Más allá del uso peyorativo que desde la política se le quiere dar, la expresión “Nadie resiste un archivo” tiene una dimensión metafísica que es absolutamente cierta por la condición de inaprensibilidad del futuro, aunque algunos físicos creen que más adelante, con una mayor velocidad en la computación de datos, se podrán prever los eventos con mayor grado de acierto.
Pero les cabe bien el uso peyorativo a los oportunistas que acomodan sus pensamientos a los humores o sus propias condiciones de posibilidad de cada época. Les cabe como crítica moral a aquellos que sabiendo algo aún desconocido para el resto mintieron. Y les cabe como crítica profesional a quienes el paso del tiempo demostró que erraron aun inintencionadamente.
¿Pero que les cabe a quienes Milei engloba en la categoría de “no la vieron”? Los que están viéndola en tiempo presente: ¿la están viendo en tiempo futuro o cometen el error de creer en un presente perpetuo? ¿Cuánto tiene que esperar el presente en el futuro para poder hacer un balance?
Resuena aquella frase de Nixon cuando le preguntó a Chu En-Lai, entonces primer ministro de China, qué pensaba de la Revolución Francesa y este respondió que “el evento resultaba demasiado próximo en el tiempo como para tener una perspectiva clara de su significado”. La Revolución Francesa duró una década, de 1789 a 1799, la pregunta de Nixon fue en 1972 y Chu En-Lai consideró que casi doscientos años parecían pocos no solo para juzgar la definitiva consolidación del sistema democrático moderno sino, lo que estaba tácito en la pregunta de Nixon, el propio liderazgo de los Estados Unidos como potencia hegemónica cuando aún faltaban cuatro años para cumplir su bicentenario.
Precisamente sobre este punto Walter Benjamin escribió: “La historia es objeto de una construcción cuyo lugar no es el tiempo homogéneo y vacío, sino el que está lleno de ‘tiempo del ahora’; así, para Robespierre, la Antigua Roma era un pasado cargado de ‘tiempo del ahora’, que él arrancaba del continuum de la historia. La Revolución Francesa se entendía a sí misma como un retorno a Roma”.
No solo por empatía con el vencedor de cada momento, la historia se escribe en el futuro y se reescribe en función de la evolución de las consecuencias que generan sus hechos en el devenir del tiempo. La Revolución Francesa habría sido un capítulo menor en los libros de historia si la Segunda Guerra Mundial la hubieran ganado Hitler y Mussolini derrotando el sistema democrático constitucionalista con división de poderes, competencia de partidos y alternancia de ellos en el poder.
Y más cerca nuestro, cuántas de las derrotas de Alfonsín cobraron valor de triunfo recién décadas después de producidas, o éxitos de Menem y Néstor Kirchner valor de fracaso una década después, al comprobarse su insustentabilidad.
*Prólogo de Fontevecchia vs. Milei (Planeta).