En los últimos años, Tucumán ha sido testigo de un cambio histórico en su escenario político y urbano: por primera vez, ocho mujeres ocupan cargos de intendentas en distintas localidades de la provincia. Este hecho marca un punto de inflexión en una región donde la invisibilización de las mujeres en el espacio público ha sido, durante mucho tiempo, una realidad palpable. Sin embargo, este avance político plantea una pregunta crucial: ¿cuáles son los desafíos que enfrentan las ciudades tucumanas para incorporar una verdadera perspectiva de género en su planificación y diseño urbano?
En San Miguel de Tucumán, menos de un 2% de las calles llevan nombres femeninos, según el Observatorio de Fenómenos Urbanos y Territoriales de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Además, las mujeres están subrepresentadas en la señalética vial, y las esculturas que las retratan suelen hacerlo desde un enfoque mitológico o estético, perpetuando estereotipos. Esta falta de representación simbólica en el espacio público es solo un reflejo de desigualdades más profundas que también afectan la movilidad, la seguridad y la accesibilidad de las ciudades.
Autoras como Leslie Kern, doctora en Filosofía, profesora titular de geografía y medioambiente y directora de estudios sobre mujeres y género en la Universidad de Mount Allison de Sackville, en Canadá, escriben sobre cómo las ciudades no son espacios neutros. Están diseñadas bajo una “lógica masculina” que prioriza trayectos productivos y pendulares (de casa al trabajo y viceversa), dejando de lado las complejidades de los desplazamientos femeninos, que incluyen múltiples paradas para cumplir tareas de cuidado. Esto se traduce en más tiempo y dinero invertido por las mujeres en transporte, además de mayores riesgos de inseguridad.
En el Gran San Miguel de Tucumán, los problemas refuerzan esta visión. Por ejemplo, las veredas rotas dificultan el andar de personas en sillas de ruedas o con cochecitos de bebés, que generalmente son empujados por mujeres. A esto se suma la imposibilidad de subir al transporte público con cochecitos de bebé, una situación que genera frustración y limita la movilidad de quienes realizan tareas de cuidado. La iluminación pública está diseñada principalmente para las calles y deja en penumbras las veredas, lo que aumenta la sensación de inseguridad, especialmente para las mujeres. Las paradas de colectivos, en muchos casos ubicadas en zonas oscuras, representan otro desafío crítico. Aunque la gestión de la intendenta de San Miguel de Tucumán, Rossana Chahla, ha generado avances en un año de trabajo, como mejoras en infraestructura y movilidad, queda mucho por hacer para que la ciudad sea realmente inclusiva y accesible para todos.
En este contexto, resulta interesante mirar hacia Viena, una ciudad que ha implementado con éxito un enfoque integral de urbanismo con perspectiva de género. En la capital austriaca, se han construido complejos residenciales adaptados a las necesidades de las familias, con espacios comunes que promueven el encuentro y la colaboración entre vecinos. Además, se mejoró la iluminación en parques, paradas de transporte público y calles secundarias, lo que redujo significativamente los puntos ciegos que generaban sensación de inseguridad. La recolección de datos desagregados por género ha permitido identificar cómo mujeres y hombres utilizan los espacios de manera distinta, y adaptar el diseño urbano a estas diferencias. Por ejemplo, se ampliaron las veredas para facilitar el desplazamiento con cochecitos de bebé, y se incorporaron rampas en todos los accesos al transporte público, garantizando que las personas con movilidad reducida puedan trasladarse con mayor comodidad. Asimismo, Viena ha diseñado programas de educación urbana para fomentar el uso equitativo de los espacios y ha priorizado la ubicación estratégica de servicios esenciales, como guarderías y supermercados, para reducir los desplazamientos innecesarios.
Estas políticas demuestran que es posible planificar ciudades que respondan a las necesidades de todas las personas, independientemente de su género, edad o condición socioeconómica.
Tucumán tiene ahora una oportunidad única de aprovechar la mirada femenina en los espacios de toma de decisiones y de profundizar los avances locales. Incorporar una perspectiva de género en la gestión urbana no solo mejorará la calidad de vida de las mujeres, sino que también beneficiará a toda la sociedad.