La fobia al sexo se define como una “aversión extrema, persistente o recurrente, hacia el sexo y la evitación de todos o casi todos los contactos sexuales genitales con una pareja sexual”. En algunos casos este rechazo llega a desencadenar verdaderos ataques de pánico, manifestados por síntomas tales como palpitaciones, dolor en el pecho, sensación de ahogo, mareos, escalofríos o sofocones, hormigueos en las extremidades, transpiración, miedo a perder el control, miedo a la muerte. Lo que ocasiona, obviamente, un gran malestar.
Este padecimiento aqueja a menos del 2% de la población adulta, con una mayor incidencia en las mujeres. La angustia o incomodidad puede desencadenarse ante la sola referencia a lo sexual o frente a cualquier sensación, emoción o pensamiento erótico. Tristemente, algunas de estas personas llevan una vida de aislamiento social, como mecanismo para evitar cualquier situación que pudiera ponerlas en apuros y enfrentarlas a lo que tanto temen.
La psicóloga Helen Singer Kaplan, pionera en el campo de la sexología, describió las 13 fobias sexuales específicas que con mayor frecuencia había observado en sus pacientes:
1- A tocar o acariciar el cuerpo (especialmente los pechos, pezones y muslos)
2- A mirar los genitales (propios o del compañero/a)
3- A tocar los genitales de la pareja
4- A besar (la boca, los pechos, los genitales)
5- A la penetración vaginal (en el caso de las mujeres, a ser penetradas con cualquier objeto, o sólo con el pene; en los hombres, a penetrar)
6- A las secreciones sexuales y olores (semen, secreciones vaginales)
7- A la excitación sexual (propia o del otro)
8- Al orgasmo (temor a perder el control)
9- Al sexo oral (recibir o dar estimulación oral)
10- Al fracaso sexual (el llamado “pánico de desempeño”, más común en los hombres)
11- Al embarazo (quedar embarazada o embarazar)
12- A contraer una infección de transmisión sexual
13- A la desnudez (propia o de la pareja)
Se trata de aversiones que pueden ser más o menos conscientes, aunque por lo general están sustentadas por una explicación racional por parte de quien las padece. Como ocurre con otro tipo de fobias, se requiere ayuda profesional para su tratamiento.