Milei, CFK, populismo y polarización: cuando las acusaciones de ser un “facho” se banalizan

Milei, CFK, populismo y polarización: cuando las acusaciones de ser un “facho” se banalizan

Por Hugo E. Grimaldi.

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Milei, CFK, populismo y polarización: cuando las acusaciones de ser un “facho” se banalizan IMAGEN TOMADA DE ADN RIO NEGRO
01 Febrero 2025

Más allá de haber exhumado con cierta gracia el calificativo “cachivache” por parte de Cristina Kirchner en relación al discurso de Javier Milei en la tribuna de Davos, ambas puntas de la grieta se han acusado mutuamente por estos días de ser “fascistas”, nada menos. Desde el fondo de la cuestión, resulta más que probable que tamaña (des) calificación tenga que ver con las nefastas características populistas de ambas porciones extremas del espectro político de la Argentina, allí donde se regodean los ultras de cada espacio, kirchneristas y libertarios casi por igual.

Ninguna de las dos partes orina agua bendita por cierto, pero tan despreciable caracterización, que busca poner al adversario en la vereda de lo más abominable de la historia del siglo XX, exagera nítidamente la nota más allá de que tanta ligereza en el uso del calificativo contribuye a banalizar (y quizás hasta justificar) sus significados más aberrantes. Lo cierto es que todo gira por estos días en materia política en ver quién es más “facho” que el otro y eso genera preocupación.

Dicha deformación, la del populismo a ultranza, ajeno a cualquier postulado republicano por cierto, parece haberse apropiado de muchos de los atributos más despreciables del fascismo totalitario, un nefasto combo impregnado por un porcentaje –ya se verá en cada caso- de autoritarismo, imposiciones, nacionalismo cerril y rechazo a la democracia liberal. ¿Quién puede tirar la primera piedra, entonces?

Tal como la Argentina se había apegado en materia económica a la frustrante receta del “Modelo de acumulación con matriz productiva diversificada e inclusión social” que lo llevó a rascar en el fondo de la olla y de seguir así, a postergar para siempre sus ilusiones de prosperidad, de 2003 para acá en cuestiones políticas se siguieron lineamientos de neto corte populista, enseñanzas que fueron tomadas como Biblia por parte del kirchnerismo, las que no terminan al día de hoy de ser dinamitadas. Más bien han cambiado de signo, un modo casi de subestimar a una ciudadanía que probablemente quiera, pero que aún no sabe cómo despegarse de tal adicción.

Las encuestas de opinión pública le reconocen al presidente Milei haber avanzado mucho en ponerle fin a la orgía de financiamiento del proceso kirchnerista, cuyo principal impuesto era la inflación. En ese aspecto, la población parece haber entendido muy bien y aguanta como puede, pero aguanta. Pero, en paralelo y por más “batalla cultural” que se proponga llevar adelante el gobierno nacional, lo que parece que no se abandona, más bien se exacerba, es el populismo como fundamento de la reconstrucción.

Hablar de movimientos populistas de izquierda y de derecha se utiliza en el mundo para describir un estilo de política que se centra en la conexión directa entre el líder y su pueblo, a menudo en detrimento de las instituciones y de los procesos democráticos tradicionales. Algunas de las características comunes del populismo incluyen el anti-elitismo (los defensores del pueblo contra sectores políticos, económicos o culturales o sea la “casta”, en idioma libertario o el “entreguismo al establishment”, al decir K) y, sobre todo, el nacionalismo exacerbado, el apego a la emoción y el autoritarismo.

La izquierda populista enfatiza la lucha contra la desigualdad económica y social y, a menudo, se centra en la protección de los derechos de los trabajadores y de los sectores más vulnerables, mientras apela al garantismo en materia judicial. En tanto, la derecha de ese mismo estilo enfatiza la protección de la identidad nacional y de la soberanía y de centrar en la lucha contra la inmigración, el cambio climático y los postulados wokistas.

Es verdad que hablar de populismo no es sencillo porque todas sus formatos no son iguales, pero además porque hay algunos cultores de ese estilo que son francamente respetuosos de las instituciones, mientras que hay otros que pueden ser en el extremo autoritarios y peligrosos para la democracia. Lo cierto de la historia común es que en estos días y sin reparos, kirchneristas y libertarios buscaron dañarse políticamente propinándose un insulto similar, diatriba llevada al borde del facilismo, de seguro más destinada a ponerle fuego a la polarización que se busca generar de cara a las legislativas que a las necesidades del día a día de la sociedad.

Ambas partes apuntaron claramente a los flancos débiles de la política de la contraparte. Así, desde el mileísmo marcaron la inseguridad creciente de la provincia de Buenos Aires acunada desde siempre por los negocios de los caciques territoriales y por los K en general, mientras que desde el cristinismo y sus organizaciones afines hicieron blanco en los dichos anti-woke de Milei sobre el feminismo, la ideología de género, los femicidios y las penas diferentes en asesinatos de personas, la autopercepción y la diversidad sexual, que hoy se manifestará en la calle bajo la consigna “Marcha del orgullo antifascista y antirracista”.

Será muy duro para el gobierno nacional ver cómo todo el colectivo LGBTIQ+ y muchas manifestaciones de la cultura que recibieron fondos públicos a carradas en los años K, más los opositores hacia la izquierda y varios sindicatos saldrán masivamente a la calle para abuchear al Presidente.

Además, como el gobierno nacional sabe dónde le aprieta el zapato y no quiere confrontar, la ministra Patricia Bullrich guardará esta vez, por orden de la Mesa Chica presidencial, sus consignas sobre el control de la calle y será muy poca la presencia de fuerzas federales, ya que el peso del control estará en la Policía de la CABA.

La jugada será no sólo bajar la guardia debido a la sensibilidad del tema o quizás por la percepción de que políticamente hablando el Presidente metió la pata, sino que de paso se le hace una encerrona política a Jorge Macri, ya que si no cumple bien con su trabajo en materia de orden y seguridad el Gobierno lo acusará, con intenciones de limarlo más aún en materia de gobernabilidad en la CABA, tema que la tiene ocupada a full a Karina Milei para soplarle el distrito al PRO en 2027.

En ese rumbo político, la tarjeta roja para Ramiro Marra -original creador del fenómeno Milei sobre todo en el ámbito capitalino- tuvo el mismo fundamento: mostrar las garras disciplinadoras de la lideresa. Como en cualquier régimen autoritario, ya sea de origen democrático o sucesorio, el llamado “triángulo de hierro” sigue haciendo purgas permanentes en el Gobierno, ya sea porque los colaboradores no se allanan a los extremos o porque la paranoia del poder suele ver siempre sombras detrás de los cortinados. Así, varios ministros, muchos funcionarios de menor rango y hasta la vicepresidenta de la Nación han sido cancelados. El populismo y el fascismo también son verticalistas.

También desde la Casa Rosada, en la misma orientación de acusarlo de fascismo explícito, hubo fuego graneado que llovió sobre Axel Kicillof por su poco apego a la seguridad en la provincia de Buenos Aires, con los robos y muertes diarias de personas, agentes de la Policía de la CABA sobre todo, que explotó ayer con la manifestación que hubo en la localidad de Moreno para protestar por la muerte de un repartidor, pueblada que reprimió la Policía Bonaerense. “Un asco”, dijo Juan Grabois.

En este punto se observa con claridad como los extremos vuelven a tocarse y en esa línea, el Presidente señaló que “Lucas es un héroe y una inspiración para todo el pueblo argentino y en particular para los bonaerenses que, ante la desidia, la inoperancia y el garantismo del gobernador Kicillof está sufriendo una catastrófica ola de inseguridad que está terminando en un baño de sangre para la gente común”. Milei adelantó también que se creará la “Condecoración al Valor del Hombre Común” para entregársela post-mortem al repartidor. Populismo al palo.

Lo más notable es que el gobernador, a quien se acusa o por mala praxis o bien por obediencia debida, de ser el responsable de un agujero al Tesoro Nacional de casi U$S 20 mil millones por todas las gestiones que le salieron mal cuando fue funcionario nacional (YPF, cupón PBI, Aerolíneas Argentinas, etc.) es la contracara política del cristinismo dentro del PJ enfrentado, tal como está, con Máximo Kirchner y su madre. Su último hito de despegue fue un acto con 35 intendentes donde se propuso un frente no cristinista, desdoblar los comicios provinciales y reponer las reelecciones indefinidas de los jefes comunales.

En este sentido, como la expresidenta se sabe jaqueada por su otrora hijo político, quizás por eso le pegó al Presidente por su discurso en Davos (“Che Milei, ¿cómo era ese verso?... Por favor, dejá que cada uno sea feliz y tenga la familia que quiera o pueda, porque nadie se mete con la tuya, ni te dice con quién tenés que dormir”).

La falta de autoridad moral para opinar seguramente la tenía retenida, pero con sus dichos es obvio que ella está probando si el período de recato ante la ciudadanía derivado de los escándalos de corrupción, abusos de poder o falta de transparencia, que la ha llevado a perder la confianza de gran parte de la gente, ya terminó. Todo será de esta manera, hasta que el péndulo regrese. Así es la Argentina y Cristina lo sabe.

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