Hacia un uso responsable y empático de la pirotecnia

Hacia un uso responsable y empático de la pirotecnia

Como sociedad debemos reflexionar sobre nuestras prácticas y adoptar hábitos que no perjudiquen a los más vulnerables.

Entre muchas otras cosas, la pirotecnia aparece asociada indefectiblemente a las Fiestas de fin de año. Fotos o dibujos de fuegos artificiales funcionan como iconos en las tarjetas navideñas. Si bien para muchos la pirotecnia representa alegría y tradición, no pueden negarse las consecuencias negativas del abuso y del mal uso.

Las personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA) experimentan una realidad sensorial distinta. Una de las características más comunes de quienes viven con esta condición es la hipersensibilidad auditiva. Los ruidos extremos, como los producidos por la pirotecnia, no solo les resultan molestos, les provocan ataques de pánico, episodios de ansiedad, crisis nerviosas e incluso bloqueos sensoriales.

Muchas familias de personas con TEA vienen clamando -sobre todo, durante los últimos años- por un cambio en esta tradición. Cada diciembre, los padres de niños con autismo impulsan campañas en redes sociales y en medios tradicionales de comunicación para que se genere conciencia sobre el impacto devastador de los fuegos artificiales sobre sus hijos.

En particular, bajo el título de “Más luces, menos ruido” se propone la adopción de pirotecnia silenciosa, aquella que produce luces de colores que adoptan distintas formas en el cielo, sin estruendos. Aunque esta opción ya empezó a ganar terreno en diversas partes del mundo, en la Argentina, en general, cuesta mucho avanzar hacia el cambio cultural.

Además del daño psicológico, el uso de pirotecnia en estas fechas en no pocas ocasiones limita la posibilidad de que las familias con niños con TEA disfruten de las Fiestas. Algunos optan por evitar las reuniones familiares o buscan lugares alejados para proteger a sus hijos de los ruidos. Esta exclusión social afecta profundamente la calidad de vida de estas familias.

El uso indebido de artefactos explosivos también conlleva situaciones indeseables. La manipulación sin cuidado resulta casi un imán para los accidentes con fuego. Pese a las campañas de concientización, las Fiestas de fin de año suelen dejar un saldo de varios menores heridos; algunos de ellos, de gravedad.

Un caso reciente, ocurrido en la localidad cordobesa de Bell Ville durante las celebraciones de Navidad, conmocionó a todos. Un niño de 9 años que estaba jugando con amigos introdujo un cohete encendido en su boca. El artefacto explotó antes de que pudiera retirarlo, causándole lesiones graves en el rostro, la boca y las vías respiratorias. El menor fue trasladado de urgencia a un hospital, donde permanece en terapia intensiva.

Este trágico episodio debe funcionar como una alerta contundente de los riesgos que implica dejar la pirotecnia al libre uso de los niños. Muchos de estos accidentes no son provocados únicamente por el uso inadecuado de los cohetes, sino también por la falta de supervisión adulta, ya que el niño a menudo subestima los peligros inherentes de los explosivos.

Atender estas cuestiones no implica un gran esfuerzo. Basta con un cambio en nuestras elecciones. Las Fiestas pueden significar un momento de reflexión sobre la posibilidad de priorizar el bienestar de quienes más sufren durante esta época del año y convertir la celebración en un tiempo de alegría para todos, sin excepciones.

¿Qué tan importante es el ruido? ¿Estamos dispuestos a sacrificar la tranquilidad de otros por mantener una tradición que puede adaptarse fácilmente? Elegir alternativas más responsables, como las luces y los espectáculos visuales sin explosiones, puede hacer que disfrutemos de las Fiestas sin causar daño a un otro.

Resulta esencial que, como sociedad, reflexionemos sobre nuestras prácticas festivas y adoptemos hábitos que no perjudiquen a los más vulnerables. El uso responsable de una pirotecnia que no lastime es un paso hacia celebraciones más inclusivas y seguras para todos.

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