Por Gonzalo Cabrera Terrazas y Benjamín Papaterra 16 Marzo 2025

Cada año, miles de fanáticos del motociclismo llegan a Termas de Río Hondo para presenciar el MotoGP, una de las competencias más importantes del mundo. Entre ellos, Gustavo Ávila, su esposa Lorena Ola y su pequeño hijo Enea decidieron emprender el viaje desde Buenos Aires de una manera especial: a bordo de su motorhome. Sin embargo, a diferencia de la mayoría, eligieron no entrar al circuito. Prefirieron disfrutar del rugido de los motores desde la playa de estacionamiento, convirtiendo el exterior del autódromo en su propio santuario de velocidad.
Para Gustavo, la pasión por las motos no es algo reciente. Creció entre herramientas y motores, en un hogar donde la mecánica era más que un oficio: era una tradición. Su abuelo y su padre fueron mecánicos, y él continuó con ese legado, dedicándose a este mundo desde hace más de tres décadas.
"Vengo de tres generaciones de mecánicos, tanto de parte de mi madre como de mi padre. Mi abuelo restauraba los viejos Ford T y los taxis de Capital. Somos cuatro hermanos y los cuatro seguimos el mismo camino. No podíamos salir distintos", contó con orgullo Ávila.
Claro; desde 2014, cuando el MotoGP llegó a Argentina, no faltó a ninguna edición en Termas de Río Hondo. Incluso recuerda con emoción que en 2015, el Gran Premio coincidió con su cumpleaños y decidió celebrarlo en el circuito. Sin embargo, hace cuatro años tomó la decisión de no volver a ingresar.
"El día que ganó Valentino Rossi me dio un preinfarto. Se me nubló la vista, me quedé sentado en la tribuna sin entender qué pasaba. Cuando reaccioné, estaba en una ambulancia camino al hospital. Me dejaron internado hasta el miércoles siguiente. Fue muy fuerte. Desde ese momento, decidí que no podía entrar más. Me emociono demasiado", explicó.
Tal es así que su amor por este deporte también se refleja en su familia. Su hijo Enea lleva su nombre en honor a Enea Bastianini, el piloto italiano de MotoGP, mientras que sus sobrinos fueron bautizados como Michael, por Mick Doohan, y Ayrton, por Ayrton Senna.
"Somos una familia de fierreros. Esto es nuestra vida. Para nosotros, estar acá es como asistir a una misa del Indio Solari con los Fundamentalistas. Lo que se vive en Termas no tiene comparación. Este año, la cantidad de gente que había en la ruta fue impresionante, nunca vi algo así", describió Gustavo con la emoción de alguien que vio de todo en las carreras.
Una segunda casa
El motorhome en el que viajaron hasta tierras santiagueños no es solo un vehículo, sino un proyecto familiar. Gustavo lo construyó desde cero hace tres años, transformando una vieja trafic en un hogar sobre ruedas.
"Lo fuimos adaptando a nuestra manera. Lo alargamos, lo equipamos con todo: televisión -que funciona con panel solar-, baño con ducha, cocina, camas y hasta un grupo electrógeno. Es una casa chiquitita. Podemos viajar y estar cómodos, sin depender de nada más", detalló.
En ese sentido, la travesía hasta Termas no fue directa. Antes de llegar al circuito, recorrieron distintas provincias, disfrutando del viaje tanto como del destino.
"Salimos de Buenos Aires, pasamos por Catamarca, hicimos el recorrido por Singuil y después volvimos a Santiago. Hacía un calor terrible. Estuvimos viajando 26 días, recorriendo y disfrutando", contó Águilar, sobre la tradición familiar.
Apenas terminó la edición de 2025, ya estaban pensando en la siguiente.
"Siempre nos preguntamos qué nos faltó, qué podemos mejorar para el próximo año. Si la carrera se va a Brasil, ya estamos viendo cómo ir en moto. Sería otra experiencia", adelantó con entusiasmo.
Lorena, su esposa, también disfruta de esta aventura, aunque reconoce que no siempre es fácil organizar el viaje con un niño pequeño.
"Me encanta. Pero hay que arrastrar al nene, y eso significa toda una logística. Aun así, la pasamos bien. Desde afuera, ves a la gente y su fanatismo. Es un choque de realidades: el que llega con una nave impresionante y el que vende tortillas para ganarse unos pesos. Es un mundo aparte", reflexionó “Lore”.
El plan original era salir con más anticipación, pero el calor del norte los hizo postergar la partida. "Les dije a las maestras del jardín: ‘Nos vemos la semana que viene’. Sabía que cuando volviera, mi hijo recién iba a empezar el jardín de verdad. Pero primero, primero esto", dijo Ola entre risas.
Para esta familia, el MotoGP no es solo un evento deportivo. Es una tradición, una pasión que se vive a su manera. Y aunque no ingresen al circuito, la esencia de la competencia está ahí, en cada rugido de los motores que retumban en la playa de estacionamiento, en cada anécdota compartida y en cada kilómetro recorrido para estar donde siempre soñaron.