
La defensa esgrimida por el presidente, Javier Milei, con relación al escándalo generado por su difusión de una criptomoneda, se transformó en uno de los temas políticos de la última semana. Más allá de los detalles de un caso que tiene distintas vertientes, los dichos del jefe de Estado abren la puerta al análisis de un asunto casi tan antiguo como la vida en comunidad: los límites entre lo público y lo privado, en especial para quienes son funcionarios.
En la antigua Grecia, Aristóteles definió al hombre como un “animal político”. Lo hizo para referir a la vida en “la polis”, definición que remite a la ciudad pero entendida esta como vida en comunidad en la que cada sujeto tiene derechos y obligaciones. Los romanos fueron rigurosos con las responsabilidades de los hombres públicos. Desde los tiempos del imperio que dominó Europa, viene aquella idea de que la mujer del César “no solo debía serlo, sino también parecerlo”.
A lo largo de la historia, la dicotomía entre público y privado fue analizada por múltiples pensadores. Pero desde hace miles de años pareciera claro que la percepción social era tan crucial como la conducta personal, especialmente para las figuras públicas y para sus allegados.
La filósofa política alemana Hanna Arendt planteó que aquella de la supremacía de los colectivo era propia de tiempos más antiguos, pero advirtió que la modernidad llevó a una primacía de la individualidad. Lo ocurrido en estos días podría encontrar allí una pieza suelta para explicar el rompecabezas del debate público.
En los estados modernos, las pautas de actividad de los funcionarios públicos y los límites con sus conductas privadas han sido limitados por ley. Se incluyen en lo que se conoce como “Ética Pública”, un concepto que refiere a principios y valores que deberían encauzar el comportamiento de los individuos que ocupan cargos públicos en una sociedad. Se trata de sostener la integridad, la transparencia y la honestidad entre quienes tienen que tomar decisiones que afectan al conjunto de los ciudadanos. Las normas tienen un sentido regulador, pero también responden pautas culturales de la sociedad en la que rigen. En algunos países, las conductas de sus dirigentes son auscultadas hasta el más mínimo detalle e incluyen el escaneo aún de sus relaciones familiares.
En la entrevista que le concedió a Jonatan Viale, Milei señaló que su mensaje en el que “difundió” la moneda $Libra había sido realizado como “ciudadano, desde su cuenta personal”. El periodista le recordó que él era el presidente y este le retrucó que en su perfil de X decía economista. En 1991, el entonces presidente Carlos Menem se transformó en noticia por recorrer el camino que une Buenos Aires con Mar del Plata al comando de una Ferrari 348-TB de color rojo y a 190 kilómetros por hora. El vehículo había sido “una atención” del empresario italiano Massimo del Lago, quien por entonces gestionaba la concesión de una autopista en Buenos Aires. El suceso pasó a la historia con una célebre frase del riojano: “la Feyari es mía, mía”.
Por esos años también, Antonio Bussi enfrentó un juicio político en Tucumán por cuentas abiertas en Suiza que no habían sido declaradas antes de asumir la gobernación. Para tratar de justificarse, ante el Tribunal de Honor del Ejército de las razones por las había mentido ante la prensa, dijo que había hablado como político y no como militar. El general que gobernó la provincia en dictadura y en democracia partía de la suposición según la cual los militares no mienten y los políticos sí. En otras palabras, dejó entrever que una misma persona puede ser varias a la vez.
En 2013, José Alperovich mandó a desalojar una concesionaria de autos de su familia horas antes de que se iniciara una sublevación policial que dejó a la provincia sin fuerzas de seguridad y en el que se registraron saqueos masivos. El listado podría incluir muchos otros ejemplos, pero resulta gráfico de un fenómeno que se repite.
Ese límite que separa a quienes s tiene poder y ventajas de aquellos que no lo tienen está presente todos los días en la vida pública. Y muchos lo cruzan ¿ Hasta donde se lo acepta, cuales son los actos razonables y cuales no? El debate está abierto.
PUNTOS DE VISTA
“Faltan mejores controles”
Graciela Ocaña
Legisladora CABA, ex ministra de Salud de la Nación
La distinción entre lo público y lo privado es una distinción ética. Por lo tanto, la confusión de sus límites es una grave falta y cuando hay un bien protegido por el derecho, un delito. Existe en la política una vinculación directa de esta privatización de lo público con los populismos, tanto de derecha como de izquierdas. La apropiación y libre disposición de lo público, ya sea mediante venta de empresas del Estado, del “loteo” de áreas de gobierno entre los intereses privados y la falta de rendición de cuentas propia de una república, aparecen con estas formas de ejercicios del poder. Los populismos en la Argentina han ido tomando diversas formas, desde el peronismo hasta el libertarismo. Max Weber denominó a esta forma de gobierno “patrimonialismo”, en donde el caudillo de turno, porque generalmente está acompañado por una exaltación del personalismo, confunde los bienes del Estado con sus bienes personales y dispone de ellos como tal. En la Argentina hemos visto distintos procesos viciados de este patrimonialismo y de la corrupción que implica. Desde las privatizaciones de Carlos Menem en la década de los 90, hasta la actual confusión en la participación del presidente Milei en el lanzamiento de una criptomoneda $LIBRA disponiendo de su influencia por el cargo que ejerce, generando un fraude financiero y ganancias para terceros. Necesitamos ampliar y fortalecer los sistemas de control de la administración de lo público. Que las instituciones encargadas de controlar no sean permeables a los intereses de quienes deben ser controlados. El Estado argentino necesita fortalecer sus resortes institucionales y empoderar a los funcionarios para que puedan cumplir con sus obligaciones sin salirse de las reglas fijadas La separación entre lo público y lo privado es esencial para el funcionamiento del sistema republicano de gobierno, para el sistema democrático y el respeto a la ética pública.
“Una idea que va mutando”
Javier Ghio
Ppolitólogo, director de la Clínica en Ciencia Política de la USPT
El surgimiento del capitalismo como nuevo orden económico y la burguesía como eje del orden social en el siglo XVI, marcaron el inicio del espacio público moderno. La necesidad de un mercado libre impulsó la creación de un espacio de intercambio entre individuos, requiriendo a su vez un orden político que regulara dichas interacciones. De esto se desprende la visión liberal donde la libertad individual se ejerce en el mercado (ámbito privado), mientras que el Estado (ámbito público) representa coerción y restricciones a esa libertad. Norberto Bobbio señala que la distinción entre lo público y lo privado radica en su utilidad y valor: mientras lo público se centra en el interés común. Los límites entre ambas esferas están definidos por normas sociales, morales y legales, estableciendo fronteras claras y generalmente inamovibles. Para Laclau y Mouffe el espacio de lo público es un lugar intersubjetivo, contingente y de encuentro, de disputa y de construcción de hegemonía. Estos espacios pueden alcanzar diferentes grados de organización y articularse de tal manera que lleven al campo de lo público cierta visión construida en común del mundo. Por lo que esta construcción es “política”, es decir, se pueden tematizar asuntos que en algún momento se los consideraba parte del mundo privado y volverlos públicos: la decisión es política. Desde esta perspectiva, podemos sostener que el campo de la relación entre lo público y lo privado está en permanente reconfiguración. ¿Cuáles son los límites de lo público y lo privado? ¿Los establecidos por la visión liberal decimonónica donde el espacio de libertad es lo privado mientras que el espacio de dominación es lo público o el límite es difuso y responde al momento político y social vigente? En el caso argentino actual esta última postura pareciese imponerse aunque, queda claro, que esta es una decisión que no sólo le corresponde evaluar a las instituciones sino a la sociedad civil en su conjunto.
“Hay que hacerse cargo”
Susana Maidana
Doctora en Filosofía UNT
Es imposible separar lo público y lo privado porque lo que nos caracteriza como humanos es que somos seres simbólicos. ¿Qué quiere decir esto? Que somos seres lingüísticos, que con el lenguaje damos sentido a las cosas que nos rodean. El existencialismo ha abonado mucho en la idea de que somos una existencia, que nosotros somos lo que hacemos de nosotros, que nuestras elecciones no son gratuitas. Sartre decía que somos necesariamente nuestra elección, y no podemos no hacernos cargo de nuestras elecciones. Nosotros podemos cumplir diferentes roles. Yo cumplo el rol de madre, de abuela, de pareja, cumplo el rol de amiga, eso es muy diferente a poder distinguir lo público de lo privado especialmente en momentos como los actuales, que vivimos dentro de realidades inconmovibles, como se dice en filosofía. El ser humano no es estático, sino que cambia. Hanna Arendt, una filosofa muy interesante, sostuvo que fueron los griegos los primeros que distinguieron entre lo público y lo privado. Una cosa es la organización natural de la familia, de la casa, y otra es el dios politikos o la vida política. Aristóteles, en el siglo IV A.C., veía al hombre como un animal político. ¿Por qué político? Porque somos seres del lenguaje, porque actuamos y hablamos y le damos sentido a las cosas. ¿O quién creó los nombres de las cosas que nos rodean, sino el hombre? Entonces, también este tema está vinculado con la libertad. La libertad exige la responsabilidad. Todos nuestros actos libres debemos hacernos cargo de la responsabilidad y de las consecuencias de nuestros actos. Sartre decía que el hombre está condenado a ser libre, y creo que esa es la clave para dilucidar esto que estamos discutiendo. ¿Estamos condenados a ser libres? Tenemos que hacernos cargo de lo que decimos y de lo que hacemos. Los seres humanos somos responsables de nuestra vida, no hay excusa. Eso aplica para el presidente y para cualquier hombre.