Las citricultura en Tucumán atraviesa una de sus crisis más profundas en décadas, y el 2025 se perfila como un año decisivo para el sector. La caída de precios, la falta de rentabilidad y la creciente competencia internacional han dejado a los productores en una encrucijada, obligados a reinventarse para sobrevivir. Si bien hay señales de esperanza, los desafíos que enfrenta la industria citrícola parecen insuperables sin un esfuerzo conjunto y una estrategia que apunte a la sostenibilidad y la competitividad a largo plazo. El panorama actual está marcado por la erradicación de miles de hectáreas de limoneros, lo que refleja la magnitud de la crisis. Según las últimas estimaciones, cerca de 6.500 hectáreas han sido eliminadas debido a la falta de rentabilidad y el abandono, mientras que otras 12.000 se encuentran fuera de producción por escaso mantenimiento. Esta situación no es solo el resultado de factores locales, como los altos impuestos y la presión económica, sino también de una serie de factores globales que han afectado la competitividad del sector. Un centenar de productores ha tenido que tomar decisiones drásticas, abandonando los cultivos de cítricos para diversificar sus actividades. Muchos se han volcado hacia cultivos como la nuez de pecán o la caña de azúcar, buscando alternativas que les permitan generar ingresos en un contexto agroindustrial cada vez más incierto. El cambio de gobierno nacional, que ha traído consigo un alivio en el ámbito financiero con una baja en las tasas de interés y una mayor oferta de créditos, no ha logrado reflejarse de manera significativa en el sector citrícola. La falta de acceso a financiamiento sigue siendo uno de los mayores obstáculos para los actores de la actividad. A pesar de que las exportaciones de limón y sus derivados han mantenido volúmenes relativamente altos, los ingresos han caído debido a una disminución en los precios internacionales. La guerra comercial entre Estados Unidos y los países productores de limón, como Egipto y Sudáfrica, ha alterado los mercados, y aunque los limones de Tucumán han encontrado una mayor demanda en el mercado estadounidense, los precios no han sido los esperados. La disminución en la exportación de frutas frescas, especialmente al mercado europeo, también ha afectado el panorama económico de la región. Frente a este escenario, la mirada de los actores del sector se centra en 2025, con la esperanza de que el año traiga consigo una recuperación. Un factor crucial será el restablecimiento de acuerdos entre los diferentes actores de la cadena productiva, acuerdos que históricamente fueron clave para el crecimiento de la agroindustria en Tucumán. La cooperación entre productores, instituciones técnicas y empresas privadas será esencial para superar los retos más inmediatos. También acuerdos con aliados comerciales de destinos, como Estados Unidos. Además, la sanidad de la producción será un aspecto vital para mantener la competitividad en los mercados internacionales. El control de enfermedades como el HLB, a través de la vigilancia y el trabajo conjunto con organismos fitosanitarios, será fundamental para asegurar la calidad del producto. En este sentido, la apertura de nuevos mercados y destinos de exportación podría ser una vía para diversificar los riesgos y reducir la dependencia de los tradicionales, lo que permitiría mejorar las perspectivas de rentabilidad. 2025 será un año de grandes desafíos, pero también de oportunidades. Para que la citricultura tucumana pueda renacer de sus cenizas, será necesario un esfuerzo conjunto entre el sector público y privado, con un enfoque en la innovación, la sanidad y la sostenibilidad. La clave estará en la capacidad de los productores y las empresas de adaptarse a un entorno cada vez más competitivo y globalizado. Solo así podrán asegurar que la citricultura siga siendo un pilar de la economía regional.