
Carlos Duguech
Analista internacional
Entonces el sistema hace aguas. Desnaturaliza la esencia de los modos “civilizados” de las relaciones internacionales y suplanta los “buenos modales” por un discurso que tiene -en numerosos casos- pólvora oculta. A veces la diplomacia adquiere rostros que, lejos de configurar la genuina representación del país del que se trate, transfigura la naturaleza singular de origen por una que dice distinto de ese país. En letra y en espíritu. Colisión cada vez más presente en las relaciones internacionales de este tiempo. De desorientaciones, desbaratamiento y confusión de los resortes que armonizaban el sistema global hasta fines del siglo XX. Hablamos de la “Diplomacia” que instala Trump.
Europa y las guerras
Ese continente, el que tanto nos atrae por sus características y esencialmente porque es dueño de los puertos desde donde vino la gran inmigración a nuestro país. La que era atraída, entre otros convocantes, por el texto de la Constitución Argentina. Desde 1853, vale precisarlo, la que en su preámbulo consagraba “promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino…”.
El continente de la “cultura occidental” por excelencia, sin embargo fue el doloroso territorio de las más grandes tragedias humanitarias del siglo XX. Desde 1914, con la llamada por entonces “Gran Guerra”, que extendió destrucción, muerte y sufrimientos evidenciados en el uso perverso de algunas armas. Gases asfixiantes sumados a los tanques, ametralladoras, cañones de gran alcance y otros mecanismos de destrucción. Y pese a que no se contaba con los extraordinarios medios de divulgación actuales se implementó, en esos tiempos, la otra guerra: la “de propaganda”. La destinada a “desinformar” sobre determinados asuntos y la de “informar” sobre lo que convenía estratégicamente, así no tuviera un céntimo de verdad. Hoy, con la abrumadora contundencia de la tecnología al servicio de la comunicación se hace más difícil que antes discernir entre lo falso y lo verdadero. La notoria invasión y dispersión de las fake news. Y, sobremanera, con la invasión de los mecanismos que motoriza la Inteligencia Artificial (IA) al punto de recrear imágenes supuestamente filmadas de líderes políticos (y de otros variados personajes de las actividades humanas) con palabras y expresiones que son fraguadas. Un verdadero peligro para los no advertidos de estas manipulaciones, grotescas unas y “aceptables como verdaderas”, otras.
II GM-Ya nada es igual
Cuando sobrevino, ya en tiempos más modernos, la Segunda Guerra Mundial con el eje atravesando la Alemania “extrañamente nazi” -hay que enfatizar en ello- la humanidad descubre que encierra, en su propia configuración multifacética, semillas envenenadas. Y algunas de ellas en riesgoso proceso germinativo. Ya nada es igual en las relaciones internacionales de posguerra a partir de las pruebas de campo de las dos bombas atómicas en Japón, ese territorio de experimentos de singular perversidad. En “Laboratorio” fue la prueba del 16 de julio de 1945 (sólo tres semanas antes del bombardeo en Japón) en el desierto de Nevada, EEUU. El nuevo mapa de poder se configurará, en los años siguientes -arrancando desde entonces- entre los países nucleares y los no nucleares. Cabe indicar que ninguno de los nueve con armamento nuclear (EEUU, Reino Unido, China, Francia, Pakistán, Corea del Norte, Israel, Francia e India) suscribió el Tratado Internacional de Prohibición de las Armas Nucleares en la ONU en 2017. Una muy singular herramienta, la mejor. Un gran logro en el foro internacional. Asombra que la Argentina tampoco lo suscribiera. Hasta ahora.
¿“Fantasma” de la guerra?
Nunca antes la política exterior de los EEUU ha sido tan estruendosamente directa y de contenidos avasallantes de los tratados, convenios y acuerdos con otros países e instituciones internacionales de diversa configuración y objetivos. El ninguneo de acuerdos bi o multilaterales fue encarado de la noche a la mañana por Trump. Con mano de hierro y desde su primerísima hora presidencial. Arrancó desde el mismo momento en que juró como presidente por segunda vez en la fría tarde del 20 de enero último, en Washington. Habrá quienes desde la apreciación médica profesional especializada puedan relacionar la conducta de Trump como la del “patrón de estancia mundial”. Y para más, actuando y expresándose como si el Capitolio estuviera en letargo, en otro espacio del poder nacional de EEUU. Tal vez por aquello del 6 de enero de 2021 cuando el asalto violento de sus seguidores de entonces (siendo él presidente con mandato casi cumplido) con el resultado de cinco muertos y destrozos en ese recinto de las leyes de los EEUU. La “diplomacia” del multimillonario presidente es confrontativa. Se tiñe de notorio desprecio de los destinatarios de sus resoluciones y proyectos. Lo saben y lo sufren México, Canadá, Groenlandia, Panamá y los 27 países de la Unión Europea (UE). Y la Ucrania de Zelenski a quien se pudo ver -porque así lo decidió Trump- mantener un “triálogo” en el Salón Oval de la Casa Blanca con Trump y su vice, Vance. Ese “dos a uno” y ante la prensa, ahí mismo con sus cámaras y periodistas anotando, fue el montaje perfecto para la ampulosidad del “dueño de casa”. Un “dueño del poder”, apabullante. “(Y que se sepa, “a los cinco vientos”, parece decir.)
Trump: su propia “guerra”
Pocas veces en la historia los EEUU intentaron aislarse como un modo de protección de sus potencialidades económico-militares. Cada paso en el mundo de las relaciones internacionales llevaba impreso el sesgo del “te domino o te ignoro”. El poder se ejerce con absolutismo si se es la superpotencia dominante, aún en el contexto de la convivencia con la otra potencia mundial, la otrora poderosa URSS, hoy devenida “Federación de Rusia”, el país más extenso de la tierra. Superpotencia, tanto en tiempos de la “guerra fría” como lo que sigue cuando la Unión Soviética se desarticula en la Navidad de 1991.
“EN”, Trump dixit
Lo imagina y lo anuncia: “EN” (Europa nuclear). Una manera de decirles a los líderes de la UE: “EEUU los ayudó hasta aquí, y punto”. Insta a que Europa estructure su propio “paraguas nuclear”. Casi en coincidencia con Macron que desde el Palacio del Elíseo viene, desde hace tiempo, insistiendo como única potencia bélico-nuclear de la UE, junto con el Reino Unido, (“Brexit”) por la “Europa nuclear”. Se viene instalando en el contexto de las relaciones internacionales el “temor” a Putin por sus reiteradas amenazas mencionando su avanzado sistema nuclear. Una palabra -nos tentamos en decir palabreja- ronda casi siempre en torno del armamentismo nuclear estructurado desde la presunción de la necesidad de defensa ante un ataque con armas nucleares. “Disuasión nuclear”. De tan irracional implementación la disuasión como propuesta y de uso efectivo. El diccionario de la RAE lo consagra: “disuadir: inducir o mover a alguien a cambiar de opinión o desistir de un propósito”. Entonces se supone que teniendo el arsenal nuclear una nación puede disuadir a otra de emplear el suyo en ataque. Simple fórmula. Irreal. Tanto porque alguna vez (y subsiste solapada esa tendencia suicida, horrorosa) se instaló en el terreno de las controversias y los “acuerdos” entre potencias nucleares, el Mutual Assured Destruction (MAD). Ningún ganador. Todos perdedores. Los dirigentes de los estados beligerantes y sus poblaciones. La perversidad del discurso y de la decisión suicida por el Apocalipsis, si no se puede “ganar la guerra”.
La de los “aranceles”
Esa “guerra” rediviva que instala Trump erga omnes no le traerá beneficios a su “EEUU, grande otra vez” sino una dislocación en el sistema de intercambio de bienes y servicios internacionales. Las “Bolsas” ya lo sienten.
El bumerán de la política arancelaria invasora de los EEUU provocará a cortísimo plazo, la rebelión de los accionistas del Complejo Militar-Industrial (CMI, al decir de Eisenhower en 1961, en su despedida). Su supervivencia “necesita” de hipótesis de conflictos bélicos y de hechos de guerra.