La Municipalidad de Rosario presentó el jueves una estrategia para mitigar el impacto de las altas temperaturas. En los puntos donde el calor se intensifica por el asfalto y los edificios altos en el microcentro se instalaron “islas de sombra” para reducir la sensación térmica, que esta semana supera los 40°C. El sistema consiste en la colocación de toldos de material lavable, capaces de disminuir la temperatura en estas áreas. Aunque el proyecto aún no está finalizado, se espera que beneficie a los vecinos en los próximos veranos. La propuesta, que no parece a primera vista onerosa, parece necesaria en una ciudad donde los calores de verano son intensos, como Rosario, pero que debería ser estudiada como parte de las estrategias para dar fresco a las áreas urbanas en las que el cemento y la falta de sombra generan riesgo de golpes de calor para seres humanos y animales. Estudio que se hace necesario en estos tiempos en que las altas temperaturas del estío han resultado sorprendentes e incidieron en los altos e históricos consumos de energía por el uso de aire acondicionado.
Según informó el diario “La Capital”, la iniciativa apunta a puntos específicos de los sectores más calurosos de la ciudad. Se instalarán los todos y en varias partes habrá bancos y asientos para que las personas puedan descansar en espacios más frescos y además se plantarán árboles y se incorporarán canteros para aumentar la superficie absorbente y reducir el cemento. Las “islas de sombra” generarán un descenso térmico calculado entre cuatro o cinco grados, y su efectividad será evaluada por el Observatorio Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario.
En nuestro medio se han realizado algunas experiencias aisladas como las islas de refresco instaladas hace tres años en las peatonales en las esquinas de Mendoza y Maipú y Muñecas y Córdoba, pero a poco de funcionar el sistema que rociaba agua dejó de operar. Actualmente hay un programa “verde” que ha incorporado macetones con árboles, arbustos, plantas colgantes y enredaderas en zonas del microcentro, y que se expande en puntos específicos con más sentido ornamental que refrescante, como el “jardín vertical” del cruce de 24 de Septiembre y Marco Avellaneda, donde se colocan periódicamente plantas colgantes en las paredes de la ochava. La iniciativa de los macetones está teniendo réplicas en el sector privado, que en algunas esquinas ha instalado arbustos y arbolitos que dan sensación de frescura y ayudan en esta tarea.
La cuestión podría ampliarse a sectores que requieran refugios ambientales, ya sea con árboles, ya sea con toldos o gazebos (que pueden instalarse y sacarse en el día), por ejemplo, en veredas de bancos y oficinas de pago donde la gente hace cola a pleno sol.
Forestar puede significar sombra para dentro de dos o tres años. En este sentido, habría que revisar cómo se cumplen las normas que determinan la cantidad de árboles que debe haber en las veredas y el reemplazo de los ejemplares viejos o volteados por las tormentas. Por otra parte, los refugios ambientales pueden ser una respuesta inmediata, si bien han de formar parte de una discusión sobre las ciudades frente a las temperaturas del verano inclemente.