El pan y queso más largo de la historia

El pan y queso más largo de la historia

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El pan y queso más largo de la historia

Nadie aborreció a Protágoras como el astrónomo Pierre-François-André Méchain en esa tarde del 5 de septiembre de 1798 en el sur de Francia. Hacía seis años que cargaba sobre sus espaldas la mitad de la empresa científica más importante de la historia. Méchain y Jean-Baptiste Joseph Delambre fueron los exploradores absolutos: lo suyo no era una simple expedición a lugares remotos, sino que su misión era definir qué es lejos y qué es cerca.

Habían sido encomendados por la Academia Francesa deCiencias para encontrar la medida de todas las cosas: medir el metro. Sin ninguna sutileza, se usaría la misma Francia para hacerlo: la porción del meridiano que la corta por completo. El cuarto de la línea de Greenwich que va desde Dunkerque hasta cerca de Barcelona. Una vez establecida la distancia, el metro equivaldría a ese número dividido en diez millones.

Jean-Baptiste Joseph Delambre y Méchain harían el “pan y queso” más extenso en tiempo y espacio que se haya intentado jamás: siete años de mediciones partiendo desde los extremos. El punto de encuentro final entre las mediciones del norte (Delambre) y del sur (Méchain) sería la torre de la catedral de Rodez, en el sur de Francia.

Pero Delambre ya había terminado a los seis años, y su colega no. Ambos reportaban sus avances a la Academia, pero las medidas de Méchain se hacían cada vez más esporádicas, hasta desaparecer en Saint-Pons alsur de Francia. Méchain era un obsesivo, carecia del sentido práctico de su colega, y sospechaba permanentemente de sus propias mediciones. Tanto, que efectivamente cometió un error.

Ahora bien, no solo su reputación estaba en juego. Lavoisier fue guillotinado el 8 de mayo de 1794 por realista, un episodio impresionante.“La República no necesita sabios”, decía la condena. No eran pocos los casos enque el incentivo para dar resultados al gobierno era seguir respirando. No eramomento para dejar inconcluso el hito científico con presupuesto nacional más caro de la historia.

Se imagina uno el susto de Delambre cuando recibe la cartade su par, donde le expresa su depresión y sus dudas por las mediciones en Montjuïc. ¡En Barcelona, donde arrancó este metromaníaco! “¿Por qué habría de seguir con celo esta misión? Puede que, con los motivos más puros, haya causado la desgracia de mi familia y de mí mismo...”, le dice con amargura a su colega, que se desespera al leerlo.

Delambre no tuvo más remedio: medidas drásticas, nunca mejor dicho. Es así que llamó a la esposa de Méchain, Barbe-Thérèse Marjou, una astrónoma estupenda y una persona cuerda. Fue ella quien le dio tranquilidad a Delambre: “como sea, va a terminar su obra”. Fue ella quien terminó la tajada que le correspondía a su marido. Su sandalia fue la que pisó el pie del colega en este pan y queso extraordinario.

Pero era verdad —y pronto lo supo Delambre, y más tarde una porción de la Academia—: hubo errores en las medidas de Cataluña de Méchain .Mantuvieron el secreto. Así es que el metro de platino presentado triunfalmente en 1799 —la vara, la medida de todas las cosas— era cero coma dos milímetros más corto de lo que debía ser. Esos 0,2 milímetros son el “error” más replicado de la historia de la humanidad. Méchain no podía soportarlo y empeñó todo su capital para ir a España a enmendar su falla y tener algo de paz. Murió allí de malaria. Se puede pensar que la encontró, si uno es muy cínico.

En su delirio terminal, quizás Méchain pensó también en otro error: en que esa vara de platino se convertiría en una palabra universal, pero a cambio de perder tantas otras formas de hablar y medir. Algunas tan bellas como el arpent, la tierra que una yunta de bueyes podía labrar en un día, o la journée, la extensión que un hombre podía sembrar o cosechar entre la mañana yel anochecer. Medidas tejidas con cuerpos, con estaciones, con fatiga. Ni hablar de la incalculable soledad del perfeccionista.

(Este relato se basa en el imperdible libro de Ken Alder La medida de todas las cosas. La odisea de siete años y el error oculto que transformó al mundo, y en el “Flaco” Ceballos, tucumano, astrofísico y metrólogo que en Francia buscó con tanta fruición la Oficina de Pesas y Medidas que nunca la encontró).

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