

Su abuela, cocinera y dueña de un restaurante, le dio un consejo durante su juventud: “Usted, hijito, estudie otra cosa porque la gastronomía es un trabajo estresante”.
Entonces, José Greco Rottigni, estudió y luego trabajó casi 40 años en servicios relacionados a la informática, electrónica, tecnología y telecomunicaciones. En ese punto, luego de tanto tiempo, comprendió que se había dejado arrastrar por una dinámica de trabajo que lo llevaba a una situación de presión y agotamiento constante.
Una noche, tras una intensa jornada laboral, volvió a su casa con la necesidad de cocinar para su familia, una actividad que lo relajaba. Fue su esposa la que le dijo la frase que le cambió el rumbo: “Si vos te vieras la cara de felicidad que tenés cuando cocinas, no dudarías un minuto y dejarías la computación para dedicarte a la cocina”.
La expresión de su esposa parecía invertir el consejo de la abuela: recordó sus días de niño jugando en el restaurante, las caricias mientras él correteaba bajo las mesas, el aroma de los condimentos en las manos de la cocinera. La ternura y el amor que le provocaban los recuerdos de esos momentos parecían inculcarle la vocación que la mujer no quiso contagiarle.
En ese instante supo que debía dejar o reformular su trabajo y dedicarse a la pasión heredada. Tiempo después encontró el camino en una idea que lo conmovió: “reconstruir recuerdos a base de ají picante”, dice Greco, actual productor de salsas picantes de alta gama, como él mismo se las presenta.
Los inicios
Greco es salteño pero vive desde muy joven en Tucumán. Apenas egresado del secundario llegó a esta provincia para cursar la universidad: “Me inscribí en la carrera de Ingeniería Eléctrica con orientación en electrónica”, detalla hoy con 62 años.
En el año 82 ya trabajaba por su cuenta como técnico en todo lo relacionado con la incipiente tecnología informática: “Me dediqué a la computación aún antes que existiera la IBM PC”, asegura refiriéndose a una de las primeras computadoras de escritorio.
Su recorrido fue intenso. Según su relato, formó parte de la rama estudiantil del Institute of Electrical and Electronic Engineering, una de las más prestigiosas asociaciones ligadas a las nuevas tecnologías; en un congreso en el 89 tuvo una breve pero interesante charla con Marvin Minsky, uno de los padres de la IA; asesoró a grandes empresas en la implementación de redes informáticas y cuenta que fue pionero en la instalación de fibra óptica.
A finales de los 90 su empresa ya se había convertido en una SRL. Quebró con la crisis de 2001. Volvió e empezar. Volvió a quebrar entre los vaivenes de la crisis internacional de 2008.
Se reformuló. Decidió ofrecer servicios de intermediario entre proveedores y empresas que carecían de cuadros técnicos. El trabajo le demandaba una atención de 24 horas al día, los siete días de la semana. Sobrevinieron el cansancio y estrés.
Hasta que un día su esposa dijo aquellas palabras que le cambiaron el rumbo.
La fábrica de recuerdos
Cuando decidió dedicarse a la fabricación de salsa picantes desarrolló un concepto para sus elaboraciones: además de tener un buen sabor, debían generar emociones, despertar recuerdos del pasado o crear nuevos recuerdos para el futuro. Investigó y aprendió a llevar adelante todo el proceso, desde cultivar los ajíes hasta hasta diseñar el empaquetado.
Uno de sus primeras recetas fue una salsa de locoto intervenida con pimentón de los Valles Calchaquíes y comino del Valle de Lerma, dos de los condimentos que se usaban en el restaurante de su abuela. Trajo esos aromas del pasado para homenajear a la cocinera que lo marcó.
“Otras de las salsas, a base de jalapeños verdes, me trae a la memoria el aroma del pasto recién cortado”, cuenta Greco. “Me recuerda cuando era chico y me hacían cortar el césped. Era una tarea que a mí no me gustaba pero que hoy tiene una impronta emocional muy grande: las tardes de sol, la sensación de haber sido útil, los perfumes del campo”.
“Eran recuerdos privados, pero de pronto intuí que encontraban universalidad cuando algunas de las personas que probaban las salsas expresaban que los sabores los remitían a situaciones similares”, afirma el productor. “Generar emociones es la finalidad última de lo que yo hago”.
La música y el vino
Greco compara su manera de sentir la gastronomía con la música o el vino. Asegura que una melodía puede ser hermosa o bien ejecutada, pero impacta mucho más cuando además acerca alguna memoria o conmueve.
“Algo similar pasa con el vino”, explica. “Si te tomás tu tiempo y prestás atención podés descubrir la complejidad de sus aromas y sabores. En el caso del ají se agrega una dimensión más que es el picor”, asegura.
De todo un poco
Greco confiesa haber encontrado su lugar en el mundo en ese punto intermedio: un poco artista, un poco científico y un poco técnico. El que busca las emociones, el que investiga los procesos y que los ejecuta. Una fábrica de recuerdos.
“Necesitaba algo que me permita conectarme conmigo y con los demás, y que no sea a través de cables”, bromea el hombre y luego, muy seriamente enumera cinco palabras clave. “Una actividad que me de tiempo para pensar, evaluar, sentir, disfrutar y compartir”.
Aunque asegura que aún tiene parte de su corazón puesto en la pasión por la tecnología, reconoce que llegó un momento en el que no pudo con el estrés y fue ahí donde logró encontrarse: “A mí la tecnología me atropellaba, fui corriendo junto a ella desde el año 82 y fui partícipe de los grandes cambios. Llegó un punto en el que decidí detenerme, saturado por tanta información” revela.
“La adolescencia es larga y dolorosa, pero por suerte cerca de los cincuenta se termina y uno comienza a pensar como adulto”, bromea y luego cierra con una reflexión contundente. “Hay un momento en que un hombre debe decidir hacer lo que realmente es y no lo que el mundo le imponga”.
Sociedad anónima: una serie de crónicas conmovedoras
Esta es la quinta entrega de “SOCIEDAD ANÓNIMA TUCUMÁN”, un espacio que propone salir a la búsqueda de esas historias de vida y curiosidades escondidas -y no tanto- en nuestra sociedad tucumana. Aventuras y desafíos extremos, crónicas de superación y perseverancia, memorias sorprendentes de nuestro pasado. El lado desconocido de tucumanos de renombre contrastado con los testimonios trascendentes de ciudadanos desconocidos. Una serie que se propone buscar esos relatos anónimos y conmovedores de nuestra sociedad que merecen ser contados para poder conocernos un poco más: buscar historias que permitan encontrarnos.