Por Fabio Ladetto
19 Marzo 2025
Hubo un tiempo en la Argentina en que la figura del capocómico era el puesto más ansiado por cualquier artista. Un lugar de privilegio desde donde no sólo construía el humor nacional, sino que tenía libertad absoluta para mirar desde una óptica satírica y ácida la realidad del país, sabedor de que la risa genera un distanciamiento que permite sentir y pensar lo que nos ocurre desde un lugar diferente.
Antonio Gasalla era el último sobreviviente de los grandes humoristas que se merecieron ese título, que quedó vacante y sin sucesor con su muerte ayer, a los 84 años (los había cumplido nueve días antes de su deceso). Desde hacía mucho tiempo estaba alejado de las luminarias por el deterioro cognitivo que fue sufriendo en el último lustro. La pandemia de covid fue un fuerte golpe a un creador que en 2019 (un año antes) estuvo por última vez en el living del programa de televisión de Susana Giménez con su impertinente abuela, uno de los tantos personajes que dejaron marcas en la pantalla. El aislamiento, como a tantos, perjudicó su salud mental, aceleró la demencia senil que padecía y lo convirtió en víctima de aprovechadores que le sacaron valiosos bienes. Desde hace dos años estaba internado y ya no reconocía a nadie.
Su talento fue consecuencia de seis décadas de transitar escenarios y estudios de televisión y cine, tras recibirse en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático. Conocía todos los rincones en profundidad y daba clase silenciosa cada vez que se encendían las luces. Era reacio al periodismo y tenía fama de poseer un notorio mal carácter, que fue vinculado siempre al nivel de exigencia que tenía sobre sí mismo y su equipo de trabajo. En la reciente temporada de Carlos Paz se montó una obra tributo, “Planeta Gasalla” y su hermano Carlos recibió un premio honorífico. Ayer, el mundo del espectáculo lo despidió como el grande que fue.
“El fallecimiento de Antonio Gasalla cierra una página del humor en nuestro país”, publicó Multieatro Comafi en X, en una contundente e indiscutible definición de lo que implica su partida.
El fundador del café concert porteño: un género que nació en los sótanos
“Antonio Gasalla: Odontólogo”. Esa era la placa de bronce que su padre ansiaba ver en la puerta de algún consultorio, y durante tres años el artista fallecido ayer siguió esa carrera. La abandonó cuando ya estaba inscripto en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático, donde se recibió en 1964. “Recibirse de actor era como recibirse de linyera”, evocaba de esa época. Sin espacio en el teatro convencional ni la televisión (mucho menos en el cine, que era sólo de consagrados), los sótanos fueron su refugio y su territorio creativo con la potencia irreverente del café concert. El dueto con Carlos Perciavalle (luego tuvieron sonados desencuentros) se convirtió en marca identitaria de un género de resistencia social y política en tiempos autoritarios, desde el debut con “Help Valentino” junto a Edda Díaz y Nora Blay, en el bar La Fusa.
Un maestro de la imitación paródica de las mujeres: los personajes que seguirán vivos
“A los personajes los inventé trabajando sobre ideas y conceptos, no sobre personas”, aclaró Antonio Gasalla sobre su repertorio de creaciones humorísticas, que le permitían llevar al extremo un universo cotidiano de seres que resumían la identidad nacional con toques del absurdo y la parodia. El actor desplegó como ninguno la técnica de las imitaciones femeninas con la maniática Soledad Solari; Inesita, obsesionada con las cirugías plásticas; la frívola presentadora de TV Bárbara Don’t Worry; la histérica maestra Noelia; Flora, la empleada pública que la revista Time describió como un “ejemplo de la burocracia argentina”; la matriarca Mirta Bertotti; la traicionera Yolanda y muchas más, que le valieron premios Martín Fierro, Estrella de Mar, ACE y el Podestá a la Trayectoria Honorable.
Un artista que recorrió el cine y la televisión: la marca que deja en la pantalla
Corría 1974, y Antonio Gasalla aparecía en el cine en dos filmes olvidables, “Un viaje de locos” y “Clínica con música” y una imprescindible: “La tregua”. Su filmografía siguió con “Tiro al aire” (1980) y, fundamentalmente, “Esperando la carroza”, donde nació Mamá Cora, personaje desde el cual pretendía “hablar de la vejez”. “El humor se genera de una situación trágica, no es prestado, implica una posición frente a la vida”, declaró. En “Dos hermanos”, con Graciela Borges, desplegó tu talento dramático. Los fines de los 80 lo encontraron en la televisión. “El palacio de la risa” le dio la posibilidad de investigar el formato, que luego perfeccionó en “El mundo de Gasalla”, “A la playa con Gasalla” y “Gasalla en pantalla” (preludio de su famosa abuela que sacaba de quicio a Susana Giménez) y en Showmatch o como jurado de Bailando por un Sueño, con Marcelo Tinelli.
Un trono que nadie pudo disputarle: el gran Rey de la avenida Corrientes
El trono de la avenida Corrientes fue ocupado por Antonio Gasalla. Su indiscutido reinado se forjó en base a éxitos notables por la calidad de los espectáculos y la respuesta de un público fiel, que sintonizó a la perfección con su ácida propuesta, pero no agresiva. “Reír nos diferencia de los animales, y el ser humano es el único que puede elaborar conceptos a través del humor, cuyos límites deben ser no insultar y no degradar a la gente”, era una premisa que respetó hasta el final. Pasó del café concert al escenario del Maipo (donde fue velado ayer) y luego deambuló por las principales salas, siempre con su personal estilo, con éxitos como “La mandarina a pedal”, “Gasalla for export”, “Pan y circo”, “La verdá de la milanesa” y “Más respeto que soy tu madre”, de Hernán Casciari, que fue su despedida a puro aplauso.
PUNTOS DE VISTA
Adiós a uno de los monstruos sagrados de la Argentina
Federico cerisola
Actor
Antonio Gasalla fue, es y será sin duda uno de los últimos monstruos sagrados de la actuación argentina. Dueño de un estilo único e irrepetible, supo edificar su carrera paso a paso y gota a gota de sudor. Siempre destacó con orgullo su formación en el Conservatorio, donde supo acunar una disciplina férrea y aprendió -entre otras cosas- a bordar, coser, pintar, etcétera. Como todo artista independiente, la necesidad de trabajo se imponía; comenzó a trabajar profesionalmente en sótanos, bares, departamentos de un ambiente, y lugares del estilo. Muchos de esos trabajos con su compañero de años, Carlos Perciavalle, convirtiéndose en un referente del café concert, del transformismo y de un altísimo humor. Luego llegaría la etapa en que influidos por “el Mayo Francés”, Gasalla y tantos otros explotaron con su arte y cultura en la Argentina con “la imaginación al poder” y el movimiento de paz, arte y liberación en el mundo. Siempre contaba que se anunciaba: “esta tarde va a llover en calle Florida” y así sucedía. Con su tremendo talento empezó a volar con sus propias alas. Llegaría el Parakultural, la televisión, y siempre el teatro. A su galería de personajes inolvidables, se suman sus icónicos ciclos con Urdapilleta y Tortonese, un material de culto. Sus programas marcaron un antes y un después en el humor argentino. Cuando le preguntaron por qué la mayoría de sus personajes eran femeninos, respondió que la vida siempre se cuenta mejor a través de una mujer porque es la que suele encargarse de la economía doméstica y del funcionamiento de una casa; y que es un ser absolutamente más sensible que el hombre. Lejos de ser un comentario machista, era su profundo homenaje a La Mujer que Gasalla siempre admiró y enalteció con su arte. Mucho es el vacío que deja en el ámbito del humor, la actuación y el compromiso por la profesión. Como sucede con los grandes, su legado sobrevivirá divirtiéndonos y haciéndonos pensar, que es para lo que sirve el arte. Antonio se fue de gira, pero sus personajes, frases, caras, gestos, risas y llantos, enseñanzas y emociones, sobrevuelan y lo harán siempre en el cielo argentino.
Si busco inspiración, sé que Gasalla me sacará de apuros
Benjamín Tannuré Godward
Actor y director
Antonio Gasalla fue, es y será unos de los pilares y fundadores del humor en la Argentina. Ya como creador del café concert junto a Edda Díaz y Carlos Perciavalle en la década del 60, marcó el rumbo de tantos humoristas que vinieron detrás de él.
Llegó a mí a fines de los 80 en la televisión con “El mundo de Antonio Gasalla”, donde nos llevaba literalmente a otro mundo, el de sus irreverentes personajes inolvidables, que llegaran al clímax en “El palacio de la risa”, ciclo que ofició de semillero de tantos otros artistas que aún hoy podemos disfrutar.
Luego descubriría en retrospectiva otras facetas de él, pero haber podido disfrutar su “Más respeto que soy tu madre” en el teatro fue una experiencia única.
Recuerdo una visita a Tucumán con un espectáculo unipersonal, que nos permitió a los espectadores descubrir su genialidad en vivo y en directo. La función sirvió, además, para darnos una masterclass sobre el buen uso de las supuestas malas palabras para generar carcajadas en una platea que no podía ni quería contenerse.
Para mí, es el máximo creativo del humor y de personajes cómicos del país, con frases icónicas e inolvidables, que son una continua referencia en cada trabajo de comedia que encaro.
Si busco inspiración, sé que Gasalla me sacará de apuros. Lo vamos a extrañar.
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