La búsqueda del último lobo

La búsqueda del último lobo

23 Marzo 2025

Gran noticia gran: llega a la Argentina la obra de Lászlo Krasznahorkai, que además de tener un apellido de pronunciación ardua se revela como uno de los grandes escritores húngaros de este tiempo. Como para dejar en claro que las letras magyares trascienden con holgura al mucho más conocido Sándor Márai.

Biografía sustanciosa la de Krasznahorkai: nacido en Gula (1954) partió de la Hungría comunista en 1987 hacia Berlín Occidental, so pretexto de una beca. Vivió en Mongolia, China, Japón, Nueva York (en el departamento de Allen Ginsberg) y por estos días transita una consciente reclusión -por llamarlo de algún modo- en las colinas de Szentiászló, un minúsculo pueblo de su país natal en el que viven poco más de 700 personas.

¿Cuál es el meollo de El último  lobo? Una atrayente mixtura de malentendidos y sobreentendidos derivadas del azar: un filósofo húngaro recibe una carta de la que no está seguro de ser su destinatario original. Desde Extremadura, región enclavada al centro-oeste de la península ibérica, cuyas provincias más pobladas son Cáceres y Badajoz, invitan a una recorrida que sea rubricada con un texto alusivo, detallado y con todo el color que convoque en el observador. A tales efectos, la fundación en cuestión envía dinero, un pasaje en avión y pone a disposición un chofer personal y una intérprete.

Sin cavilar demasiado, el filósofo húngaro se siente llamado por eso que grosso modo damos en llamar percepción: una sensación consciente.

Y allá va el hombre. Movido por una sazonada mezcla de curiosidad y expectación, más la consabida extrañeza del contexto. De tal suerte transcurre una aventura que los lugareños que ofician de narradores deslizan hacia el gran tema: la extinción de los lobos. O, para ser más precisos, el lobo final y definitivo. ¿Cuál fue el último que moró en Extremadura? ¿Quién y cuándo lo ultimó? ¿Cuál fue la última manada de la que dan cuenta los laberintos de la memoria?

A pesar de la pericia de la intérprete, el filósofo entiende por retazos, por fragmentos, a medias, pero ya ha sido atrapado por la historia y decide llegar hasta donde quepa llegar. Después de todo, no se permitirá haber hecho tantos y tantos kilómetros como para escatimar su lupa mental a tamaños exotismos. El territorio propiamente dicho, una fonética ajena y al tiempo familiar en su énfasis, la específica localización del canis lupus postrero. El primo hermano de los perros grandes.

Krasznahorkai se hizo notorio por dos novelas de extensión voluminosa: Tango satánico y Melancolía de la resistencia. Sin embargo, en El último lobo se desentiende de ese hábito y da vida a una nouvelle que pone patas para arriba la ortodoxia de la lengua: está escrita sin un solo punto. Apenas si cumple con la formalidad del punto final.

De modo que entre una vertiginosa sucesión de aposiciones y sintagmas se deja decir y leer un libro original y cautivador.

© LA GACETA

Walter Vargas

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