Tuve oportunidad de escuchar a la directora de Educación de la Municipalidad de Yerba Buena en una entrevista televisiva en donde el tema era su pedido a los padres de alumnos que fueran vestidos a la escuela... supongo que a actos formales... vestidos de acuerdo al contexto. La aplaudo. Fue muy clara. La mejor forma de enseñar, es con el ejemplo. Pero como todo se ha vuelto tan relativo y los límites parecen desdibujarse, nos hemos olvidado del decoro. No sólo en el ambiente escolar, aunque ella se refería particularmente a éste. ¿Cómo concientizar a los alumnos que deben usar uniforme, o vestirse apropiadamente para sus clases, si sus papás asisten con ropa de gimnasia, shorts, ropa femenina sin espaldas o directamente, para no abundar en ejemplos, con ropa diseñada para otro momento? No vemos chicas de bikini en una misa, aunque en la playa o la pileta estén fantásticas. O no vemos jóvenes jugando al hockey con sus atuendos de fiesta. Puede parecer una banalidad, pero no lo es. Como ocurre cuando alguien va a una entrevista de trabajo. Seguramente se hace asesorar en el protocolo, y hasta se perfuma para dar una buena impresión. Es negativo perder la conciencia de los “límites”... porque la vida toda es un límite permanente. La relatividad no conduce a nada más que al desorden. Y no enseña. Lo que sí lo hace es el orden, la prolijidad, la estética. Los hijos seguramente presumen si le comentan: “Ése es tu papá... qué bien se lo ve”. “Mirá tu mamá... se vino re linda a aplaudirte”. Y no es ropa cara, es simplemente ropa adecuada a la situación. No es solo en los actos escolares. Una sola mención más: los bautismos, comuniones, confirmaciones, y casamientos tienen su momento de fiesta, celebración, evento social, fuera de la Iglesia. Dentro de ella, son sacramentos que también requieren decoro en el vestir. Es bueno ubicarse.
María Estela López Chehín
24 de Septiembre 1.431- Concepción