
Como en una escena sacada de la histórica saga “El Padrino”, en la que los vínculos entre la mafia y el poder se revelan en los momentos culminantes, la marcha de los jubilados al Congreso dejó expuesta una trama que muchos prefieren no ver. Barras de diferentes clubes, muchos de ellos enfrentados históricamente en las tribunas, marcharon juntos con una coordinación llamativa. Y detrás de ellos esos dirigentes que en los estadios prometen erradicarlos.
La marcha del pasado miércoles dejó al descubierto, una vez más, la imbricación entre la política, los barrabravas y el fútbol. Lo que comenzó como una manifestación en defensa de los derechos de los jubilados terminó con graves incidentes, protagonizados por integrantes de hinchadas de diferentes clubes de Primera y del ascenso. Eso abrió un debate que dejó sacó a la luz una pregunta que muchos se hacen: ¿los barras son utilizados como fuerza de choque por esos dirigentes que supuestamente los combaten en los estadios?
Desde hace décadas, los dirigentes del fútbol argentino han cultivado una relación ambigua con las barras. Mientras en el discurso público se presentan como los principales adversarios a vencer y promueven medidas para erradicarlos para siempre de los estadios, en la práctica parecen utilizarlos para movilizaciones políticas y como elementos de presión en distintas esferas del poder.
Durante el gobierno de José Alperovich era habitual ver a miembros de La Inimitable (la barra de Atlético) con acceso privilegiado a la Casa de Gobierno. En el ascenso del “Decano” a la máxima categoría en 2009, la principal facción de la hinchada colgó su bandera en balcón de la Casa, mientras el plantel y los dirigentes eran recibidos por Alperovich. Del mismo modo, integrantes de La Banda del Camión, una de las facciones de la hinchada de San Martín, que más poder tuvo durante el mandato de Rubén Ale en el club, mostró un estrecho vínculo con el entonces presidente de la institución.
Incluso, trascendió que luego de la marcha el presidente de la AFA, Claudio Tapia, habría llamado a la Ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, para asegurarle que no tenía “nada que ver” con esta movida, y que se había organizado a través de las redes sociales. Sin embargo, horas más tarde Bullrich salió a desmentir ese llamado.
La protesta frente al Congreso no fue la excepción. El primer acto se había dado una semana atrás, cuando unas 20 personas ataviadas con distintivos de Chacarita habían enfrentado a la Policía que custodiaba la zona. En aquel momento, la versión que circuló es que esos hinchas/barras se habían movilizado luego de que un jubilado, que era simpatizante del “Funebrero”, fuera agredido por los agentes. Y en ese momento un nombre quedó en el ojo de la tormenta: Néstor di Pierro, presidente de Chacarita, ex intendente de Comodoro Rivadavia, que tiene una estrecha relación con Cristina Kirchner.
Aunaron fuerzas
El miércoles hinchas de Chacarita, Boca, River, Independiente, Racing, Estudiantes de La Plata, Gimnasia La Plata, Lanús, Argentinos, Ferro, Almirante Brown, Deportivo Morón, Quilmes y Los Andes, entre otros clubes se congregaron en un inusual acto de unidad. Esos hinchas que fin de semana tras fin de semana se dedican canciones hostiles en los estadios y que hasta se amenazan de manera pública, esta vez aunaron fuerzas.
Por medio de las redes sociales, en los días previos, la filial “santa” en Buenos Aires y un grupo de hinchas de Atlético también habían invitado a sumarse a la movilización. “Éramos entre 10 y 15 hinchas y no teníamos nada que ver con los barras. Incluso no había nadie de ninguna facción de la hinchada. Es más, cuando la cosa se puso fea y la violencia comenzó a ganar la calle, decidimos retirarnos”, le confió a LA GACETA un allegado a la filial “ciruja”. “Nosotros fuimos por voluntad propia, no tuvimos vínculos con nadie, ni con la dirigencia del club”, agregó.
El fútbol y la política caminan de la mano desde tiempos remotos. En los días previos a la marcha de los jubilados, las redes de muchas instituciones se inundaron de mensajes alusivos. Además, entre los futboleros circuló también la consigna “Estamos con los jubilados”, mostrando a hinchas con sus camisetas al frente. Claro, tampoco faltó la referencia a Diego Maradona, ícono popular y político (siempre confesó ser un peronista de ley). “Tenemos que ser muy cagones para no defender a los jubilados”, había declarado el “10” durante una marcha de 1992 y en esta oportunidad, eso fue utilizado como bandera.
Horas antes de que la marcha se hiciera realidad, en el Gobierno nacional sabían que se iban a enfrentarse a un escenario violento. Por ese motivo decidieron responder con una medida que generó polémica: endureció el derecho de admisión para los espectáculos deportivos, incluyendo en la lista de restricciones a quienes participen en protestas con “conductas violentas” que alteren el orden público o afecten el tránsito vehicular. La Resolución 321/2025 habilita al Ministerio de Seguridad a prohibir el ingreso a los estadios del fútbol argentino a personas imputadas, procesadas o condenadas por delitos relacionados con la violencia, incluso si estos ocurrieron fuera del ámbito futbolístico.
La pregunta de fondo es hasta dónde se extienden los límites entre política, barras, fútbol y dirigencias. La utilización de grupos violentos con fines estratégicos no es nueva, pero su presencia en marchas de protesta social deja en claro que no estamos ante un fenómeno espontáneo. Los mismos dirigentes que en los estadios se muestran preocupados por erradicar a los barras, fuera de ellos son los que muchas veces los convocan como fuerza de choque. Ahí salta a la vista el nivel de hipocresía en el ambiente; y el fútbol, una vez más, queda en el medio de una disputa de poder que poco tiene que ver con el deporte.