Fernández de Kirchner está preocupada por la elección en provincia de Buenos Aires y su futuro procesal en la Corte –lindo mensaje le envió al frenarle su integración desde el Senado-, y no por si debe intervenir o no el PJ para quitárselo a Jaldo. Y Milei tiene problemas mucho más urgentes que prestar atención a lo que dicen o hacen sus aliados provincianos. Quizá por eso, ayer en el congreso justicialista de Monte Bello, el jaldismo se haya permitido ciertos deslices. Por ejemplo, los dichos que marcan las diferencias con el mileísmo.
Asombro
Los dichos de Jaldo en su discurso causaron cierto asombro entre los presentes, en particular cuando recordó las gestiones no peronistas en el país de Raúl Alfonsín, de Fernando de la Rúa y de Mauricio Macri. Aunque con otras palabras y en lo que muchos interpretaron como una comparación con Milei, destacó que pese a ser opositores al signo político provincial, fueron más democráticos. De hecho, planteó que el libertario llegó por el cansancio de la gente con la política tradicional.
Después, el mandatario les dedicó varios minutos a los disidentes del peronismo, volvió a desafiarlos a presentarse en las internas partidarias y a no competir por fuera. Recordó que construyó su carrera política dentro del PJ y que, luego de 40 años, llegó escalón por escalón al lugar que ocupa hoy. Y que cuando tuvo diferencias, como en 2021, compitió por dentro del Partido Justicialista para no hacerle daño al partido, aunque le haya tocado perder y terminar con los “ojos morados”. Ahí volvió, según algunos de los presentes, a tomar distancia de su aliado Milei, al plantear que el Presidente se equivoca más veces de las que acierta, pero que tiene entre 45 y 50 puntos de adhesión en la sociedad gracias a que el peronismo nacional no formuló ninguna autocrítica.
A modo de cierre, lanzó lo que para muchos fue una advertencia. Jaldo remarcó en Aguilares que la elección de octubre se ganará o se perderá en cada comuna y en cada municipio, y que si bien es una elección para diputados nacionales, también es un plebiscito a su gestión y a la de cada uno de los que tienen responsabilidad institucional.
Antes habían pasado otros discursos, cada uno con su impronta y evidenciando temores y posturas. Jorge Leal, presidente del congreso, admitió que el debut de la Boleta Única de Papel implica un desafío para la política territorial del peronismo, por lo que pidió a la dirigencia “militar” desde ahora. Sergio Mansilla, fiel a su estilo verticalista que lo llevó a ser hombre de confianza de José Alperovich y de Juan Manzur, planteó que cualquier disidencia debe darse por dentro del partido. Fue, según algunos de los congresales, el mensaje más duro hacia los díscolos que advierten con enfrentar la lista jaldista. Y también expuso el vicegobernador Miguel Acevedo, quien reiteró su postura dialoguista y en pos de la unidad del justicialismo. Vale un asterisco: el presidente de la Cámara se había reunido el lunes con tres legisladores del espacio antimileísta. Ese día recibió en su despacho a Christian Rodríguez, a Javier Noguera y a Gabriel Yedlin, a quienes instó a propiciar la unidad del PJ y a evitar un quiebre que pueda potenciar a La Libertad Avanza en Tucumán. Según relataron algunos de los presentes en ese mitin, Acevedo no se topó con un “no” rotundo del tridente ligado a Manzur, sino que quedaron en seguir con las conversaciones.
Para el cierre queda una píldora que sólo el peronismo puede ofrecer. Es que mientras el vicegobernador juega el papel de “pacificador” interno, su compañero de fórmula es quien incita y reta a sus potenciales rivales. Ayer, Jaldo remató su arenga de campaña con una analogía bastante gráfica de la realidad tucumana, vinculadas a las amenazas que recibió semanas atrás por parte de un preso que cumple condena en el penal de Ezeiza: “si no le tengo miedo a ‘Miguelón’; menos le voy a tener miedo a una interna…”. Una provocación propia de “El Comisario”.