Eduardo Wilde (1844 - 1913) fue médico, político, dos veces ministro de la Nación (de Roca y Juárez Celman) y propició la ley de educación laica, gratuita y obligatoria y la ley de matrimonio civil. Pero también fue un proficuo escritor y, entre otros relatos de ficción, escribió un extraño cuento titulado “La primera noche de cementerio”. El fallecimiento y posterior velorio y entierro del periodista Jorge Lanata me lo trajo a mi memoria, por similitud de situaciones y planteamientos. El deceso del afamado periodista, y más allá de lo que el representó con sus luchas por la libertad de expresión y en contra de la corrupción, genero profunda congoja y consternación en miles de argentinos que parecía que no esperaban este desenlace. Tanto que hasta me da la sensación de que mucha gente imaginaba que él no podía morir, que era inmortal. Y en realidad estaba muy enfermo. En fin, los médicos de muchos años sabemos que, por experiencia, pacientes como él y como cualquier ser humano con tabaquismo severo, obesidad mórbida, nefropatía grave y otras comorbilidades (que son de público conocimiento) a menudo nos vencen ampliamente a los médicos, aun hoy con toda la mejor medicina y tecnología del siglo XXI. El cuento de Wilde “La primera noche de cementerio” cobra actualidad y aunque hayan pasado más de cien años desde su primera publicación. Porque alude a un señor importante que, con toda la atención médica de ese momento, y sus limitaciones, finalmente fallece y Wilde describe su velorio, su entierro y el dolor infinito de su hijo con reflexiones finales. Jorge Luis Borges prologó en 1982 una edición de este cuento y de él dijo: “nos conmueve y nos lleva como si hubiera sido escrito el día de hoy, como buena literatura contemporánea”. Es un relato corto, que a través de la antítesis vida/muerte alude a ese gran misterio cual es la desaparición física del ser humano. Allí, a pesar de ser Wilde médico, muestra su crítica mirada acerca de los límites de la ciencia y la medicina de aquel entonces. En “La primera noche de cementerio” se asocia la enfermedad con la muerte como fenómenos naturales: “frente a los intentos artificiales de la medicina y cuando los mismos son inútiles y se muestran médicos que no son capaces de curar a sus enfermos, no por negligencia sino por limitaciones de la ciencia ante la fuerza de la naturaleza”. El destino quiso que, en la víspera del 2025, la noche del 31, Jorge Lanata tuviera su primera noche de cementerio. Con él, al igual que el enfermo del cuento de Wilde, la medicina no pudo frenar un desenlace previsible por su fallo multiorgánico. Los últimos renglones del cuento rezan así: “...y el muerto finalmente se convierte en un autoespectador, donde el cementerio le parece su ciudad natal, la tumba su casa, los muertos sus conciudadanos y la insondable eternidad su patria”. Jorge Lanata Q.E.P.D.
Juan L. Marcotullio
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