Las microalgas, organismos microscópicos capaces de realizar fotosíntesis, están emergiendo como una solución innovadora en el ámbito de la nutrición y la sostenibilidad ambiental. Su capacidad para cultivarse en espacios reducidos, sin necesidad de suelo agrícola y utilizando aguas residuales o salobres, las convierte en una alternativa eficiente y ecológica. Durante su crecimiento, capturan dióxido de carbono y liberan oxígeno, contribuyendo positivamente al medio ambiente.
Nutricionalmente, las microalgas destacan por su alto contenido proteico, llegando algunas especies a contener hasta un 60% de proteínas completas, comparables a las de origen animal. Además, aportan lípidos saludables, como los ácidos grasos omega-3, y antioxidantes que combaten los radicales libres y favorecen la salud intestinal. Por ejemplo, la espirulina es conocida por su riqueza en proteínas y hierro, mientras que la chlorella es valorada por su alto contenido en clorofila y propiedades desintoxicantes.
La incorporación de microalgas en la dieta puede ser especialmente beneficiosa para personas que siguen regímenes basados en plantas, ofreciendo una fuente alternativa de proteínas completas. No obstante, es importante considerar que su digestibilidad puede ser menor sin un procesamiento adecuado, y su perfil de aminoácidos, aunque completo, puede no ser óptimo en comparación con otras fuentes proteicas. Por ello, se recomienda su consumo como complemento dentro de una alimentación equilibrada.