Alberdi y el carnaval

Alberdi y el carnaval

Apreciaciones de un joven Alberdi sobre los festejos en el periódico “La Moda”.

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“BAILE DE NEGROS. Carnaval de la época de Rosas”. Por Figari. “BAILE DE NEGROS. Carnaval de la época de Rosas”. Por Figari.
27 Febrero 2025

Elena Perilli de Colombres Garmendia

Historiadora - Junta de Estudios Históricos

No es demasiado conocida la faceta de Juan Bautista Alberdi como publicista y periodista. Entre 1837 y1838, junto a otros hombres de la Generación Romántica del Plata, editó una gacetilla semanal llamada “La Moda”. En plena etapa de Rosas, el tucumano, con el seudónimo de “Figarillo” (en homenaje al gran escritor español Mariano José de Larra, conocido como Fígaro) escribió numerosas notas sobre moda, literatura, teatro música y costumbres. Este último aspecto reviste singular interés, ya que podemos acercarnos a la vida cotidiana, los usos y las formas de sociabilidad en aquellos años. Me detendré en sus positivas e irónicas apreciaciones sobre la fiesta de carnaval, publicada en el número 15 de la revista, el 24 de febrero de 1838.

El carnaval comenzó a celebrarse en el Río de la Plata en el siglo XVII con la especial característica de combinar componentes medievales españoles con africanos, aportados por los esclavos negros. Desde sus comienzos, las autoridades con diversas medidas pretendieron poner freno a estas diversiones, sin embargo, esos intentos fueron infructuosos, pues en esos días, la ciudad quedaba en manos del pueblo y tanto los criados como los hijos de las familias principales se “empleaban en la misma chacota con la que se entretenía el último de los esclavos.” En el carnaval se rompían los límites que a lo largo del año contenían la vida privada y pública.

“LA MODA”. La gacetilla semanal que se editó entre 1837 y 1838. “LA MODA”. La gacetilla semanal que se editó entre 1837 y 1838.

Figarillo se regocijaba porque llegaban tres días de fiesta: “gracias a Dios que nos vienen tres días de regocijo y de alegría. Trabas odiosas, respetos incómodos, miramientos afectados que pesan todo el año sobre nuestras suaves almas, desde mañana quedan a nuestros pies, hasta el martes fatal, que no debería amanecer jamás.”

En los días de carnaval se veían las azoteas de la ciudad coronadas de lindas muchachas armadas de jarros, los jóvenes se entregaban al juego y los vendedores de huevos de olor ofrecían cantando su mercadería. También había bailes, música, entretenimientos; labores y trabajos se suspendían. La principal diversión consistía en arrojar puñados de harina o almidón en polvo.

Figarillo festejaba que, gracias a la civilización del siglo XIX, habría derecho a enviar pipas de agua, limpia o sucia, sobre el frac más pintado, para chasquear a todo el mundo. Y “al necio que por ello se incomodare, cencerrarle, silbarle, pegarle de vejigazos por inconsiderado e intolerante. Podemos estrellar un huevo relleno de lo que más nos dé la gana, sobre la frente más dorada, sobre las niñas de los más bellos ojos, sobre la nieve del más casto seno. Bien hayan las tradiciones de nuestros liberales abuelos.” Alberdi defendía el valor de esta celebración tradicional y expresaba “¡Ojalá sean inmortales como tantos otros legados que nos quedan y pensamos mantener aun por largos años!” Para los hombres de la Generación del 37 la voz del pueblo era sagrada y las masas debían ser guiadas. Tenían hacia ellas una actitud pedagógica.

Estas costumbres eran criticadas por la elite ya que preferían las máscaras y otras prácticas de los pueblos italianos. Unos años después, momentáneamente, se resolvería el problema con la introducción de bailes de carnaval en salones de clubes privados.

Hipocresía

Con fina ironía, Figarillo aludía a la hipocresía y consideraba que no era extraño gustar de las máscaras donde todo era disfraz y “solapa”. Entendía que el carnaval debía jugarse a cara descubierta, solo debía bastar que fuera una antigua costumbre para ser respetada. A aquellos que criticaban les preguntaba. “¿Qué es mejor, que le peguen a Ud. piojos, petardos, escarlatina, balazos, julepes, azotes o que le peguen huevazos?” y con sorna agregaba que había en el carnaval un placer higiénico, ya que el pueblo estaba propenso a la irritación gástrica y que el baño era un gran medio preventivo, con que acá por vía de salubridad pública, era de esperar que los buenos padres de familia pusieran toda el agua a disposición de criados, hijos y hasta de sus hijas solteras y casadas.

Refutaba a los que consideraban estas prácticas opuestas a la moral y al buen tono. “No sé cómo puede perderse en tres días una moral que cuenta doce meses menos los dichos tres días. Ni que fuese de cristal la moral para romperse de un huevazo”. No encontraba ningún argumento sólido para prohibir el juego de carnaval. Es más, aconsejaba a las personas racionales y de buen gusto que corran, mojen, salten, silben, chillen, cencerren, a su gusto a todo el mundo, ya que, por fortuna, lo permitían la opinión y las costumbres, que eran las leyes de las leyes. Recomendaba el cencerro y la silba especialmente para aquellos que se mostraban más austeros por necios y tontos.

“Cencerrear” consistía en tocar o sonar insistentemente cencerros o tocar un instrumento, sin arreglo a la música. Así también aconsejaba el agua pura con preferencia a la perfumada, el uso de la jeringa, con preferencia al jarro. Es que la jeringa tenía la ventaja del alcance y de la aptitud graciosa que su manejo exigía de la dama que la disparaba.

Finalmente, Figarillo insistía que era preciso conservarlo todo como un precioso legado de la cultura de los que no habrían de volver a nacer. “Si se pierden las costumbres ‘adiosito’, ya no hay de dónde sacar otras.” Figarillo, se aferraba a los aspectos más tradicionales de la fiesta en defensa de sus ámbitos de expresión.

Bibliografía

La Moda. Gacetín semanal de Música, Poesía, Literatura y Costumbres N° 15, Bs. As., 24/2/1838.

Pilar Gonzalez Bernaldo, “Vida privada y vínculos comunitarios: formas de sociabilidad popular en Buenos Aires, primera mitad del siglo XIX”, en: Historia de la vida privada en la Argentina, Fernado Devoto y Marta Madero (dir), Tomo I, Bs As 1999.

Ana Maria Bascary, Familia y vida cotidiana. Tucumán a fines de la colonia, Fac. de Fil y Letras, UNT, Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, Tucumán., 1999.

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#3 30 May 2023 11:27 Hs
Pregunto: ¿Las llaves de la puerta de entrada a Latino América que el Alberto le ofreció a Putín, se las entregó a los chinos o sólo les dio una copia?
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#2 30 May 2023 09:42 Hs
"inversiónes" jajaja. Eso es pedir yuanes para tirar hasta las paso.... Garcheta!
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#1 30 May 2023 09:19 Hs
Estos viajes en " busca de inversiones", de Massa y comitiva, a un costo de miles y Miles de dólares, nos recuerda a los lujosos viajes de MANZUR, en su paso como Gobernador en Tucumán. Registra diversos viajes a Israel, con la nuestra,por supuesto, los que justificaba igualmente como "viajes en busca de inversiones ". Obviamente, no se conoce ningúna inversión desde el exterior,resultante de estos viajes.Si se conoce,una compra de armas para la Policía, que hizo MANZUR ,pagando sospechosamente precios más altos que la media del mercado, algo que no se entendía. Los kirchneristas en el Poder, lo primero que hacen cuando llegan al Poder,es comprar aviones o helicópteros y viajan y viajan. Inversiones...nada. Pobreza...mucha.
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