
¿Te gustaría arrancar el día con un avocado toast y un café, sabiendo que los huevos los pusieron tus propias gallinas esa misma mañana? En la primera parte de este especial sobre lifestyle contamos cómo Meghan Markle y Juliana Awada convirtieron su forma de vivir en contenido. Ambas, desde lugares distintos del mundo, comparten una estética relajada, conectada con la naturaleza y con foco en los pequeños detalles cotidianos. Pero hay un detalle que se repite en sus historias y que merece una nota aparte: el gallinero.

En el último capítulo del documental de Meghan, mostró su gallinero, llamado como su hijo, Archie’s Chick Inn. El espacio es grande y perfectamente diseñado, y además, alberga a gallinas rescatadas y rehabilitadas. Meghan muestra lo que les da de comer para que las yemas salgan más amarillas, y comparte cómo ese ritual simple –alimentarlas cada mañana, verlas moverse libres– se transformó en parte fundamental de su vida diaria que hace feliz tanto a niños como a adultos. La escena tiene algo poético, y a la vez muy actual.


En esta parte del mundo, Juliana Awada también eligió sumar un gallinero a su casa. En Raíces, muestra sus gallinas y la alegría de desayunar con huevos recién puestos. Y no es casual: lo más nuevo en lifestyle es volver a lo orgánico. ¿Y qué más orgánico que tus propios huevos recién recolectados?


Lo cierto es que hoy el gallinero dejó de ser algo rústico para convertirse en un símbolo de lujo silencioso. Muchas celebridades -como Jennifer Aniston, Nicole Kidman, Julia Roberts, Hilary Duff y Gisele Bündchen- los tienen en sus casas, con diseños cuidados y aves bien alimentadas. Tener un gallinero es, en este nuevo lenguaje del lifestyle, una forma de decir: “estoy conectada con la tierra, con lo natural, con el origen”.

Además de los huevos, las gallinas pueden cumplir un rol increíble en el equilibrio del jardín. Al alimentarse de insectos como orugas, larvas o saltamontes, ayudan a controlar plagas de manera natural, sin necesidad de productos químicos. También rascan y remueven la tierra con sus patas, lo que contribuye a airear el suelo, preparar el terreno para la siembra y reducir la presencia de malezas.

Por otro lado, su estiércol es un fertilizante rico en nutrientes que puede utilizarse para enriquecer el compost y mejorar la salud del jardín. Incluso durante el período de cloquez, muchas gallinas pueden incubar huevos y contribuir a la reproducción aviar, funcionando como una ayuda extra en espacios rurales o semirrurales.

Tener un gallinero no es un capricho imposible. En una provincia como Tucumán, donde aún existe el espacio y el contacto con lo natural, sumarlo a la vida cotidiana es posible y puede ser accesible.