Cómo el ejercicio físico mejora la memoria y protege contra el deterioro cognitivo

El ejercicio físico es ampliamente reconocido por sus beneficios en la salud del cuerpo, pero su impacto en el cerebro también es significativo. Investigaciones recientes destacan que mantener un estilo de vida activo puede reducir el riesgo de deterioro cognitivo y enfermedades neurodegenerativas.

La demencia y el Alzheimer son patologías que afectan a millones de personas en todo el mundo, causando un declive progresivo en la memoria y otras funciones cerebrales. Sin embargo, la actividad física regular no solo mejora la calidad de vida, sino que también protege al cerebro, fortaleciendo su capacidad de adaptación y resistencia frente al envejecimiento y las enfermedades.

El rol de la reserva cognitiva en la salud del cerebro

El concepto de reserva cognitiva explica la capacidad del cerebro para resistir el deterioro asociado al envejecimiento y a enfermedades neurodegenerativas. Factores como la educación, la lectura, el aprendizaje continuo y las interacciones sociales contribuyen a llenar esta "reserva", permitiendo una mayor resistencia frente a los desafíos cognitivos. El ejercicio físico desempeña un papel fundamental en este proceso, favoreciendo el mantenimiento de las funciones cerebrales a lo largo de la vida.

Estudios indican que el ejercicio aeróbico puede estimular la neurogénesis, es decir, la formación de nuevas neuronas y sinapsis. Además, promueve la liberación de factores neurotróficos, sustancias que favorecen la supervivencia neuronal y la plasticidad cerebral. Estos efectos contribuyen a mantener una mente ágil y reducir el impacto del envejecimiento en la memoria y el aprendizaje.

Beneficios del ejercicio en la función cerebral y la memoria

El impacto positivo del ejercicio físico en el cerebro no se limita solo a la prevención de enfermedades neurodegenerativas. Investigaciones demostraron que la actividad física regular aumenta el volumen del hipocampo, una región cerebral clave para la memoria y el aprendizaje. También mejora el flujo sanguíneo cerebral, facilitando la oxigenación y la eliminación de toxinas que pueden contribuir a la aparición del Alzheimer.

Por otro lado, la práctica de ejercicios de fuerza y resistencia está asociada a una mejor función ejecutiva, lo que incluye habilidades como la toma de decisiones, la resolución de problemas y la planificación. La combinación de actividad aeróbica con ejercicios de coordinación y equilibrio, como el yoga o el pilates, puede potenciar aún más estos beneficios.

Expertos en salud pública estimaron que reducir la inactividad física en un 25% podría prevenir hasta 230.000 casos de Alzheimer en los próximos años. Además, estudios mostraron que las personas mayores que realizan actividad física regularmente tienen un 20% menos de riesgo de desarrollar demencia en comparación con quienes llevan un estilo de vida sedentario.

Promover hábitos de ejercicio desde la juventud y mantenerlos en la vejez es clave para un envejecimiento saludable. Actividades como caminar 30 minutos al día, nadar, correr o andar en bicicleta pueden marcar una diferencia significativa en la salud cerebral. Asimismo, ejercicios que combinen esfuerzo físico y desafíos cognitivos, como el baile o juegos que impliquen resolver problemas mientras se camina, son altamente recomendados para fortalecer la reserva cognitiva y mejorar la calidad de vida a largo plazo.