Veteranos de Beagle: “Queremos que la historia nos reconozca”

Veteranos de Beagle: “Queremos que la historia nos reconozca”

Hace más de cuatro décadas, un grupo de soldados se preparó para una guerra que no sucedió: el conflicto con Chile.

24 8
SIEMPRE LISTOS. No fueron a la guerra, pero se prepararon intensamente para defender al país. la gaceta / fotos de franco vera SIEMPRE LISTOS. No fueron a la guerra, pero se prepararon intensamente para defender al país. la gaceta / fotos de franco vera

El dos de febrero de 1979 un mar de personas salió a la calle para recibir como héroes a saldados de una guerra que nunca estalló. La capital tucumana abrazó a hijos, padres y hermanos, que habían partido el 19 de diciembre de 1978, sin estar seguros de que regresarían. Hoy, a 46 años de esa vuelta gloriosa que sí se produjo, los veteranos del Beagle cuentan los detalles de una disputa que llegó a la paz con firmas y no con armas.

El “Conflicto de Beagle” fue una tensión territorial entre Argentina y Chile, y surgió principalmente a raíz de la soberanías sobre las Islas Picton, Nueva y Lennox, ubicadas en el Canal Beagle, en el extremo sur de América del Sur. Este canal separa el continente de la Isla Grande de Tierra del Fuego de las islas más pequeñas, que son reclamadas por ambos países. comenzó en los años 70, aunque sus raíces se remontan a los siglos XIX y principios del XX.

En 1978, la discusión llegó a un punto crítico. Las tensiones entre ambos países aumentaron, y la posibilidad de un enfrentamiento militar se hizo más real. Argentina, bajo el gobierno de la dictadura militar, consideraba que las islas eran parte de su territorio, mientras que Chile –con Augusto Pinochet a la cabeza- las veía como parte de su soberanía.

La figura del Papa Juan Pablo II apareció entonces para intervenir de manera decisiva. Él ofreció su ayuda para mediar entre ambos países y en 1984, luego de años de negociaciones, se firmó el Tratado de Paz y Amistad, que resolvió la disputa territorial. No obstante, mucho antes de ese acuerdo sellado con tinta, hubo jóvenes preparados para defender la patria que vivieron en condiciones límites.

Hugo Páez, Alberto Albarracín, Manuel Cazorla, Mario Maidana, Luis Luján, Héctor Soraire, José Gil, Dante González, Manuel Carrizo y Horacio Fernández abrieron el baúl de sus recuerdos.

AYER NOMÁS. José Gil muestra la foto de cuando fue movilizado.

A los 18 años

“No somos veteranos de guerra. Somos veteranos del Beagle”, remarca Hugo Páez, uno de los ex soldados del Regimiento 19 de Infantería de Tucumán que fue movilizado a la frontera con Chile a proteger a su país. Ellos volvieron sanos y salvos. Aunque sus cabezas y sus corazones aún tienen cicatrices por lo que vivieron con tan solo 18 años.

Los combatientes vivieron por más de un mes a la expectativa de una guerra que podía estallar en cualquier momento. Sufrían el calor durante el día, con un sol abrazador y 38 grados de temperatura. Por las noches, en cambio, el termómetro se desplomaba hasta los cinco grados bajo cero.

“La experiencia que tuvimos allá fue de mucho sufrimiento. De mucha incertidumbre. Extrañamos a nuestras familias y nos dolió la lejanía en fechas importantes, como el 24 y el 31 de diciembre”, rememora Páez. Comenta que una vez allá, a ellos les informaron día y hora del ataque argentino. “Los barcos artilleros partieron a hacer la conquista, pero una tormenta muy fuerte sucedió en el mar, e impidió que avanzaran las tropas argentinas, además de dar tiempo para que intervenga el Papa, con su enviado el cardenal Antonio Samoré. Esto impidió una guerra que pudo haber dejado muchas víctimas”, relata.

En la frontera

“Cubrimos toda la frontera con Chile. Desde el norte hacia el sur. Para adaptarnos nuestro jefe de compañía, el capitán Ariel Valdiviezo, nos sacaba a caminar con la idea de aclimatarnos. Todos los días desde las 8 hasta las 13 caminábamos con el equipaje completo. Teníamos que estar siempre listos”, rememora el veterano Horacio Fernández.

Cerca de él, su compañero Héctor Soraire se suma a los recuerdos y menciona que en una de esas extenuantes jornadas en las que aguardaban órdenes, les pidieron cavar trincheras y cuando empezaron a hacerlo, los sorprendió el granizo más grande que haya visto en su vida. “Cayeron piedras enormes. En seco porque no llovió”, detalla. Junto a Luis Luján, Soraire también se acuerda del hambre y que sus madres cocinaron viandas y juntaron cigarrillos que nunca llegaron. “Comíamos muy mal. Buñuelos en mal estado que ingeríamos sólo porque era peor el hambre. Nos daban un litro de agua a cada uno, por lo que los días de calor sólo la usábamos para consumo y limpiábamos con arena nuestros utensilios. Todos nuestros recursos eran escasos”, indican.

“En lo psicológico también fuimos dañados, porque al comprender que nosotros íbamos a una guerra el impacto era muy grande”, completa Luján.

DURA EXPERIENCIA. Los veteranos pasaron un mes de preparativos.

Como Messi

“Miles de personas se volcaron a las rutas y calles por donde se desplazó el convoy motorizado para saludar con alborozo el paso de nuestros soldados. Las banderas argentinas flamearon a lo largo de todo el recorrido, agitadas sin cesar por el vecindario que cubrió con una lluvia de flores y papeles picados a la caravana. Los gritos de ¡Argentina! ¡Argentina! y ¡Viva la Patria!, junto con la emoción sin límites de los familiares de los efectivos, enmarcaron la lenta marcha de la columna”, se lee en la edición del tres de febrero de 1979 de LA GACETA que contó el regreso triunfal de los soldados.

Todos los que participaron en esta nota se emocionan al traer este recuerdo a su memoria, a la vez que reconocen la sorpresa de tamaño recibimiento. “Un compañero nuestro dijo que para compararlo con el ahora, en ese momento nos sentíamos como Messi y la Selección Argentina cuando volvimos por la cantidad de personas que había en todas las zonas”, recuerdan. “Era un mundo de gente. Desde Tapia nos estaban esperando hasta llegar al cuartel, al regimiento 19. Demoramos horas en llegar, y después vivimos la emoción de reencontrarnos con nuestros compañeros que quedaron de guardia. La emoción de abrazarse nuevamente con los familiares. Era inevitable derramar una lágrima”, relata José Gil.

Luego describe un sentimiento tan suyo como del resto de los presentes: “estamos orgullosos de haber vestido el uniforme verde oliva y de haber podido servir con tan solo 18 años a nuestra nación. Éramos poco más que unas criaturas pero supimos ser todos unos hombres para defender la patria”.

Un deseo

Manuel Cazorla tiene entre sus manos un sobre que contiene un proyecto de ley que redactado por los veteranos del Beagle, para que el Conflicto de Beagle, su historia y el tratado de paz que lo terminó, se enseñe en las escuelas de toda la provincia. “No queremos que todo esto muera, porque sentimos que con el tiempo va a morir. En cambio tenemos la confianza en que si se enseña en las escuelas, la juventud se va quedar con algo de todo lo que se ha vivido”, reflexiona. Y Páez se suma para desear: “Queremos que se sepa lo que pasó con los soldados de la clase 58 y casi guerra con Chile. No luchamos por un resarcimiento económico, sino para que la historia nos reconozca”.

Tamaño texto
Comentarios 8
suscribite ahora
Informate de verdad Aprovechá esta oferta especial
$5.999 $2.999/mes
Suscribite ahoraPodés cancelar cuando quieras
Comentarios
Cargando...