Crónicas del viejo Tucumán: edificio histórico en peligro

Crónicas del viejo Tucumán: edificio histórico en peligro

Desde el Cabildo, que fue derruido, parece ser parte de la cultura tucumana no dar valor a las construcciones características de la sociedad de antaño.

FEBRERO DE 1908. El Club “El Círculo” se erige como sitio social en un Tucumán lleno de tensiones políticas. FEBRERO DE 1908. El Club “El Círculo” se erige como sitio social en un Tucumán lleno de tensiones políticas.
23 Febrero 2025

Por José María Posse / Abogado, escritor, historiador

Parecería ser parte de la cultura de los tucumanos la de no dar valor a los edificios históricos de nuestro ejido urbano. Tuvimos uno de los Cabildos más importantes del interior del país que fue derruido; igual suerte corrió la casa donde nacieron Juan Bautista Alberdi y Bernardo de Monteagudo; la casona de Bernabé Aráoz donde se llevaron a cabo reuniones preliminares del Congreso de Tucumán. De la casa donde nació el presidente Avellaneda sólo queda la mitad, al igual que el edificio de la Peña el Cardón, hogar de la familia Ávila Aráoz, también escenario de acontecimientos importantes de nuestra historia. La casa de campo que perteneció a los Roca en el Colmenar, parece condenada a desaparecer; esto sin contar las estructuras de los viejos ingenios, destacando el del ex ingenio Esperanza en Delfín Gallo donde funcionaron las primeras máquinas centrífugas a vapor que conoció el país. Todos parecen tener un mismo destino: la destrucción.

En LA GACETA del 21 de julio de 2013, el Dr. Carlos Páez de la Torre (h) nos advertía: “La piqueta ha trabajado a destajo en San Miguel de Tucumán hasta nuestros días. No se detiene desde hace ya más de un siglo y medio. Esto es evidente, cuando se examinan las primeras fotografías de exteriores de nuestra ciudad (tomadas todas en los últimos años de la década de 1860) y se advierte que, ya entonces, no estaba en pie ninguna construcción colonial, pública o privada. Con Buenos Aires, tenemos el dudoso privilegio de revistar entre las muy contadas capitales que demolieron su Cabildo. De nuestro frenético afán de derrumbar no se salvó ni siquiera la Casa de la Independencia. Como es sabido, en 1904 se la demolió íntegra, con la sola excepción del Salón de la Jura. Sería reconstruida recién en 1943”. Nuestro inolvidable historiador nos recordaba, cuando se derruyó la gran casona de los Méndez, frente a la Plaza Independencia y que había sido sede del Club social: “…no se levantó una sola voz oficial que sostuviera la necesidad de preservar esa pieza tan notable de nuestro escaso patrimonio arquitectónico”.

Crónicas del viejo Tucumán: edificio histórico en peligro

El edificio

Imponente, se yergue frente a nuestra Plaza Independencia el edificio del Jockey Club de Tucumán, que corre el riesgo de engrosar la penosa lista que hemos referido. A la falta de mantenimiento, se le suma el cambio de usos y costumbres sociales. Los socios prácticamente no lo visitan y sólo en ocasiones sus espaciosos salones son utilizados para fiestas o reuniones de cierta importancia. Son otros tiempos y otras gentes; de los tiempos en los que la que fuera la sede social más imponente del interior de país, al tiempo actual donde el emblemático edificio va quedando desolado. Ello sellaría la suerte de la sede del club, que fue, durante décadas, escenario indispensable de la actividad social, cultural y política de la provincia. Hagamos un poco de historia, para entender que más allá de ser una de nuestras joyas arquitectónicas, esas paredes guardan las voces y los pasos de muchos protagonistas de un Tucumán próspero y pujante, faro indiscutido del NOA.

El círculo

A principios del siglo XX, Tucumán era un hervidero industrial, económico y político. Todavía quedaban latentes viejos enconos entre familias unitarias o federales, por entonces diferenciados en radicales y conservadores. Las referidas diferencias políticas, hacían incómodas, cuando no insoportables ciertas tertulias, donde convergían fracciones enfrentadas, algunas de ellas que habían dirimido a tiros sus diferencias. Tal el caso de la Revolución juarista de 1887, que derrocó al gobernador tucumano de entonces y tiñó de sangre las calles circundantes al Cabildo. Por ello, entre otras cuestiones inconducentes para el artículo, un grupo de caracterizados ciudadanos, muchos de ellos poderosos industriales azucareros, decidieron fundar el Club “El Círculo” el 18 de Febrero de 1908. Su objetivo inicial fue el de mantener un “centro social de cultura”.

Era un grupo homogéneo, cerrado (como su nombre lo indicaba), podría decirse exclusivo, al estilo del Circulo de Armas de Buenos Aires. Tenía un número máximo de 175 socios y un sistema riguroso de admisión, por votación secreta con “bolillas negras”. La primera planta del club se inauguró en 1916 para las fiestas del Centenario y las restantes estuvieron terminadas en 1924. El edificio fue obra del arquitecto Luis Martín y lo construyó la empresa de Ricardo Lambertini. Martín era un reconocido profesional de Buenos Aires, muy cotizado en su época, autor de importantes residencias. Era un profesional fiel a la arquitectura borbónica francesa; diseñó el edificio en tres plantas con las características de ese estilo, muy propio de la Argentina del Centenario. “En el interior, la majestuosidad de la escalera, los espejos como elemento de amplitud, el tratamiento de Treillage en las paredes del jardín de invierno, completaban el local majestuoso del que Tucumán bien pudo enorgullecerse en la época en que se erigió, y del que debe seguir enorgulleciéndose hoy”, señala Páez de la Torre en un libro de su autoría sobre la historia del club. El arquitecto Alberto N. Nicolini destacaba entre los muchos valores del inmueble “…el grado de acople de la fachada, de integración con los edificios vecinos, por encima de la disimilitud de estilos. Esa cuadra de calle San Martín, es acaso la más armoniosa del sector céntrico, característica que sería interesante conservarle, poniéndola al margen e esa fiebre de la piqueta que tanto daño ha causado al paisaje urbano de Tucumán”, nos enseñaba el destacado profesional de la arquitectura, uno de los pioneros en fomentar la conservación del patrimonio histórico edilicio de la provincia, a través de su cátedra universitaria e innumerables escritos.

Edificio emblemático

Lo cierto es que desde 1916 a la fecha, señorea este espléndido palacete, uno de los primeros con ascensor, frente a la plaza Independencia, sede del actual Jockey Club de Tucumán. El primer presidente del Círculo fue don Lautaro Posse, imaginativo hombre de la sociedad tucumana de entonces, hijo del gobernador Wenceslao Posse, pionero de la modernización de la Industria Azucarera, él junto a su hermano Ángel fueron los mentores y gestores de la iniciativa de fundar un club y dotarlo de un edificio magnífico. Fueron famosas las fiestas para el 9 de Julio, que a veces asistía el gobernador de la provincia de turno. En la ocasión hacían la “presentación”, las señoritas casaderas de la ciudad. Durante décadas fue el gran evento social de la provincia. En las mesas del bar de esa institución, se tomaban a diario decisiones que en mucho influirían en la vida económica y política del Tucumán de entonces. El poder detrás del poder, se ejercía en esos salones, en donde en más de una ocasión los socios se retaron a duelo, lavando a primera sangre su honor o el de su familia. Eran tiempos donde el honor, tenía el valor exacto para ser considerado el eje moral de una forma de vida. Al igual que el Jockey Club y el Círculo de Armas de Buenos Aires, llegó a contar en su entrepiso con habitaciones para que se alojaran temporariamente los socios que lo necesitaran, o visitantes miembros de algún club que tuviera reciprocidad con el Círculo.

Paso del tiempo

Pero la generación fundadora del club fue muriendo y la falta de socios se hacía evidente a la hora de afrontar los gastos del suntuoso edificio, que no eran pocos. Existía además el Club Social y en una sociedad tan pequeña como lo era el Tucumán de entonces, la coexistencia de dos clubes con los mismos objetivos y para entonces muchos socios en común, resultaba un contrasentido. Gracias a la mediación de varios asociados entre los que destaco al Dr. Eduardo Frías Silva, finalmente se logró la fusión entre ellos.

El Jockey Club

El Jockey Club de Tucumán se fundó el 14 de Octubre de 1939 como consecuencia entonces de la fusión de dos clubes: el Club Social y El Círculo. Fue su primer presidente el Dr. Eudoro Avellaneda, hombre público de excepción, además de destacado industrial al frente de los Ingenios Los Ralos y Santa Lucía, que pertenecían a su familia. Avellaneda concretó el anhelo de muchos, quienes venían bregando en la conformación de un solo club, que concentrara esfuerzos que mejoraran los servicios a sus asociados.

Hipismo

El Jockey Club consiguió en 1941 la explotación del Hipódromo del parque 9 de Julio: de esta manera pasaba a regular todo lo atinente a la actividad hípica tucumana, lo que fue, de alguna manera, la razón de ser de la fusión de los referidos clubes en un “Jockey Club”. Se entendía en los considerandos de la legislatura de entonces: “que era la única institución que por su autoridad y moralidad, podía llevar a cabo la ardua tarea de dirigir los destinos del Hipódromo de Tucumán…”. Debe destacarse que los comienzos del Hipódromo fueron posibles gracias a la esforzada labor de la primera comisión de carreras del club, que presidió el Dr. León Rougés. Actualmente la Caja Popular de Ahorros de la Provincia es la que explota la actividad hípica en la provincia.

El golf

La actividad del golf en la provincia, tuvo su nacimiento a consecuencia del viaje de cuatro amigos a Europa. En 1929 el Dr. Máximo Cossio Etchecopar y su hermano Juan Carlos, junto a Luis F Nougués y el Dr. Raúl Frías Silva fueron testigos de un partido de golf en la ciudad francesa de Ormesson. Allí mismo concibieron la idea de formar en Tucumán, un club que fomentara la práctica de este deporte, por entonces desconocido en la provincia. El 7 de Septiembre de ese mismo año quedó conformado el primer club de golf de Tucumán, presidido por el Dr. Máximo Cossio Etchecopar. Gracias a la incansable gestión de su presidente, el 24 de Julio de 1931 se compró en Yerba Buena, la finca “Alpa Sumaj” (“tierra linda”, en quichua) compuesta por 25 hectáreas.

Bajo la dirección técnica de William Cross se plantaron 2.000 árboles propios de la zona en el desarrollo de los primeros 9 hoyos. La construcción del club house fue responsabilidad del reconocido arquitecto José Graña. Esa recordada primera sede, de aspecto colonial, sería destrozada en un atentado terrorista en 1971, en aquellos tiempos de plomo y horror sin cuento. La actual data de 1977. En el año 1946, el Golf Club de Tucumán pasó a formar parte del Jockey Club. Recién en 1962 quedaron habilitados los restantes 9 hoyos, lo que permitió que desde 1965 se organizara el Campeonato Abierto del Norte de la República Argentina. Al construirse las nuevas instalaciones, sobre los antiguos cañaverales del ingenio San José, se desarrollaron otros 18 hoyos. Con ello, el golf del Jockey Club de Tucumán tiene la exclusividad en el NOA de poseer 36 hoyos, uno de los cinco en todo el país que cuenta con canchas de tanta envergadura.

Actualidad

Luego llegaron al club para quedarse deportes como el Rugby y el Hockey, el tenis, la natación, a escuela hípica, entre tantas actividades que las nuevas instalaciones en Yerba Buena brindan a sus socios, y que se corresponden con los gustos actuales. Pero la vieja sede fue perdiendo su brillo; ya nadie se reúne para las tardes de Bridge o de dominó, ya nadie se junta alrededor de las mesas de pool o las tertulias culturales que organizaba el recordado “Chuly Cartier”. El bar con ese espléndido vitreaux que se matiza con colores, luces y sombras según la hora del día, agoniza en soledad. Los otrora espléndidos salones van perdiendo la batalla contra la humedad. Claramente existen otras prioridades en áreas del club que son más utilizadas, como las que se concentran en la sede del nuevo golf. Cuestiones presupuestarias sin duda, y es lógico que así sea; pero el paulatino deterioro del edificio referido debe ser tomado en cuenta a tiempo, antes de que sea irreversible. Fantasmas de tiempos idos suben y bajan las espléndidas escaleras de mármol, que pisaron generaciones de tucumanos que pertenecieron a una aristocracia de méritos propios, no heredados. Ya hace unos años, se barajó la idea de entregar la sede a una empresa constructora, a efectos que edifique allí un moderno edificio a cambio de algunos pisos para la institución; idea que no prosperó gracias a la gestión de presidentes y dirigentes de fuste, entre los que destaco al inolvidable Manolo Avellaneda, César Paz, Richard Quintana, entre otros.

Soluciones

La evidente realidad es que el edificio se muere y se necesita de una fuerte suma de dinero para volverlo a su esplendor. Ideas sobran, como lo es la de convertirlo en un “centro cultural” de entidad, cual fue paradójicamente el sentido de su fundación. Sin la necesidad de vender el inmueble puede licitarse una concesión de usos para un grupo inversor que se haga cargo de los arreglos de fondo. El lugar es emblemático, su ubicación inmejorable, la belleza de su arquitectura; ese ascensor que parece transportarte a otro siglo; la vista a nuestra plaza principal que en primavera se convierte en una paleta de colores. En los países que funcionan, éste tipo de edificios no solo se conservan, sino que se refuncionalizan. No puedo imaginar un lugar mejor para una reunión de negocios; para un homenaje, para una serie de charlas, ciclos, conferencias, capacitaciones, etc. También se pueden crear áreas de trabajo remoto para personas que vienen de otras provincias o ciudades de la nuestra. En fin: los socios con poder de decisión del club tienen la última palabra; está en ellos que el legado de quienes hicieron del Jockey Club de Tucumán un modelo a seguir en la Argentina, tenga su broche de oro en la recuperación de ese edificio histórico para las generaciones futuras.

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