A un año, lo que intentamos dilucidar, en el fondo, es si se trata de un simple período de gobierno, como en el caso de Macri, o de un ciclo político algo más prolongado, como fueron el menemismo y el kirchnerismo. O la fundación de algo todavía más sólido y permanente, una nueva era, el largo arraigo de la Argentina libertaria.
Dependerá de los frutos del propio modelo, pero también, en buena parte, de qué proponga como alternativa la oposición. Y a veces parece confabularse a favor del gobierno, como en la reciente foto de unidad de los cuatro principales jinetes del justicialismo, que reúnen, todos ellos, más de un 60 % de imagen negativa, amén de causas, fracasos y condenas (tuvieron la lucidez, eso sí, de no sumar al quinto, el malogrado jinete de la sicalipsis). Poco después, como remate, la flamante presidenta del PJ, acaso por influjo maligno de las Fuerzas del Cielo, dedicó buena parte de su discurso de asunción a vituperar una tapa de Clarín del año 2015, dejando claro cuál es el mundo en el que vive.
Y dependerá también de cómo soplen los vientos internacionales: y ahí Milei parece haberse subido a la cresta de la ola en el momento preciso y con una destreza rutilante.
«Este país tan aburrido que es Argentina, de un día para otro se ha convertido en uno de los espectáculos más interesantes del mundo», dice el escritor polaco Witold Gombrowicz en un artículo titulado «Demagogia en apuros o un breve reportaje de Argentina». Disiento en parte con lo de «aburrido», aunque es cierto que en los fines de ciclo la cosa se pone un tanto reiterativa y monótona, además de incompetente, y justo por eso la gente inquieta busca un cambio. Gombrowicz nos cuenta sus impresiones en una Buenos Aires en la que quedan retazos visibles del ciclo viejo, de algo que políticamente define como una mezcla de peronismo e izquierda: «Mientras volvía a casa, unas masas de niebla irrumpían por entre los angulosos bloques de casas, y yo me decía que, si Argentina es hoy un lugar del mundo tan atractivo, incluso para un escritor como yo, poco interesado en política, debe ser porque aquí todavía flotan en el aire brumosos montones de consignas, nombres, ideas, corrientes políticas, ideologías, intereses; pero poco a poco la niebla va disipándose y deja al descubierto el implacable contorno de la vida real. Todo eso ocurre por sí solo, simplemente porque se ha agotado la plata, la plata, que es el infalible instrumento de la ilusión…»
Cuando se acaba la plata se termina el relato y nos cachetea la realidad, viene a decir Gombrowicz. Y agrega algo que bien podría ser una definición de «ciclo político»; es más, de uno propiamente argentino: «Se trata de un proceso histórico dialécticamente clásico. La izquierda llega al poder: reformas, subidas de sueldos, precios más bajos, planificación, reestructuración, manipulación y declamación, después de lo cual aparece el fondo de la caja. Entonces empieza la crisis, el poder da un giro a la derecha, liberal, impopular, y al cabo de unos años de esfuerzo y ahorros las cajas vuelven a estar llenas y de nuevo se puede soñar, y planificar, y engrandecer…, e imprimir los billetes para cubrir todos esos gastos. He aquí la noria de la Historia. Vuelta a empezar».
El artículo, escrito por Gombrowicz en 1959, en tiempos de Frondizi, y publicado póstumamente en un volumen titulado Peregrinaciones argentinas, se refiere a un país que fue también el suyo, porque vivió, escribió y estuvo observándolo todo entre nosotros durante más de veinte años. ¿Será cierta esta teoría suya de la recurrencia histórica, una especie de eterno retorno argentino?
En cualquier caso, da un poco de pudor que un polaco medio loco haya visto con tanta claridad en aquellos años algo que, por una fatal carencia de perspectiva o venturosa amnesia, no somos capaces de ver muchos de nosotros ahora: la persistencia de los ciclos políticos, la premonición de que los argentinos estamos destinados una y otra vez a recuperar y perder de nuevo la esperanza, como si la Historia nacional repitiera los ciclos ineludibles de la naturaleza: el día y la noche, el invierno y el verano, la cosecha y la siembra.
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Juan Ángel Cabaleiro – Escritor.