

El año electoral se menea al ritmo de la ruptura que provocó Javier Milei en la política nacional. Sus aliados y sus opositores están más desubicados que bailarín de hip hop en milonga: no encuentran el atuendo ni el ritmo ni el modo de acomodarse en la tremenda diáspora que abrió el líder libertario.
Esa música anticasta se regó desde Buenos Aires hasta Tucumán y desde los medios y redes sociales hacia las estructuras partidarias. Algunos líderes territoriales se acurrucan abrazados a su manual de funcionamiento sin lograr que les dé respuestas; otros eligen el silencio ante el desconcierto, mientras que asoman los que aplican recetas de éxito probado que consideran pueden servir en esta nueva era.
Osvaldo Jaldo fue el primero que movió el hombro al compás del tamboril de la nueva partitura política que ejecuta Milei. Apenas asumió, tocaba una melodía similar a la del libertario y aplicó un ajuste, endureció su política de seguridad y mandó a los diputados más fieles a votar a tono con el Gobierno nacional. Buscó no desafinar con el rugido de cambio del hombre que ocupa hoy la Casa Rosada, aún a sabiendas de los costos que pagaría. A esa estrategia le sumó otra más añeja que el ron de los piratas: cerrar filas hacia adentro y abroquelar a los suyos. También se abrazó a los que “miden bien”. El viernes comprometió a Rossana Chahla en la campaña con algo que suena a “invitación” o premio, pero que en realidad es más bien una obligación para la intendenta: la invitó a caminar juntos la campaña y a que sugiera nombres para la lista. El mensaje es que si pierde Jaldo, también fracasa Chahla. Pero también gana. Vieja jugada para nuevos tiempos.
Sánchez sí se engancha
En la convulsionada UCR, José Cano y otros “históricos” recurrieron al instrumento que ya conocen y que les rindió frutos al propio legislador, que no es más que aglutinar detrás de la figura pública más relevante, o con mejor imagen social, para reorganizar fuerzas en tiempos de atomización. En LA GACETA Play, planteó que Roberto Sánchez continúa siendo la estampa que mostró una línea de comportamiento recta y que es momento de armar detrás suyo candidaturas y recuperar competitividad. Esas palabras las pronunció en medio del llamado telefónico de Mauricio Macri a Sánchez, para que corra primero con su escudería electoral, que radicales y dirigentes del PRO confirman que existió. Ambos, rápidos de reflejos (Macri y Cano, que comparten línea abierta desde que el tucumano fue miembro del Gabinete del ex mandatario), comenzaron a tejer a dos agujas de conveniencias. Macri vería con agrado reflotar una suerte de Juntos por el Cambio, con distintos aliados en cada distrito, para contar con alternativas en caso de no cerrar el pacto electoral con la Libertad Avanza. Los radicales, por su parte, necesitan amalgamar a su dirigencia en huída, enojada o en busca de espacios de poder. Cano, con Silvia Elías de Pérez y otros partidarios, otean el horizonte con la sapiencia de los errores y los aciertos pasados. Por ello no les desagrada la posibilidad de sumar, además del macrismo, al Partido por la Justicia Social (o a parte de él) e incluso a peronistas no alineados a Milei.
Esta acción, entienden algunos, podría revitalizar a una suerte de UCR orgánica que hoy sufre la salida del “camperismo”, el pase de dirigentes al oficialismo y el enojo de los que ahora fueron intervenidos. Habrá que ver si la jugada es suficiente para escapar de la extinción. Porque hoy los libertarios les disputan un espacio ideológico que supo ser propio de un sector del centenario partido, mientras que el PJ sin “peluca” le arrebata otro y así sucesivamente pasando por Cambia Tucumán, FR, CREO y el PRO.
En esa ensalada están todos: como si de repente apareciera un pedazo de kiwi en una “césar” y nadie supiera si se trataba de un nuevo plato gourmet o de una simple confusión.
Las dudas se sustentan en un escenario de atomización, pero también de falta de claridad en los límites ideológicos, que hasta la era preMilei estaban determinados por al menos algunas de las grandes estructuras políticas. Hoy, por ejemplo, no se sabe si el oficialismo provincial es nacional. O si La Libertad Avanza Tucumán es jaldista. O si cómo harán unos y otros para disputar una campaña en una misma porción de votantes sin lesionar las buenas relaciones que mantienen hasta aquí. Lo mismo sucede en la UCR y en su encrucijada sobre cómo podrá mostrar que es diferente a LLA o en la estrategia que utilizarán los peronistas que pretenden disputarle poder al jaldismo sin pelearse con el gobernador, pero mostrándose antiMilei. Una verdadera mezcla de intereses difícil de comprender.
En el partido presidencial
Pasado mañana vendría el vicejefe de Gabinete de la Nación, Lisandro Catalán, para asumir formalmente como presidente de LLAT. El partido quedó lesionado en el mismo debut, debido al enojo de algunos simpatizantes por cómo se armó la lista de autoridades. Están quienes ventilan presuntas irregularidades con cargos y contratos, además de manifestar su enfado con lo que entienden es una manera poco afín a los anticasta, como la selección a dedo de postulantes y el amiguismo. Se espera que el propio Catalán esclarezca planteos y dudas tanto de propios como de aliados. Los segundos, por ejemplo, declinan la chance de acuerdos electorales ante la postura indeclinable del vicejefe de Gabinete de que él será a como dé lugar el cabeza de lista. Eso les sucede a los libertarios con FR, el PRO y un sector de la UCR. Habrá que esperar cómo se resuelve, si es que se resuelve. Respecto de la tropa propia, el intríngulis interno en Tucumán habría llegado a los oídos de los hermanos Milei, que estarían de todo menos contentos con la situación. ¿Ratificarán el poder de Catalán o lo desautorizarán?