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
En julio de 1945, en un rincón desértico de Nuevo México, una explosión cambió el curso de la historia. El cielo se encendió con una luz imposible, el suelo tembló y, en cuestión de segundos, el Proyecto Manhattan dejó de ser un secreto para convertirse en el mayor punto de inflexión de la era moderna. La humanidad jamás volvió a ser la misma. No era solo el poder destructivo de la bomba atómica lo que marcaba un antes y un después, sino la conciencia de que algo irreversible había sucedido. Robert Oppenheimer lo sabía. También el mundo.
Aunque en un contexto completamente distinto, algo similar pasó con el desembarco de Franco Colapinto en la Fórmula 1. En 2024, pocos acontecimientos sacudieron tanto el escenario deportivo como su llegada a la máxima categoría. De hecho, según las estadísticas de Google, sólo una figura generó más interés en los buscadores: Liam Payne, el exintegrante de la banda británica One Direction, que falleció trágicamente el 16 de octubre tras caer del tercer piso de un hotel en el barrio porteño de Palermo. Sin embargo, lo de Colapinto no fue una mera tendencia pasajera; su irrupción marcó un punto de quietud en la forma de percibir este deporte.
Desde su debut en Williams Racing, a fines de agosto del año pasado, cuando disputó el Gran Premio de Italia, mostró su capacidad para atraer audiencias. Logró que los argentinos desvíen por un momento su atención del fútbol o que trasladen esa misma pasión a la máxima categoría del automovilismo internacional. Su nombre se instaló con fuerza en el imaginario colectivo, y desde entonces, nada fue lo mismo: nacieron los “hinchas de Colapinto”.
El fervor se tradujo en cambios concretos. Los hábitos se fueron modificando durante los fines de semana. Muchos tuvieron que estudiar los términos más usados en la F1. DRS, la degradación, el drag, el undercut, el halo, el porpoising, por nombrar algunos. Aprendieron a reconocer los circuitos, a seguir las estrategias de carrera y a emocionarse con las batallas en la pista. La Fórmula 1 dejó de ser un deporte de nicho para convertirse en un fenómeno masivo, gracias a la figura de Colapinto, que se volvió en una tendencia constante.
Sin embargo, tanta exposición también tuvo su costo. Mucho se habló de una relación amorosa con la modelo Eugenia “China” Suárez. Llegaron las críticas y los cuestionamientos, muchas veces exagerados. En su momento de mayor popularidad, el piloto tomó una decisión radical para proteger su salud mental: borró su cuenta de X (antes Twitter). “Creo que es muy tóxico. Y hagas lo que hagas, tiene un impacto muy grande. Ellos (los fanáticos) hacen una noticia de cada pequeña cosa que hacés. Así que es algo que tenés que entender, pero forma parte del trabajo”, decía cuando le consultaban sobre su ausencia en la plataforma de Elon Musk.
El fenómeno
Apenas nueve carreras le bastaron al joven de 21 años para demostrar su potencial, tanto dentro como fuera de la pista. Más allá de sus actuaciones, se convirtió en un verdadero fenómeno digital. Su frescura y carisma arrastran multitudes, como ocurrió el pasado 9 de enero, cuando se confirmó su incorporación como piloto de reserva de Alpine F1 Team. La publicación con la que la escudería francesa oficializó a Colapinto acumuló más de un millón de likes. Además, en menos de 24 horas, la cuenta del equipo sumó más de 500.000 seguidores en Instagram, una muestra del poder de convocatoria del argentino. Los comentarios de los fanáticos colmaron la plataforma, mostrando un entusiasmo desbordante por la incorporación del oriundo de la ciudad bonaerense de Pilar.
Su impacto no se limitó a las redes sociales. Ahora, debe transformar esa atención en resultados concretos. El brillo de Colapinto encandiló al empresario italiano Flavio Briatore, un personaje controversial que supo ser el responsable de catapultar la carrera del alemán Michael Schumacher y una figura clave en el éxito del español Fernando Alonso. El ahora asesor ejecutivo de Alpine fue el que hizo lo imposible por tener a la joya argentina. Se habla de una inversión cercana a los U$S 20 millones. Una cifra que un hombre que conoce el mercado como pocos aceptó desembolsar porque supo leer que la incorporación de Franco no sólo era una apuesta deportiva, sino también un salvavidas económico tangible a través de nuevos auspiciantes y el fortalecimiento de la marca en América Latina.
La segunda parte de la aventura en la F1 no comenzará en el primer Gran Prix de 2025. Más allá de la ansiedad de los fans, el argentino podría entrar en acción recién en mayo, cuando se cumplan las cinco carreras que le garantiza el contrato el australiano Jack Doohan, que tendrá la presión de rozar la perfección en la pista para no ceder su butaca. Mientras tanto, el argentino deberá aprovechar cada entrenamiento y simulador para demostrar que está listo para competir al más alto nivel. Su paciencia y preparación serán clave en estos meses de espera, en los que su rendimiento y la evolución del equipo podrían abrirle la puerta antes de lo previsto.
El camino a un asiento titular en la categoría máxima es largo y sinuoso, pero si algo quedó claro en estos meses es que no es un pasajero más en este viaje. Como Oppenheimer ante la energía desatada en Nuevo México, Colapinto también es consciente de que dio un paso del que no hay retorno. Su historia está en marcha, y de ahora en adelante, cada vuelta al circuito será una línea más en su propio libro de leyenda.