

Hace algunos días, en la cobertura del partido que Atlético Tucumán jugó en San Juan con San Martín de esa provincia, el cronista de LA GACETA contó que el público sanjuanino hizo un comentario en tono de broma sobre la fama de ladrones que aparentemente tenemos los tucumanos en buena parte del país. El grito de “¡cómo corren los tucumanos!”, que bajó desde la tribuna por parte de un simpatizante para referirse al buen comienzo “decano” se sumó un “¡si todos salen a ‘chorear’”, que dijo otro en tono jocoso, según la crónica.
¿Hazte la fama y échate a dormir? ¿Liviandad en un asunto que para algunos es un chiste y para otros es hiriente e insultante? ¿Cuánto hay de realidad hoy en este calificativo, tomando en cuenta la situación socioeconómica? ¿En qué momento de la historia comenzó a colgársele este cartel a los tucumanos?
Claro, uno no puede olvidar cómo el personaje Oficial Gordillo, que compone Miguel Martín, toma esta situación con humor, y la remarca en varios sketches. Y se sabe también que muchas verdades se dicen por intermedio de este modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad.
Hasta hay un verbo que “simplifica” la cuestión: “tucumanear”. Incluso se utiliza en la provincia (lo cual se fue expandiendo a las vecinas) a un felino para darle una figura concreta a esta fama: “gato”. En el diccionario de lunfardo del sitio TodoTango este término significa simplemente “ladrón nocturno”. En Santiago del Estero suele decirse con cierta frecuencia la frase “tucumanos gatos” cuando ocurren robos o hurtos, o directamente para expresar un enojo con alguien nacido en estas tierras y también como una forma de poner en evidencia el antagonismo histórico entre ambas provincias. Y, en ocasiones, hasta el porteñismo “chorro” (aquí, sin estirar la “r” al hablar) cobra fuerzas.
Y cómo olvidar a Andrés Bazán Frías, una leyenda en la materia al que algunos calificaron de una manera pretenciosa como el “Robin Hood tucumano”, nacido en Villa Alem a finales del siglo XIX y que rodeado de pobreza, comenzó a robar comida para repartir entre los indigentes de su barrio. Hasta llegó al cine en formato de documental en 2019.
A todo esto, ¿estamos hablando de un mote, de un apodo, de un mito, un chiste, de puro folclore o de realidad?
Existe una teoría que indica que esta etiqueta se habría originado hace más de 200 años, exactamente un 24 de septiembre de 1812, en una de las batallas más determinantes de nuestra historia. Fue ese acto de heroísmo y patriotismo que tuvo lugar en el ya legendario Campo de las Carreras donde agricultores, artesanos y comerciantes tucumanos, devenidos en soldados, asumieron un rol decisivo, temerario y determinante, al mando de Manuel Belgrano.
En aquellos días los combatientes tucumanos eran reconocidos por su audacia y valentía. También porque interpretaban antes que nadie lo que habría de suceder en el campo de batalla y en los montes cercanos. Se habría gestado entonces la historia del robo al ejército realista de Pío Tristán, que superaba ampliamente en fuerzas al de Belgrano. Pero lo que faltaba fue suplido por el ingenio de los nuestros. Fue una muestra embrionaria de lo que con los años se le llamó “viveza criolla”. Así, fueron tomadas armas, uniformes e incluso en combate se robaban balas de cañón, sin importar poner en riesgo la vida.
Ese “robo patriótico” puede ser el origen del calificativo. Pero hay quienes también elaboraron teorías que no tienen tanta “gloria”. Como que definir al tucumano como ladrón empezó en los tiempos de la masiva migración, el siglo pasado, de trabajadores de provincias del NOA y el NEA para la cosecha de la caña. Como el duro trabajo se hacía en familia, cuando sus integrantes dejaban sus moradas, se producían robos de sus pertenencias. Y al volver a sus provincias, ya supondrán que no faltarían los duros calificativos para los habitantes de nuestra provincia. Aquí asoma la idea de “hazte la fama y...”
Sea cual fuere el origen de este calificativo, no es cuestión de quedarnos sólo en la anécdota, sino en entender por qué, en los tiempos que corren, lamentablemente ya no se trata sólo de una cuestión meramente tucumana, sino de una realidad alejada de los mitos, al que se debe enfrentar como una dolorosa realidad, a lomo de una recurrente crisis socioeconómica.
Las estadísticas explican cosas, definen realidades. Se utilizan para obtener conclusiones, realizar predicciones y tomar decisiones. Si fuera por esto, por ejemplo las dadas a conocer por el Observatorio de Seguridad Ciudadana en 2023 (son las últimas que publicó) llevarían a determinar que aquello de “tucumaneada” debería cambiar (sin ofender) a “bonarenseada”, “cordobeseada” o “salteñada”, porque fue en Buenos Aires, Córdoba y Salta donde más robos y hurtos hubo en ese período. Tucumán era el octavo distrito en cantidad de robos denunciados (entiéndase como “delito que se comete apoderándose con ánimo de lucro de una cosa mueble ajena, empleándose violencia o intimidación sobre las personas, o fuerza en las cosas”). Y en hurtos (delito consistente en tomar con ánimo de lucro cosas muebles ajenas contra la voluntad de su dueño, sin que concurran las circunstancias que caracterizan el delito de robo) ocupaba el puesto 21.
¿Entonces?
Suceden cosas todo el tiempo y en todo lugar. No importa el estrato social. Las publicaciones de LA GACETA en su sección Policiales se han convertido en una síntesis de qué está sucediendo a nivel delictivo. Se roba de todo y en todo lugar, lo pequeño y maleable, hasta incluso agua (recuerden el caso del productor y su laguna en medio de los campos de cítricos); tierra (El Mollar, Tafí Viejo, El Cadillal); bicicletas y celulares; cables de la red eléctrica; placas y cruces de los cementerios; dinero y alimentos; tapas metálicas de desagües y así podríamos seguir hasta armar una lista kilométrica. Por ejemplo, lo de los vehículos y autopartes es un “clásico”: según datos oficiales informados por el Ministerio de Seguridad, en Tucumán se denunció el robo de 2.052 motos durante todo 2024; esto es, cinco por día. Y hay cosas insólitas, como lo ocurrido hace pocos días, cuando un joven internado en el hospital Centro de Salud, a la espera de una cirugía por una herida de machete, aprovechó la oportunidad para robar en la sala de oncología.
Que quede claro: los robos y hurtos no sólo se dan en Tucumán, sino en la mayor parte del territorio nacional (y esto es lamentable).
Que quede claro, además: a muchos tucumanos les/nos duele esta “fama” de ladrones sólo por llevar un acento o por mencionar el origen. Y tratan/tamos de no perder la compostura cuando alguno le enrostra el calificativo.
Y que quede claro, que cada quien tiene la libertad de pensar lo que quiera, que aquí lo importante es primero ser honesto con uno mismo, y luego tener la premisa de no caer en la descomposición moral de ocasionar un daño o perjuicio a un semejante. Bromas y cuestiones anecdóticas aparte.