Néstor Villagra se pone nostálgico cada vez que abre su álbum de fotos. Las postales despiertan recuerdos en la memoria del volante de Concepción FC. La vida del mediocampista, de 34 años, no se ha caracterizado por el triunfo ni los campeonatos, y sería muy fácil resumirla si ese fuera el caso. La Liga Tucumana de 2017, ganada con Deportivo Marapa, y el ascenso a la Primera liguista con los "Cuervos" fueron las victorias más sobresalientes del alberdiano. Sin embargo, el destino lo obligó a luchar contra situaciones fuera de su control: la ausencia de una figura paterna, la necesidad de abandonar el fútbol por razones económicas y la búsqueda de otras profesiones. Estas circunstancias lo obligaron a adaptarse para salir adelante. Por eso, la mayoría de sus conquistas más importantes han sido personales.
Juan Bautista Alberdi es una ciudad pequeña del sur tucumano, situada a 104 kilómetros de la capital. No se destaca por sus grandes edificios ni por su población numerosa -según el censo de 2022, viven allí 34.766 personas-, sino que, al igual que muchos poblados vecinos, la era de los ingenios marcó su desarrollo y escribió gran parte de su historia. A pesar de esto, la ciudad ha sido fértil en talentos, y Villagra fue uno de los proyectos futbolísticos que más ilusionó a los habitantes antes de la aparición de Sebastián Palacios y Joaquín Correa.
Deportivo Marapa fue el club que formó a Villagra. ¿Por qué eligió jugar en el “León”? La cercanía con su casa -vivía a unas 25 cuadras- y el fanatismo de sus tíos maternos fueron factores determinantes. “Mis hermanos me llevaban a entrenar en bicicleta porque era demasiado lejos para ir a pie”, cuenta. Su madre, Mirta Frías, también tuvo un rol fundamental. Según el volante, ella lo ayudó muchas veces a superar las frustraciones deportivas y a mantener viva su ilusión de ser futbolista profesional. “Con mi papá no tuve contacto ni relación, así que ella hizo de padre y madre. Se hizo cargo de todo y trabajaba casi todo el día”, relata sobre la enfermera.
El buen rendimiento en las divisiones inferiores le permitió debutar en Primera en 2007. Por entonces, el “León” no era uno de los protagonistas de la Liga Tucumana, y la posibilidad de jugar en un club de renombre parecía lejana. Sin embargo, seguía destacándose como formador de talentos. “Blas Sánchez, que era profesor de los más chicos, permitió que muchos jóvenes tuviéramos la oportunidad de probar suerte afuera y dar ese salto de calidad”, recuerda Villagra.
Ese año llegó la primera gran oportunidad de su carrera. Darío Silva, exfutbolista de la selección uruguaya, visitó la provincia con el objetivo de reclutar jóvenes promesas. Villagra, con 17 años, superó la prueba y viajó a Uruguay para entrenar con las inferiores de Nacional. Durante ese viaje forjó una amistad con Sebastián Palacios, con quien compartió pensión en Montevideo.
Después de un mes y medio, Villagra regresó a Tucumán sin la posibilidad de continuar en el “Bolso”. En ese momento, la prioridad cambió radicalmente: el objetivo pasó a ser terminar la secundaria. “Una preceptora me ayudó a no quedar libre. Fue dificilísimo estudiar y reunir el contenido. No es como ahora, que mandas un mensaje y todos te contestan”, compara.
Al finalizar esa etapa, se enfrentó al dilema de continuar en el fútbol o dedicarse a los estudios superiores. Inicialmente, Mirta le recomendó tomarse un año para intentar establecerse en algún club. Sin embargo, Villagra decidió inscribirse en el profesorado de Ciencias Naturales que dicta el Instituto Santa Bárbara de Concepción. “Lo hice porque una amiga de la escuela me insistió mucho, pero ella dejó a los dos meses de comenzar las clases”, comenta. Aunque se probó en San Martín en 2009, decidió desistir porque el fútbol, en ese momento, no era su prioridad.
En 2013, Villagra se graduó como profesor, pero nunca ejerció esa profesión. Optó por dedicarse al fútbol de manera definitiva. Jugó en clubes como Villa Amalia, Almirante Brown de Lules y Ñuñorco, hasta que regresó a Marapa. “Fue la mejor decisión, porque al poco tiempo salimos campeones”, afirma en referencia al título de 2017.
La pandemia tambaleó sus planes de vida. Ante la incertidumbre sobre la continuidad del fútbol, trabajó en otras áreas. Primero fue repositor en un supermercado, y luego ayudante de panadero. “Tenía que levantarme a las 4:50 para que el pan estuviera listo por la mañana. No tenía idea de cómo amasar ni hacer una tortilla”, confiesa. Esa experiencia se extendió durante 2020 y 2021, hasta que regresó a Marapa.
El mediocampista, sin embargo, decidió cambiar de colores en la última temporada. Se trasladó a Concepción para vestir la camiseta negra de los “Cuervos”. “Ya logramos el ascenso, pero ahora queremos redoblar la apuesta y ganar un campeonato”, cierra con la ilusión de sumar más postales a su álbum de fotos.