¿Te acordás, hermano, qué tiempos aquellos ? Cuando a los mayores, medio a las escondidas, les daban a elegir de un manojo de almanaques de bolsillo o bien enrollados unos grandes tipo póster, con exuberantes mujeres que se lucían en los talleres y gomerías, o los tamaños oficio con vistosos paisajes, el santoral al reverso y la propaganda del comercio del que te lo regalaba. La distribución empezaba en el último mes del año y lo primero que mirábamos era qué día de la semana caía nuestro cumpleaños o alguna fecha importante. Era común que en cada hogar haya cinco o más almanaques; pero la crisis caló hondo, nadie regala nada; hoy puedo asegurar que solo tengo uno pequeño de la Escuela Braille, de esos para pegar en las heladeras. Éramos tan distintos… antes para descalificar, ofender o insultar a otra persona que nos estaba tomando el pelo le decíamos “¡andá a vender almanaques!”; y al paso que vamos, creo que varios terminaremos vendiendo almanaques. Por ahora es algo necesario, hasta que ya no lo necesitemos ver más, porque nuestros días, meses y años ya se hayan agotado.
Francisco Amable Díaz
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