

Nunca lo hubiésemos imaginado. Los contagios, el miedo, las calles desiertas. Y, de repente, hubo que armar la oficina en casa. Eso que parecía inalcanzable, que podía ser un sueño para muchos, había llegado: el home office. No era el contexto ideal y aparecieron muchos inconvenientes en el medio. Desde entonces, ya nada iba a ser igual en el mundo laboral.
La pandemia fue para algunos trabajadores una gran oportunidad para patear el tablero, dejar la rutina en la ciudad y buscar una mejor calidad de vida en localidades veraniegas, desde donde se conectan para trabajar.
Hoy cada vez más profesionales ven la oportunidad para conseguir un empleo en línea y cobrar en dólares, y no lo dudan. Y aquellos que fantaseaban con ser nómades digitales tienen el mejor escenario para largarse a la aventura.
Según los expertos en recursos humanos, el impacto que tuvo la pandemia en el ámbito del trabajo es incalculable. Cinco años después del inicio del confinamiento, el trabajo a distancia, los esquemas híbridos y el aumento de la flexibilidad (desde las horas a las que se realiza la tarea, los lugares en que se aborda o el método para conseguirlo) son una revolución en buena parte de las oficinas, incluso en nuestra región, donde al principio muchas empresas dudaban de si esto iba a funcionar, reconoce María Laura Colque, presidenta de la Fundación para el Desarrollo Profesional.
“También explotó la posibilidad de trabajar para empresas de otros países sin moverse del NOA y sin salir de casa. Y no es solo para programadores. Abogados, diseñadores, contadores y docentes... Cada vez más gente se suma a esta movida. El trabajo dejó de ser algo atado a un escritorio fijo”, apunta.
A muchas empresas les costó habituarse a la nueva realidad, especialmente porque en nuestra región el trabajo presencial tiene un peso cultural muy fuerte, admite Colque. “Pero en la pospandemia, no quedó otra que adaptarse. Al ver que la gente igual respondía y que, en muchos casos, hasta trabajaban mejor desde casa, se flexibilizaron muchas posturas. Hoy las empresas siguen ajustando su modelo de trabajo. Algunas volvieron a la presencialidad total, pero muchas tienen días de teletrabajo y entendieron que la flexibilidad ayuda a retener talento. En Salta y en Tucumán, por ejemplo, hay empresas que adoptaron esquemas híbridos porque saben que si no ofrecen esa posibilidad, sus empleados pueden irse a trabajar incluso para fuera del país”, explica.
Las oficinas también cambiaron. Los espacios corporativos se achicaron y otras empresas apostaron por coworkings o espacios compartidos, con la idea de que ir a la oficina sea más un lugar de encuentro que una obligación diaria, describe.
No somos los mismos
La crisis sanitaria marcó un antes y un después en la cabeza de muchos trabajadores, que hoy se preguntan qué es lo más importante en su vida. “La gran renuncia” (así tituló The New York Times) es un fenómeno que aún continúa llevando a millones de empleados, de distintos estratos, a repensar su presente laboral.
“Mucha gente se replanteó el ‘laburo de toda la vida’, ese que nos hacía pasar 10 horas en una oficina y dos horas en el tráfico. Aunque en Argentina el contexto económico es otro y no hubo grandes movimientos de renuncias, sí vimos un éxodo de talento hacia opciones más flexibles. En el NOA, trabajadores en relación de dependencia empezaron a buscar empleos en empresas que ofrecieran empleo remoto o directamente se animó a emprender. Aparecieron más freelancers y consultores que prefieren manejar su propio tiempo en lugar de cumplir horarios”, describe.
Colque, quien también mudó su oficina a un lugar lejos del centro, resalta que se volvió común escuchar historias de personas que largaron todo y cambiaron de vida. “Hubo quienes se fueron de la urbe para vivir en los Valles, en Cafayate o en algún pueblito de Jujuy, porque descubrieron que podían seguir trabajando igual que en la ciudad. Otros renunciaron para hacer algo distinto, gente que dejó empleos administrativos para dedicarse a proyectos personales, al campo o incluso a oficios más creativos. Y no son sólo jóvenes, hubo muchos mayores de 40 o 50 años. Dueños de empresas también patearon el tablero: se dieron cuenta de que podían manejar su negocio a distancia, empezar a delegar más, y algunos hasta se volvieron más nómades, sin estar atados físicamente a su negocio”, señala.
Hoy en el NOA hay muchísima gente trabajando en forma remota para afuera y pensando en irse. “La idea de emigrar cambió: ya no hace falta irse sin nada y ver qué pasa. Ahora muchos se van con su trabajo remoto asegurado”, cuenta. Los factores que hicieron esto posible: cobrar sueldos en dólares, las visas para nómades digitales (muchos países empezaron a ofrecer permisos especiales para gente que trabaja remoto), la conectividad y las comunidades digitales. Ahora es fácil encontrar información sobre cómo mudarse a otro país. Las redes están llenas de personas compartiendo experiencias y consejos.
¿Cómo será el mercado laboral en los próximos años? “Lo que empezó como un cambio de emergencia hoy ya es un modelo de trabajo asentado”, asegura la especialista. Y enumera lo que se puede esperar en el NOA y en el mundo:
- Más trabajos híbridos: la oficina no va a desaparecer, pero cada vez se justificará más su uso.
- Menos trabajo por horas, más por objetivos: el esquema rígido de ocho horas de trabajo va a seguir perdiendo terreno.
- Menos presencialismo, más confianza: las empresas que sigan midiendo la productividad por “tiempo en la oficina” van a tener problemas para atraer talento.
- Inteligencia Artificial en el trabajo: muchas tareas que hoy hacemos manualmente se van a automatizar, así que las empresas y los empleados van a tener que aprender a convivir con la IA.
- Más gente trabajando para afuera: si el contexto económico sigue complicado, cada vez más empleados van a buscar trabajo remoto en firmas extranjeras para asegurar sueldos en moneda fuerte.