La visita a la provincia, en marzo, de Gustavo Zerbino, el “Guardián de los recuerdos” del accidente en la Cordillera de los Andes, fue una conjunción de emociones a propósito de una historia de soledad compartida, decisiones extremas y resiliencia.
Rondaba en el aire el hecho de que había pasado ya medio siglo del milagro por el que sobrevivieron 16 de los 45 pasajeros del avión de la Fuerza Aérea Uruguaya que el 13 de octubre de 1972 se estrelló en la montaña, cerca del límite con Chile. 4.000 metros de altura. 30 grados bajo cero. Sin agua ni comida. Apenas guarecidos en parte por el fuselaje del avión. Los viajeros eran jóvenes rugbistas del equipo Old Christians y compañeros del colegio Stella Maris, de Montevideo.
En el colmo de la desesperación, dos de ellos salieron caminar por la montaña y 72 días después del accidente hallaron un arriero que dio aviso al mundo. En el libro “La sociedad de la nieve” Pablo Vierci, ex compañero de ellos, dice: “la historia es un símbolo de resiliencia o de construir una sociedad distinta en el ambiente más inhóspito del planeta”.
También rondaba en el aire de comienzos de año el estreno, el 4 de enero, de la película del español Juan Antonio Bayona, basada en el libro de Vierci, que trajo a escena lo sucedido con emoción, sin sensacionalismo. Cuando Zerbino llegó a Tucumán la película era candidata al Oscar, había sido la más vista en Netflix y el público conocía al dedillo los pormenores de la historia. Cada uno se preguntaba: ¿qué hubiera hecho en una circunstancia como esa?
“Todos tienen su propia cordillera. Debemos asumir un papel activo en la vida”, dijo Zerbino. Dio una conferencia en el teatro Alberdi titulada “Gestión en la adversidad”, en la que abordó temas como “la aceptación de las circunstancias, la importancia de la humildad y la gratitud, y la necesidad de vivir el presente”. Fue invitado y recibido por el gobernador Osvaldo Jaldo, ante quien resaltó “la importancia de compartir mi experiencia y enseñar cómo transformar los problemas en oportunidades, conectándose con el corazón y buscando soluciones”.
También estuvo en el programa “Panorama Tucumano”, donde se vio al tipo afable, de gorra y ropa sport, “un hombre como cualquiera”, al decir de Joan Manuel Serrat, que describía con ideas trascendentes situaciones cotidianas. “La esperanza es la hermana menor de la fe; yo siempre tuve la ilusión y la certeza de que iba a vivir”, sentenció.
Zerbino fue quien entregó a las familias de los que quedaron en la Cordillera las cosas que tenían. “Personalmente, durante 73 días me dediqué a juntar, de mis amigos que morían, relojes, cruces, cadenas, cartas o documentos para después llevárselos a su familia y contarles los grandes que habían sido esos muchachos, que murieron físicamente pero vivieron para siempre en mi corazón”, destacó. Y añadió: “la vida es un milagro y la muerte es un misterio. En el medio está lo que tenemos que vivir. Ojo que hay gente que está viva y está muerta en vida”.
¿Por qué hizo todo esto? “De un banano salen bananas y de un tomate, tomates. Soy hijo de una familia que educó con el amor, la vocación de servicio, el respeto y la solidaridad. Sólo hice lo que a mí me habían enseñado. O sea, cumplí con el amor y el ejemplo a través del molde que a mí me moldeó como la arena en la playa”.
¿Quién lo moldeó? “Mi padre, mi madre, mi familia, mi colegio, el rugby, un deporte de respeto en el que todos sirven para algo -el gordo, el flaco, el alto, el petiso, el rápido, el lento-; que juego contra un ocasional adversario que me permite que me supere, que mejore… Un tipo que te para con un tackle te enseña en el peor momento a no claudicar, te enseña que no hay que entregarse nunca, que solo tenés que levantarte una vez más cuando te caíste”.
“Eso de levantarse en la adversidad sirve para progresar como sociedad -había dicho en una entrevista-. La vida es esto, venimos acá para aprender a distinguir lo esencial de lo secundario y nuestra historia fue tan fuerte, tan dura y al mismo tiempo tan rica en valores y principios, que hay mucho para compartir con el mundo hoy, donde la insatisfacción es permanente, la soberbia, la arrogancia, las guerras son lo que dominan. Creo que le mostramos al mundo cómo un grupo de jóvenes de 18, 19, 20 años, en la adversidad más grande, abandonados por todos, fueron capaces de construir una sociedad solidaria, donde los bienes pertenecían a la comunidad y el único objetivo era sobrevivir. No yo, todos. Por eso esta es una historia de amor, de amistad, de solidaridad y vocación de servicio”.
A comienzo de año rondaba en el aire esta historia, que describe el escritor Vierci: “esa sensación de estar solo en el Cosmos es la que te permite hacer tabla rasa con la sociedad que conocés, que es la sociedad del llano, y construir una sociedad nueva, que es la sociedad de la nieve. Construir una sociedad nueva con nuevas reglas, disruptiva, en la que podés decir soy sobreviviente, pero puedo ser combustible mañana”.
Un grupo de tucumanos, incluso, había participado en diciembre de 2023 de una expedición a la Cordillera, de las muchas y muy difíciles que se hacen para visitar el Valle de las Lágrimas y ver lo que queda del accidente. Pero de las palabras de Zerbino se desprendían pensamientos de lo colectivo (como sociedad) y lo personal (por los miedos y desafíos que tenemos cada día). Zerbino habló con discreto orgullo de cómo viven los uruguayos y con respeto describió a los argentinos, que nos acostamos con soluciones y nos despertamos renegando y con problemas.
Y fue más allá de la política y de los problemas personales: “después de pasar la peor noche de mi vida aprendí que la diferencia entre la noche y la oscuridad es que la noche termina cuando sale el sol, y la oscuridad es cuando perdés la fe y la esperanza”.