La muerte de Arturo Álvarez Sosa: inquietudes del poeta periodista

La muerte de Arturo Álvarez Sosa: inquietudes del poeta periodista

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Arturo Álvarez Sosa. Arturo Álvarez Sosa. ARCHIVO

Arturo Álvarez Sosa tenía la tensa calma del cronista de policiales y la pasión del poeta. Con su escritorio en la zona céntrica de la Redacción, nunca pasaba desapercibido. Tenía el gusto del periodista por la conversación y la curiosidad del niño unida a la escéptica pericia del veterano. En la Redacción, donde fue jefe desde fines de los 70 y secretario general en los 90- se oía siempre su voz. Podía haber elogios para tu tarea pero también podía hacer sentir la fuerza de la crítica con cierta ironía. Te hacía saber que eras sólo una parte de algo pero que al mismo tiempo eras importante. También podía tutearte o tratarte de usted, según la ocasión. Compartimos una conversación en una habitación de hotel con el escritor Mario Vargas Llosa, poco antes de una breve entrevista preparada con pasión, y lidiamos -él desde su cargo de jefatura y nosotros desde las historias que nos consumían el momento- con los avatares cotidianos en una redacción de las de antes, llenas de risas y seriedad, de distensión y de trabajo fuerte hasta la hora de cierre. Arturo era el llamado de alerta sobre un accidente en la montaña -había que ponerse a averiguar cuanto antes- y era el consejo sabio sobre cómo encarar una entrevista a algún personaje extraño, o políticamente incorrecto, o fuera de época. Lo precedía la fama de las  grandes producciones de su juventud -como aquella siempre recordada saga sobre el bandolero Bazán Frías, escrita junto a Carlos Páez de la Torre (h), o el influjo que sobre él ejercían singularidades como los ovnis (él cubrió el célebre caso de ovnis en Trancas en 1963)-. Además, siempre estaba su poesía cósmica, que se ocupaba de la belleza escondida en la física y la química, una luz de sombras de una realidad que es sólo apariencia. ¿Qué pesaba más en ese hombre hecho de tantas inquietudes? Afuera de Redacción era el poeta que daba charlas, publicaba sus obras -hace poco la UNT publicó su poesía reunida- y hablaba de la consistencia del haiku y de la materia. Adentro, era el maestro de periodistas que insistía en que la tarea fundamental del editor era escarbar a fondo en la historia y luchar contra el error. Lucha interminable. Una de mis primeras tareas en la sección Policiales fue cubrir un homicidio que tuvo amplia repercusión en su tiempo: el asesinato de Doña Rosa, una señora jubilada de Banda del Río Salí. El primer día fui a la casa de la señora y me atendió su yerno, un pintor que terminó siendo el asesino, que lanzó varias pistas de un juego de misterio sobre los hábitos sociales de la señora. Al regresar a la Redacción Arturo me preguntó los detalles del caso. Le conté. “¿Había cobrado su jubilación la señora? ¿Qué pasó con la plata?”, me preguntó, haciéndome ver una máxima básica -seguir la pista del dinero- que yo, fascinado con la historia, no había previsto. Ahí comencé a aprender. Ya cerca del final, me dijo que quería escribir la historia de aquella vieja redacción de los 60, donde estuvieron Mario Rodríguez, Tiburcio López Guzmán, Domingo Padilla, Néstor Aldonate, Ricardo Rocha, Roberto García, Ramón Alberto Pérez, Páez de la Torre, Rubén Rodó, Manuel Felipe Gallo y Julio Aldonate, inmortalizados todos en una foto icónica de LA GACETA. Redacción que nosotros llamamos “laboratorio de papel” y que, con paulatinas bajas, se prolongó hasta los 90. Allí se escribían las historias de ese tiempo que nos ha tocado vivir. “Soy el último que queda de ellos”, definió Arturo hace pocos meses, con el entusiasmo intacto. Pero el tiempo ya se había cumplido.

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#6 15 Ene 2025 12:23 Hs
Feliz vuelo querido Arturo. Dejas una huella profunda en la poesía argentina. Siempre te recordaré como a otros amigos y amigas poetas que ya no están en este mundo, y de los que tanto aprendí. QPD y brille para su alma la luz que no tiene fin.
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#5 15 Ene 2025 09:45 Hs
Gran poeta. Lo recuerdo en las noches de calle Marcos Paz 472, reflexionando sobre poesía, literatura y filosofía, junto a Guillermo Orce Remis y mi padre, Manuel Gonzalo Casas.
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#4 15 Ene 2025 09:06 Hs
Maestro del soneto. Estará en el cielo con las estrellas y su poesía, vuela alto Arturito.
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#3 15 Ene 2025 08:35 Hs
Un enorme poeta, murió la poesía cósmica, muy afable solía participar de charlas con Gustavo Bravo Figueroa en lo que era el Cardon. Excelente persona.
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#2 15 Ene 2025 08:08 Hs
Cuanto aprendizaje! Cuantas historias! Caballero siempre. Maestro generoso e incondicional para los periodistas. Dejo una huella imborrable en esa Redaccion como tantos otros que hoy lo habran abrazado al llegar! Esten donde esten siempre en nuestros recuerdos.
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#1 15 Ene 2025 05:49 Hs
Gracias Roberto querido por esta semblanza tan llena de amor.
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