Mikheil Kavelashvili, ex futbolista del Manchester City, dio un giro sorprendente en su vida al asumir, en diciembre de 2024, la presidencia de Georgia. Un exjugador de élite que, tras dejar el fútbol, decidió saltar al mundo de la política en su país natal, enfrentándose ahora a un desafío mucho mayor que el de marcar goles: liderar una nación en un contexto geopolítico cada vez más complejo.
Kavelashvili, nacido en Bolnisi, una pequeña ciudad de Georgia, se destacó como delantero en el fútbol europeo durante los años 90 y principios de los 2000 y alcanzó su mayor notoriedad al ser fichado por los Citizens en 1996. Si bien sus números en Inglaterra no fueron sobresalientes, con apenas tres goles en 29 partidos, logró destacarse al marcar en un clásico contra el Manchester United, aunque su equipo terminó perdiendo 3-2. Tras su retiro, su vínculo con el deporte no desapareció, pero se transformó en algo mucho más influyente: la política. Con una fuerte cercanía hacia Rusia, el ex jugador comenzó a posicionarse como un actor clave en la vida política de su país, una nación que, tras años de tensiones con Moscú, busca un equilibrio entre Oriente y Occidente.
El 14 de diciembre de 2024, en una votación parlamentaria llena de controversias y boicoteada por la oposición, Kavelashvili asumió la presidencia de Georgia. La victoria fue todo un desafío por las presiones políticas internas y por la polarización que genera su postura pro-rusa en un país dividido. Su ascenso al poder, sin embargo, refleja algo que Kavelashvili conoce bien: un hombre acostumbrado a enfrentar desafíos, ahora tiene la responsabilidad de unificar a una nación fracturada.
En su primer discurso como presidente, Kavelashvili se comprometió a liderar un gobierno que priorice la estabilidad económica y la unidad nacional, con la promesa de una política exterior pragmática. A pesar de la incertidumbre que genera su relación con el Kremlin, su mensaje fue claro: Georgia tiene que avanzar sin perder su identidad. En la misma línea, sus detractores temen que su cercanía con Rusia pueda frenar las aspiraciones del país hacia una integración más profunda con la Unión Europea y la OTAN.
En el fútbol, Kavelashvili demostró su habilidad para marcar la diferencia en momentos clave, y ahora, como presidente, tendrá que aplicar esa misma mentalidad para enfrentar desafíos mucho mayores. Sin el control de la pelota, pero con la misma determinación, el exfutbolista buscará sortear los obstáculos políticos que lo esperan. ¿Será capaz de llevar a su país a la victoria, como hizo en sus días de jugador? Solo el tiempo lo dirá, pero sin dudas, Kavelashvili está en el partido más difícil de su vida.