
Por las calles de Tucumán, a bordo de un ómnibus de la línea 124, es probable que más de un pasajero se sorprenda al reconocer al chofer. “¿Vos no jugaste en San Martín?”, le preguntan algunos. Otros, con más memoria, lo recuerdan de sus pasos por Argentinos del Norte o Central Norte. Y los amantes de la farándula, incluso, saben que alguna vez desfiló junto a figuras de la talla de Valeria Mazza y Natalia Oreiro. Walter Meija está a punto de cumplir 50 años y carga con una historia de vida que se mueve entre el fútbol, el modelaje, el transporte público de pasajeros y la formación de jóvenes jugadores.
“Mi trayectoria fue muy linda; tuve la dicha de jugar en un club tan grande como San Martín de Tucumán. Esa fue la frutilla del postre”, cuenta con orgullo. No obstante, su recorrido futbolístico estuvo lejos de ser una línea recta.
Como muchos chicos tucumanos, empezó a patear la pelota en el club más cercano a su casa; en su caso Atlético. En 1988, con 13 años, se consagró campeón nacional jugando de delantero. Pero su camino pronto tomó otro rumbo.
“Por cuestiones de estudio me fui a Argentinos del Norte, en donde debuté en Primera a los 17 años con Guillermo ‘Pucho’ Reynoso de entrenador. Ese club marcó mi carrera”, recuerda.
Desde ahí, su vida se convirtió en un ir y venir entre distintos equipos, posiciones y categorías. En 1999, el club necesitaba un zaguero central. Aunque su puesto natural era de “9”, Meija aceptó el desafío y terminó destacándose como defensor. Dos años después, volvió a pedir jugar como delantero y se consagró goleador de la Liga Tucumana.
“El ‘2’ sabe todos los movimientos del ‘9’ y viceversa. Son puestos que se complementan”, explica.
El 2002 le trajo la oportunidad de jugar en San Martín, aunque nuevamente en la zaga central. “Acepté porque estar en San Martín era un sueño”, admite. Su carrera siguió con pasos por Central Norte, Amalia, Sportivo Guzmán y hasta un breve paso por Central Entrerriano de Gualeguaychú, en donde debutó en un clásico con la cinta de capitán y marcó los dos goles del triunfo.
A los 35 años decidió cerrar su etapa como futbolista de la mejor manera posible: salió campeón con Amalia en 2010 y anotó en la final, nada más y nada menos que en La Ciudadela. “No sé si fue suerte o si me tocó una varita mágica, pero siempre llegaba a la pelota en el momento justo”, dice entre risas.
En paralelo al fútbol, Meija incursionó en el modelaje. “Una amiga me llevó a un desfile y lo tomé como un hobbie. Imaginate; jugaba en Argentinos del Norte y a la noche desfilaba con Nicole Neumann y Horacio Cabak”, recuerda con nostalgia y una sonrisa que no le entra en su cara.
En aquellos años, la dualidad entre futbolista y modelo no era común, pero a él no le importaba. “Me decían ‘el Top Model’. Yo lo disfrutaba, pero siempre supe que lo mío era el fútbol”, asegura.
Más allá de lo superficial, sostiene que el modelaje le dejó aprendizajes valiosos. “Te enseña a tener presencia, a saber cómo moverte, cómo comportarte en una mesa. Son cosas y situaciones que también sirven para la vida”, afirma.
El fútbol no terminó con su retiro. En 2006, mientras aún jugaba, comenzó a estudiar para ser entrenador. “Me adelanté en ese paso porque sabía que cuando dejara de jugar quería seguir ligado al deporte”, cuenta.
Su primera experiencia como entrenador fue en Amalia en 2011. Luego dirigió en Catamarca y en Concepción del Sur, hasta que en 2020 le llegó una oportunidad que no pudo rechazar: trabajar en las inferiores de San Martín. “Era mi materia pendiente”, admite.
Meija divide su tiempo entre la formación de juveniles y su trabajo como chofer
Desde entonces, formó a distintas categorías y como DT consiguió títulos con las divisiones 2007, 2008, 2009 y 2010. El año pasado, cerró un ciclo perfecto: sus equipos de infantiles e inferiores salieron campeones y, además, vencieron en el clásico a Atlético.
Para Meija, la tarea del entrenador va más allá de enseñar a jugar al fútbol. “No todos van a llegar a Primera, pero sí pueden construir amistades que le van a servir para toda la vida”, reflexiona.
Meija creció jugando en los potreros, esos espacios en los que la pelota era la única dueña del tiempo y el aprendizaje venía con cada patada y cada caída. Por eso, cuando escucha a los chicos hablar en códigos tecnológicos, siente que algo se perdió en el camino. “El otro día le pregunté a un pibe de qué jugaba y me dijo ‘ED o EI’. No entendía nada, después me explicó que era extremo derecho o izquierdo porque así aparece en la Play Station. Es todo Play para ellos”, cuenta entre risas.
Pero detrás de la anécdota hay una preocupación real: el fútbol se está alejando de los más chicos, algo impensando para los que peinan canas e, incluso, para los de su generación.
Su desafío como formador es que vuelvan a sentirlo y ayudarlos a vivir el deporte más allá de la virtualidad porque, al final del día, el fútbol se juega en la vida real.
También advierte sobre el rol de los padres en el proceso. “Muchos son futbolistas frustrados y quieren que sus hijos logren lo que ellos no pudieron. A veces los obligan a hacer algo que no los hace felices y eso tampoco está bueno”, asevera.
Su propio hijo es un ejemplo de que la pasión no siempre se hereda. “Vivió siempre rodeado de fútbol, pero nunca le interesó. Jugó rugby, básquet y hoy está en cuarto año de abogacía. Lo importante es acompañar sus sueños, no imponerles los nuestros”, sostiene.
Meija destaca que, más allá de la técnica o del talento, lo esencial en la formación de los chicos es el acompañamiento y la enseñanza de los valores que trascienden el fútbol. “Uno trata de formar futbolistas, sí; pero sobre todo trata de formar personas”, dice con convicción.
Actualmente, además de ser entrenador Meija trabaja como chofer de colectivo. “A los 37 años me pasé a manejar porque acá en Tucumán del fútbol no se puede vivir”, explica. Por ese motivo, reparte sus días entre el volante, la cancha, la formación y la familia.
A veces, algún pasajero lo reconoce y le recuerda un gol, un partido y hasta un campeonato. Y para él, ese es su mayor tesoro. “Con el fútbol no hice mucha plata, pero lo que me hace millonario es el cariño de la gente”, afirma con humildad.
Cuando mira hacia atrás no se arrepiente de nada. “Puedo lamentar algunas decisiones, pero no lo que hice. Todo lo que viví me llevó a donde estoy hoy. Y la verdad, estoy donde quiero estar”, concluye Meija, que metió goles, los evitó, posó con famosas y hoy lleva a destino a miles de tucumanos.
Producción periodística: Sofía Lucena