Ganó múltiples títulos internacionales, estuvo entre las mejores ajedrecistas del mundo, vivió en un convento y hoy difunde el ajedrez en el interior

Ganó múltiples títulos internacionales, estuvo entre las mejores ajedrecistas del mundo, vivió en un convento y hoy difunde el ajedrez en el interior

Claudia Amura, una de las grandes ajedrecistas argentinas, pasó por Tucumán y analizó la situación de la disciplina en la provincia y en el país.

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Ganó múltiples títulos internacionales, estuvo entre las mejores ajedrecistas del mundo, vivió en un convento y hoy difunde el ajedrez en el interior LA GACETA / Foto de Franco Vera

Para quienes no siguen el ajedrez, Claudia Amura no será un nombre conocido. Pero en el mundo de las fichas, es palabra mayor. Con 54 años, tiene una gran trayectoria a nivel internacional, y también una vida digna de un libro, producto de sus andanzas y sus experiencias.

Hace unos meses, la nacida en Buenos Aires pero radicada en San Luis, estuvo de visita en Tucumán, en donde participó de dos eventos. En ese marco, habló con LA GACETA sobre su carrera, su vida y el presente del ajedrez.

Pilar Cala, que es árbitro nacional, me invitó a un torneo en Salta en memoria de una profesora de ajedrez y que era a beneficio para recolectar alimentos, útiles escolares y ropa para algunos sectores vulnerables. Cuando supe que tenía el torneo en Salta, avisé a la gente de Tucumán y de Santiago, porque siempre quieren hacer cosas, y el Club 64 me invitó”, relató Amura, sobre cómo se programaron sus actividades en la provincia.

La puntana por adopción participó de un torneo solidario que se llevó adelante en el club Sirio Libanés, y también disputó partidas simultáneas en Las Talitas. Amura destacó la cantidad de gente que asistió al torneo solidario, y cómo colaboraron. “Hubo 90 paquetes de donativos de alimentos para el comedor San Jorge. Es una ayudita, no es gran cosa, pero sirve para concientizar un poco de que con el ajedrez, o con cualquier actividad que hagamos, podemos generar acciones comunitarias”, subrayó.

Una carrera envidiable

Desde muy joven, Amura tuvo una gran irrupción en el mundo del ajedrez. Con apenas 13 años ganó el primero de sus numerosos títulos nacionales, en una carrera que tuvo también múltiples logros internacionales. Entre ellos, un título panamericano, siete títulos sudamericanos, una medalla de plata en Olimpiadas de ajedrez, y hasta una medalla de oro en un Mundial Sub-20.

Además, Amura fue la primera mujer iberoamericana en convertirse en Gran Maestro Femenino, fue la número uno del ranking de América durante 10 años, y llegó a ubicarse en el 12° lugar del ranking mundial. Durante sus años de competencia internacional, enfrentó a estrellas históricas del ajedrez, como el ruso Garri Kasparov y las húngaras Judith y Susan Polgar (a esta última logró ganarle).

Pese a todos sus hitos, Amura mantiene una humildad impactante. “No me quedo tanto en los logros. Haber llegado a estar entre las mejores del mundo y haber tenido la oportunidad de competir se lo debo principalmente a mi familia. Sé que puede haber llegado un poco más lejos también, pero tuve otras opciones de vida”, reflexionó.

En 2022, volvió al centro de la escena al disputar los Juegos Suramericanos de Asunción, en donde el ajedrez fue parte del programa como exhibición. Allí, ganó dos medallas de oro y dos de plata, en una experiencia totalmente innovadora, ya que fue la primera vez que el ajedrez integró un evento multidisciplinario de estas características.

LA GACETA / Foto de Franco Vera

“Había estado tres años sin jugar ajedrez, pero mi nivel en partidas rápidas siempre fue muy bueno, y eso era partidas rápidas. Para mí fue una sorpresa”, reveló Amura sobre haber sido elegida para representar a Argentina. Su participación, según aseguró, fue memorable.

“La experiencia de estar en la Villa Olímpica fue inolvidable. Muchos pensaban que yo era árbitro, o una entrenadora. Una chica de Brasil me dijo ‘¿usted es entrenadora?’. Cuando gané el torneo me vino a felicitar y a pedir disculpas”, relató, divertida antes de destacar la chance de haber jugado sobre una cancha de básquet. “Fue agradable, porque te das cuenta que el ajedrez es un deporte”, afirmó, al tiempo que se mostró orgullosa de haber estado en el primer paso del ajedrez a los Juegos Olímpicos. “Fue un lujo”, afirmó.

Producto de esa actuación, Amura ganó el Olimpia de plata a la mejor ajedrecista del año. “Lo doné; se la di al presidente de la Federación Argentina”, reveló, sobre el premio otorgado por el Círculo de Periodistas Deportivos.

Dentro del deporte, Amura asegura que lo que más la marcó fue haber tenido de admirador a un histórico ajedrecista: Miguel Najdorf, polaco que se instaló en Argentina tras la Segunda Guerra Mundial, huyendo del Holocausto (tenía origen judío).

Las claves para crecer

Amura analizó la situación del ajedrez en Tucumán, y aseguró que hay un gran nivel, pero que faltan competencias para que los más jóvenes puedan desarrollarse adecuadamente.

Carlos Burgos (maestro FIDE) hizo una gran escuela, todos pasaron por sus manos. Los chicos tienen mucho conocimiento estratégico, mucha profundidad, y eso no se logra fácilmente. Es como una escuela rusa o cubana acá, tienen una base sólida y le pueden ganar a cualquiera”, elogió Amura.

La puntana por adopción, sin embargo, aseguró que la falta de rodaje atenta contra los jugadores. “Se les caen las piezas de las manos, son torpes para jugar porque no hay torneos. Les falta cancha rodaje. Con muy poco se pueden hacer torneos IRT, y traer un par de maestros para que los chicos se fogueen y jueguen”, analizó Amura.

A nivel nacional, el ajedrez atraviesa una especie de boom gracias a la aparición de jóvenes prodigios como Faustino Oro, Ilan Schneider y Candela Francisco. “En eso la Federación Argentina tiene mucha responsabilidad porque empezaron a apoyar a los niños y a los jóvenes haciendo muchos torneos de maestros. Si estuviera la posibilidad de regionalizar los torneos de maestros, los niños de acá (Tucumán) podrían estar a la altura de los mejores”, aseguró. De todas formas, aclaró que “en Buenos Aires también hay un techo”.

Por y para el ajedrez

Amura tuvo varios capítulos increíbles en su vida que no incluyen necesariamente al ajedrez. De joven, a los 26 años, estuvo unos meses en un convento, como postulante a monja, motivada por su fuerte creencia religiosa, que todavía la acompaña al día de hoy.

Aún cuando el ajedrez es parte fundamental de su vida, Amura reconoce que las dos experiencias que más la marcaron fueron extradeportivas. “Fueron las experiencias de accidente que tuve con mis padres (sus dos padres murieron en un accidente automovilístico, ella iba en el mismo auto con su hijo) y el covid que casi me lleva del otro lado”, relató.

Pese a todo, el ajedrez sigue siendo su vida. Siempre que se alejó, volvió. De hecho, fue el ajedrez el que le permitió conocer a su esposo, el mexicano Gilberto Álvarez. Y aunque hoy sigue compitiendo, Amura intenta cumplir otro rol. “Tengo una lucha con el competir. Sé que la edad no te ayuda. Lo más probable es que termine con un ranking de niños, como dicen; pero no me importa tanto eso, si mi presencia en un torneo motiva a otros”, reflexionó.

“Difundir sí”, reconoció, sobre sus objetivos en los próximos tiempos. “Promuevo el ajedrez como puedo. Mi mamá era de Santiago del Estero, y sé de las necesidades del norte, y de las dificultades que tienen los chicos del interior. Los chicos si se esfuerzan van a llegar lejos, pero también se tienen que esforzar otras personas”, lanzó Amura.

Además, en confluencia con su trabajo social (enseñó ajedrez en villas como la 1-11-14 en Buenos Aires), Amura aseguró que este deporte es clave para alejar a los jóvenes del consumo problemático. “Hay que generar una movida para que el deporte cubra el espacio que hoy está cubriendo la droga. Trabajo mucho con el Hogar de Cristo, para que se contenga a los jóvenes. En el ajedrez se usa la cabeza, entonces no te podés dopar. Es un ambiente donde hay mucha lucha contra el consumo”, remarcó la bonaerense.

“En San Luis hice mucho trabajo con las escuelas (más de 200.000 chicos aprendieron a jugar al ajedrez), he logrado chicos maestros FIDE, pero lo más importante que hice es que hoy hay médicos, ingenieros, que trabajan en las mejores empresas del mundo que pasaron por mí. Cuando me muera no me voy a llevar nada, nomás me voy a llevar la satisfacción de ver que otras personas pudieron desarrollarse gracias al ajedrez”, concluyó Amura, que con una gran trayectoria por detrás, apunta hoy a que el ajedrez crezca nuevamente.

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