Vivimos en una era signada por las comunicaciones tecnológicas y la inmediatez. Todo es: ¡Ya! Internet, el email, el Whatsapp, las redes, y hoy un mensaje retrata el valor que tenía la carta en el siglo pasado, apenas ayer. Es que los más jóvenes no vivieron esa época, y obviamente, no pueden imaginar cómo era entonces: la carta, un período de tiempo de por medio y la respuesta que se recibía días después. Y estas fueron moneda corriente, constituyendo la manera más eficaz para entablar una comunicación por escrito y a distancia. Alguien dijo alguna vez: “la carta es el arte de lo verídico y es también el arte de la confidencia”. Pues bien, leí días atrás una correspondencia en la que un sacerdote le escribía así a su amigo, allá lejos y hace tiempo: “Recordarás que yo solía decir que iba a ser tan enérgico siempre como el caballo que se murió galopando; pues bien, estoy casi ciego por completo y apenas distingo la luz del día. No puedo verme mis manos. Estoy casi sin tacto, desde los codos hasta la punta de los dedos y de las rodillas hasta los pies. Para partir la hostia consagrada llamo al ayudante y me cuesta mucho hincarme y levantarme aunque me apoyo en el altar”. Muy afectado, quien escribía estas líneas se llamaba José Gabriel Brochero y la dirigía a su amigo, el obispo de Santiago del Estero Yaniz Martín, en octubre de 1913. Describía en ella (y uno lo analiza como médico) con mucha precisión la sintomatología típica de una enfermedad, frecuente en esa época, que era la lepra y que se ve que la portaba en un grado avanzado. Se había contagiado de la misma “tomando mate” y asistiendo de cerca a los leprosos a quienes les brindó su vida. El cura Brochero (cuarto de diez hermanos) fue un hombre bueno de verdad y un trabajador incansable: con sus propias manos construyó escuelas, iglesias, capillas y caminos, y con su estilo campechano evangelizó predicando en medio de las sierras cordobesas. Falleció tres meses después de esa carta, el 26 de enero de 1914: la lepra lo venció. Pero: ¿qué es la lepra? ¿Existe hoy? Brevemente diremos que sí existe, aunque poco frecuente, y que es una afección infecciosa causada por una bacteria: el Mycobacterium leprae o Bacilo de Hansen, en honor al médico noruego que la descubrió en 1873. La clínica de la enfermedad es tal como la describió Brochero. Podemos agregar que cursa también con máculas en la piel, que son insensibles al tacto y al dolor, y que se necesita un contacto sostenido en el tiempo para contagiarse de ella. En el grupo de las Enfermedades Tropicales Desatendidas, según la OMS, ésta es una de ellas. Allí están el Dengue y el Chagas también. Lo importante es que, a tiempo y con antibióticos, la lepra se trata y se cura. El 24 de enero es el Día Mundial de la Lepra, casi coincidente con el aniversario de fallecimiento del padre Brochero, para fomentar la detección precoz de la misma. No existe todavía hoy una vacuna para el mal de Hansen, pero se cree que la BCG que se usa en forma masiva contra un “pariente” cercano como el Mycobacterium Tuberculosis, genera inmunidad cruzada contra la lepra, enfermedad que a través de la historia fue considerada incluso como una “maldición y castigo del cielo” por diferentes culturas. El cura Brochero, santo patrono de los caminos o primer santo cordobés, dicen que antes de morir exclamó: “Ahora tengo ya los aparejos listos pa’l viaje”. Su cerebro se encuentra expuesto como reliquia en una urna vidriada en Villa Cura Brochero, Córdoba, en la Iglesia Nuestra Señora del Tránsito, que él mismo hizo construir. En 1973, cuando se exhumó su cuerpo, después de 60 años de fallecido, se halló su cerebro intacto. Fue santificado por el Papa Francisco el 16 de octubre de 2016.
Juan L. Marcotullio