Celebramos hoy la festividad de la Sagrada Familia de Nazaret, que encuentra su marco adecuado en el contexto navideño, como prolongación y consecuencia lógica de la encarnación del Hijo de Dios en la historia de una sencilla familia. Es el primer hogar en el que se inspira la gran familia de Dios, la Iglesia, y también el pequeño núcleo que forma cada familia cristiana, “la iglesia doméstica”, como la definió el Papa Juan XXIII.
La Familia de Nazaret es decididamente única y es lógico preguntarse si es posible tomarla como modelo para la familia cristiana de hoy. No obstante, su carácter extraordinario, y sin ser obstáculo para cumplir su misión, su día a día discurrió como la de cualquier otra entre alegrías, problemas inesperados y sufrimientos. Fue un modelo de amor recíproco y de diálogo, a la vez que una escuela de oración y de apertura a Dios. Su ejemplo sigue siendo punto de referencia.
No es fácil vivir la realidad familiar en nuestro día. La familia cristiana afronta el reto de mantenerse coherente en medio de grandes cambios culturales y sociales. El desgaste de vivir en un ambiente que minusvalora y rechaza el modo en que los cristianos entendemos la vida en familia. Es necesaria mucha serenidad, misericordia y diálogo para afrontar esta situación. A pesar de todo, son muchas las familias que hoy, dentro de los límites propios de la fragilidad humana, se esfuerzan por construir una familia sana y en comunión, intentando reflejar los valores fundamentales de la familia de Nazaret. La oración y la gracia del sacramento del matrimonio, que permanece a lo largo de la historia de la familia, son la garantía para lograr esa añorada aspiración.
Una familia en comunión y armonía es uno de los mejores testimonios que los cristianos pueden ofrecer en tiempos de confusión. También hay otras familias que atraviesan tiempos difíciles, con serios problemas y desavenencias que la sumen en profunda tristeza. Otras que, lamentablemente, han roto definitivamente la comunión. Nuestra actitud ha de ser siempre de comprensión, cercanía y ayuda.
Sin duda que la familia es un hermoso proyecto, que se va construyendo, aprendiendo cada día a ser familia. El Papa Juan Pablo II la definía como el santuario de la vida, esto es, “el lugar donde la vida -regalo de Dios- puede ser propiamente bienvenida y protegida contra los muchos ataques a los que está expuesta, y puede crecer con un auténtico crecimiento humano”. A lo que hacen eco las palabras del Papa Francisco: “si la familia cristiana es el santuario de la vida, el lugar donde la vida es concebida y cuidada, es una contradicción tremenda cuando se convierte en lugar donde es rechazada y destruida”. Hermosa manera de recordarnos otra tarea ineludible.
Damos gracias a Dios porque el Verbo, al hacerse hombre, ha dado un valor infinito y eterno a toda nuestra historia cotidiana si se vive con amor, en la buenas y en las malas circunstancias, en la alegría como en el sufrimiento (“Pensamientos”. P Luis Gonzales).