El fenómeno Scaloneta es curioso. No tanto por la obtención de títulos, sino por la conexión que generó con el pueblo argentino. La mayoría adora a los “héroes de Qatar” y se refiere a ellos con cercanía. Más de uno habrá opinado sobre los romances de Rodrigo de Paul, el comportamiento de “Dibu” Martínez o la vida de Lionel Messi. A los jugadores se los llama por el nombre, como si se tratara de hermanos. El Mundial los convirtió en una especie de “familiares fantasmas”: están en todas partes, pero nadie los ve.
Los afortunados contemplaron su juego dentro de una cancha, pero a metros de distancia, y un pequeñísimo grupo logró saludarlos. El círculo se reduce mucho más si se considera a quienes compartieron una pequeña charla. ¡Qué loco! ¿Cómo una persona ama a alguien que no conoce? ¿Cuál es la causa de la adoración a Messi y compañía? En definitiva: ¿por qué existe esa identificación y cómo hizo para mantenerse hasta la Copa América 2024?
Las causas son muchas. El éxito deportivo en los últimos torneos, el dramatismo de cada conquista, el anunciado fin de la “era Messi”, la personalidad de cada jugador, la obsesión por el bicampeonato mundial... La lista podría ser mucho más extensa, pero esas cinco razones explican a grandes rasgos por qué se mantiene esa relación de amor con tanta reciprocidad. Cada una de las partes juega su partido a la perfección, claro. Los hinchas desde la tribuna; los futbolistas, en la cancha.
La fórmula no se agotó de cara a la Copa América 2024, el torneo menos relevante del ciclo de Lionel Scaloni. No es que se desprestigie el título, nada de eso. Lo que sucede es que, a priori, el campeonato aparentaba menos valor sentimental que las épicas de Brasil y de Qatar. Era difícil repetir un gol tan gritado como el de Ángel Di María en el Maracaná o un final tan tenso como la tanda de penales contra Francia en Lusail. La única certeza este año era que Argentina es la mejor y debía ratificarlo una vez más.
Los rivales tampoco entusiasmaban. Brasil continúa en proceso de reconstrucción y llegó disminuido por la ausencia de Neymar. Marcelo Bielsa le cambió la cara a Uruguay, pero todavía no logra la regularidad necesaria. Colombia llegaba como la posible sorpresa después del faltazo al último Mundial. Y lo más curioso es que la Scaloneta no iba a cruzarse con alguno de esos seleccionados hasta una eventual final por cuestiones del fixture.
Estos factores deportivos no fueron suficientes para frenar la locura argentina. Miles viajaron a Estados Unidos para copar las calles de cada sede. Los millones restantes encendieron la TV para seguir de cerca a la Selección. Entonces: ¿cómo detener la oleada “albiceleste”?
El éxito provoca alegría, aunque también identificación. En definitiva: todos quieren sentirse ganadores, aunque sea por un pequeño instante. La sensación de victoria es placentera. El ejemplo más claro después de la Copa América: apenas terminó el partido en Estados Unidos, la plaza Independencia se llenó de hinchas que festejaron el título. Ni el frío ni el horario eran excusas válidas para frenar la algarabía.
Ante esto emerge otra pregunta: ¿los argentinos se empalagarán con tantas victorias? La respuesta es no. La Selección batalló demasiado para cortar la sequía de 28 años, ciclo durante el que perdió siete finales. Demasiadas para un seleccionado grande. Es una de las tantas causas que explican una euforia que no parece tener fin.
Eso sí: toda conquista tiene momentos de tensión y eso genera que la victoria obtenga un plus: mientras más sufrida sea, más grandes son los festejos.
La imagen de Messi entre lágrimas y con el tobillo derecho inflamado es parte de la historia de la Selección. Nunca se lo había visto de ese modo y, sobre todo, nunca había salido durante una final. La posibilidad de perder con Colombia estaba latente. Pero la Selección de Scaloni se sobrepuso y demostró que puede ganar sin el capitán dentro de la cancha. Nicolás González fue la solución instantánea, se hizo un planteo más vertical y Argentina conquistó el trofeo. Otra prueba superada para la Scaloneta.
¿Qué viene entonces? Messi es uno de los dos máximos ídolos de la Selección, solo equiparable con Diego Maradona. El punto final de su carrera está a la vuelta de la esquina, estos son los últimos tiempos con la Selección. Lo llamativo es que la identificación con el “10” se consolidó recién a partir de la Copa América de 2021. Antes, muchísima gente cuestionaba el rendimiento del rosarino en la Selección.
Aquel título puso fin a la mala racha que arrastraba Messi en las finales y fue su primera conquista con la “albiceleste”. Esa energía se replicó en Qatar y en Estados Unidos. ¿Por qué? El camino de Messi a la gloria dejo una moraleja: ni siquiera los mejores del mundo están exentos de perder, pero eso no tiene que ser motivo para abandonar los objetivos. Antes de sonreír perdió cuatro finales y hasta había declarado que se retiraría -en Estados Unidos 2016-. Ni se imaginaba que ocho años después alzaría la Copa América en el Hard Rock Stadium.
Los títulos forman parte del currículum deportivo y son utilizados como una medida para definir si la carrera deportiva fue buena o mala. La Copa del Mundo es el trofeo más preciado, aunque el más complicado de conseguir. Solo 69 argentinos lo alzaron a lo largo de la historia. El número es ínfimo dentro de los millones que componen el país.
Ese éxito se convierte en el aval necesario para que los futbolistas muestren su lado más humano. La locura de Emiliano Martinez, el compañerismo de De Paul, el esfuerzo de Julián Álvarez, la serenidad de Scaloni... Todas esas cualidades provocan la sensación de cercanía con los jugadores, y por ende, la identificación crece.
Por todo esto, la fiebre mundialista sigue en pie. El pasado 18 de diciembre fue el segundo aniversario de la final de Qatar 2022. Las redes sociales se llenaron de publicaciones. La más especial fue la de Messi. “Amo diciembre y las fechas de Navidad. Hace dos años podría haber sido un último mes del año amargo, pero terminó siendo el más lindo de mi carrera deportiva. Y ahora, cada diciembre me viene este recuerdo…”, escribió el capitán en Instagram y provocó millones reacciones.
El fenómeno es un indicio de cómo se vivirá el próximo Mundial. Los argentinos están felices, pero quieren acumular más alegrías. ¿Se dará el bicampeonato? No se puede hacer futurología, pero sí prever que la explosión de alegría puede ser igual o mayor que la de 2022.