La gran deuda tecnológica
01 Enero 2025

En pocos meses habremos cumplido cinco años desde el inicio de la pandemia de coronavirus que confinó a toda la población a sus hogares. Durante dicho período, la virtualidad acaparó todas las esferas sociales de nuestro día a día y también se materializaron las desigualdades que teníamos en materia de acceso tecnológico. No fue la misma educación que tuvieron las familias con varios dispositivos en sus hogares que aquellas que solo contaban con un celular para bajar y subir tareas, o las posibilidades de trabajo de aquellas personas que estaban preparadas para el teletrabajo que aquellas que tuvieron que aprender rápidamente a organizarse para mantener sus fuentes de ingreso.

A pesar de las reflexiones que tuvimos durante ese período de confinamiento y reconversión de nuestros hábitos, todavía quedan muchas deudas tecnológicas en nuestro país. En la región, Argentina siempre fue un referente en materia de educación y de ascenso social, pero los índices de tecnología no son acordes a ese imaginario que supo creer un país próspero. Así lo confirman los datos del reciente informe "Los Caminos de la Conectividad: índice-Ibitic/AL", un estudio que busca medir el avance de la infraestructura de las tecnologías de la información y comunicaciones (TIC) en diferentes países de América Latina que es elaborado todos los años por el Centro para el Estudio de las Sociedades Abiertas.

Algunos datos sobre Argentina de este informe son optimistas, como por ejemplo el porcentaje de penetración de internet fija, que llega al 71%. De esta manera, nuestro país queda en el segundo lugar en el ranking del reporte, luego de Uruguay. Este es un dato alentador que da cuenta que la red en nuestro territorio ayuda a la comunicación, al trabajo y al acceso a la información. También detalla que Argentina cuenta con un porcentaje alto de posesión de teléfonos celulares, con índices comparables con los de Uruguay, Chile y México, que son de los más destacados de la región.

Sin embargo, el Centro para el Estudio de las Sociedades Abiertas advierte tres indicadores técnicos que podrían ser considerados problemas en relación con la infraestructura de las TICs en nuestro país. La primera de ellas es el escaso despliegue de la fibra óptica, siendo el más bajo de Sudamérica. Si bien el 71,4% de los hogares tienen conexión fija a Internet, solo el 24,2% de estas conexiones son de alta velocidad con fibra. La velocidad también es un punto débil y en el país se considera mediocre en comparación con otros países de la región. La velocidad mediana de descarga de internet fija en Argentina es de 74,35 megabytes por segundo (Mbps). Si bien es superior a la de Bolivia (32,19 Mbps), representa la mitad de la de Brasil (145,80 Mbps) o un tercio de la de Chile (252 Mbps). Otro problema que aduce el informe es que al momento del relevamiento Argentina todavía no contaba con redes 5G. Si bien esta infraestructura avanzó en los últimos meses, este retraso puede representar también una desventaja frente a otros países, ya que impacta en la velocidad y capacidad de las redes móviles.

El reporte también pone el foco en tres puntos más que ya no están relacionados con aspectos técnicos, sino más bien con las condiciones estructurales con las que cuenta el sector tecnológico. La primera de ellas es la discrepancia que todavía existe con las estadísticas. Por ejemplo, señala que existen inconsistencias entre los datos del Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom) y los datos relevados por el estudio. Otro problema es la inestabilidad económica y regulatoria de nuestro país, y finalmente advierte que tanto el mercado de internet fija como móvil están dominados por pocos operadores y esto podría limitar la competencia y la innovación.

La comparación en materia tecnológica con los países vecinos es necesaria porque revela las falencias que tenemos hacia adentro. Todas las variables del índice IBITIC/AL ubican a Argentina en el puesto 10, un lugar todavía rezagado y considerado de “desarrollo medio inferior”, a pesar de que tenemos compañías digitales que nos enorgullecen por su alcance e innovación. Pero con el orgullo no alcanza. Para subir puestos hace falta una inversión que considere que el acceso a las TICs no son un privilegio, sino un requisito fundamental para pensar un país desarrollado e inclusivo.

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