Lo mejor de 2024, parte I
En este número reunimos fragmentos de textos publicados en este suplemento a lo largo de los últimos doce meses. Entrevistas a destacados escritores, artículos de protagonistas de la cultura, intervenciones de intelectuales fallecidos en los últimos meses y de autores de libros que sobresalieron este año
El país de las crisis
Por Juan José Sebreli
Al reflexionar sobre las crisis argentinas es inevitable, en mi caso, la alusión personal; nací poco después del primer golpe militar, en plena dictadura y en el momento álgido de la crisis económica mundial desatada en 1929. Mi familia fue víctima de ambos sucesos: mi padre era un desocupado por la recesión y mi madre, una maestra dejada cesante por la dictadura.
Los acontecimientos históricos, las vicisitudes de la política y la economía constituyen el destino en el desarrollo de una sociedad tanto como en la existencia de un individuo. Así, durante todo el transcurso de mi vida las crisis me acompañaron como hadas maléficas. Esta suerte no es sólo válida para mi generación. Las posteriores también han vivido en medio de crisis intermitentes, a lo largo del siglo, sin poder eludirlas; sus testimonios, en todo caso, no diferirían del mío.
La Gran Depresión constituyó la mayor catástrofe sufrida, hasta entonces, por el capitalismo mundial. En nuestro país, tuvo consecuencias decisivas: era una señal del agotamiento del modelo agroexportador, base de una inaudita prosperidad que había durado medio siglo. Las condiciones del mercado mundial favorables en la Argentina desde 1880 -alza de los productos alimenticios y baja de los industriales; excedentes de capitales en los países centrales que permitían la inversión en los países emergentes- desaparecían para siempre y las clases dirigentes locales desorientadas no supieron reaccionar ante la nueva y compleja situación.
Vistas de pasado
Por Beatriz Sarlo
Las “vistas de pasado” (según la fórmula de Benveniste) son construcciones.
Precisamente porque el tiempo del pasado es ineliminable, un perseguidor que esclaviza o libera, su irrupción en el presente es comprensible en la medida en que se lo organice mediante los procedimientos de la narración y, por ellos, de una ideología que ponga de manifiesto un continuum significativo e interpretable de tiempo. Del pasado se habla sin suspender el presente y, muchas veces, implicando también el futuro. Se recuerda, se narra o se remite al pasado a través de un tipo de relato, de personajes, de relación entre sus acciones voluntarias e involuntarias, abiertas y secretas, definidas por objetivos o inconscientes; los personajes articulan grupos que pueden presentarse como más o menos favorables a la independencia respecto de factores externos a su dominio. Estas modalidades del discurso implican una concepción de lo social, y eventualmente también de la naturaleza. Introducen una tonalidad dominante en las “vistas de pasado”.
En las narraciones históricas de circulación masiva, un cerrado círculo hermenéutico une la reconstrucción de los hechos con la interpretación de sus sentidos y garantiza visiones globales, aquellas que, en la ambición de los grandes historiadores del siglo XIX, fueron las síntesis que hoy se consideran a veces imposibles, a veces indeseables y, por lo general, conceptualmente erróneas.
¿Pero puede la escritura matar?
Por Paul Auster
“La escritura puede, ciertamente, ser peligrosa. Peligrosa para el lector - si es lo suficientemente poderosa para cambiar su concepción del mundo - y peligrosa para el escritor. Piensa en cuántos escritores fueron asesinados por Stalin: Osip Mandelstam, Isaac Babel entre otros. Piensa en la fatwa contra Salman Rushdie. En todos los escritores encarcelados en el mundo actualmente. ¿Pero puede la escritura matar? No, al menos literalmente. Un libro no es una ametralladora ni una silla eléctrica. Pero a veces pasan cosas extrañas que te hacen pensar. El caso del escritor francés Louis-René des Forets, por ejemplo. Oí hablar del tema por primera vez cuando vivía en París, a principios de los setenta, y me hechizó tanto que lo incorporé, años después, en una de mis novelas, La noche del oráculo. Des Forets era una promesa literaria de los años 50 que había publicado una novela y un libro de cuentos. Después escribió un poema narrativo en el que un chico se ahoga en el mar. No mucho después de la publicación del libro, su propio hijo se ahogó. Seguramente no hubo ninguna conexión racional entre la muerte imaginaria y la real, pero des Forets estaba tan conmovido por la experiencia que dejó de escribir por décadas”.
“Por qué la Argentina no es un país normal”
Por Roberto Cortés Conde
“En mi último libro (El laberinto argentino), me pregunto por qué la Argentina no es un país normal. Normal como Chile o Uruguay, no una potencia ni mucho menos. Simplemente un país con alternancia y reglas de juego claras. Hay, a lo largo de la Historia, procesos complejos y momentos clave. En el año 30 hay una gran crisis fiscal. Se establece el control de cambios, luego el Banco Central (en el 35) contabilizará a otro precio las reservas de oro, algo parecido a lo que se hizo en estos años. En ese momento el acuerdo fiscal se rompe; y esa ruptura dura hasta hoy. El problema fiscal, que creo que es el problema económico de fondo que tiene el país, finalmente es una cuestión política. Determinar quién paga y quién recibe. El país no logró equilibrar sus cuentas, no pudo limitarse a gastar lo que le ingresaba, y la inflación se transformó en un fenómeno crónico, en un esquema recaudatorio. Cuando no se pudo seguir cobrando el impuesto inflacionario -porque la gente dejaba de usar el dinero- se pasó al endeudamiento. En la Argentina se estableció una estrategia permanente entre el Gobierno y los contribuyentes para sorprender al otro. El Gobierno puede confiscar si el dinero está a la vista pero no si está fuera del sistema”.
“Con los años, las ilusiones se van puliendo”
Por Inés Fernández Moreno
“La vida cotidiana es extrañísima y te puede llevar muy lejos o muy al fondo del misterio. Y para mí la observación es un arma tan poderosa como la pura elucubración. O tal vez el punto de partida. Tenía un médico que escribía tu ficha de paciente con una obsesión notable: usaba una regla, una goma de borrar, una lapicera de tinta y varias biromes de color para hacer subrayados. Yo me quedaba hipnotizada al ver con cuánta satisfacción lo hacía. El paciente le importaba un pepino, el tema era su ficha. Esa observación me lleva después a pensar otras cosas. Las estrategias para convivir con los horrores del cuerpo. Y cómo sería este médico operando. Cómo escribiría con el bisturí sobre un cuerpo tan inerte como una ficha de cartulina. Ese personaje aparece en uno de los cuentos de Malos sentimientos relacionado con la crueldad. La crónica también trabaja con la atención puesta en este tipo de detalles, en lo que surge de ellos si uno tira de ese hilito. Alguien dijo por ahí que los cronistas trabajan con los despojos que les deja la noticia. En ese punto coincide con la actitud literaria. Y después, o al mismo tiempo, se integra la escritura”.
“A los chicos hay que elogiarles el esfuerzo”
Por Melina Furman
“Elogiamos mucho a los nenes para que se sientan confiados: “sos un genio, sos reinteligente”, y lo que muestran diversas investigaciones es que si vos les elogiás el talento, el chico busca cosas más fáciles, para ir a lo seguro. Elogiar el esfuerzo, premiar el esfuerzo: “practicaste mucho, cuánto que trabajaste para llegar a esto…”. Si premio el esfuerzo, y si valoro eso, los chicos empiezan a manejar la frustración y siguen eligiendo cualquier cosa que los desafíe. Transparentar que los logros en la vida son difíciles, y que vale haberlo intentado…Sabemos, por todas las investigaciones acerca de cómo aprendemos, que uno no aprende habilidades sin conocimiento conceptual. Tienen que estar amalgamados, porque, realmente, no las aprendemos en el vacío. El libro habla un poco de eso, de cómo generar comprensión profunda en los chicos a partir de su curiosidad, desde las preguntas que hacen. Como si fueras tirando de la punta del ovillo y abriendo eso a conocimientos profundos”.
“Un director de cine es tal durante cuatro o cinco películas”
Por Manuel Antín
“Con Torre Nilsson comentábamos que un director de cine es tal durante cuatro o cinco películas. Luego deja de serlo en la forma primitiva. Cuando se convierte en director de cine todo el mundo se entera, de modo que no tiene otras posibilidades de ganarse la vida. Ergo, tiene que cuidar esa posición, cuesta más arriesgarse, uno ha adquirido obligaciones. Sería lindo, pero no es fácil mantener la irresponsabilidad con que se comenzó. Conozco pocos nombres que han sido consecuentes con sus convicciones artísticas primitivas. Uno de ellos es Fellini; otro es Bergman, cuya última obra, Saraband, es una maravillosa despedida; otro, Chaplin. Podríamos agregar a Orson Welles, aunque no estoy muy convencido”.
Los sentimientos de identidad nacional
Por José Carlos Chiramonte
“Los sentimientos de identidad nacional pueden fundarse en una interpretación equivocada de los acontecimientos históricos. Nuestro papel como intelectuales e historiadores es propender a lo que mejor sirve a la causa de los seres humanos, que es la búsqueda de la verdad y el tratar de evitar los errores de apreciación del pasado, que, en el terreno político, suelen ser la fuente de sucesos sangrientos. Hemos de aprovechar estos aniversarios significativos para profundizar el conocimiento de la historia, que es la forma de contribuir a que haya menos conflictividad”.
Ese desorden de pérdidas y desastres
Por Edgardo Cozarinsky
“‘Mi Buenos Aires privado’, para parafrasear el título de una película de los 90, lo he inventado en estos 20 últimos años. Ninguno de los lugares donde viví de adulto me promete semillas de ficción. En cambio, el sur de mi primerísima infancia, apenas recordado, lo he estado explorando desde que volví a instalarme en la ciudad donde nací, y me lo he apropiado como territorio de ficción; lo mismo ocurre con Paseo Colón y Alem, desde el Parque Lezama hasta Retiro. Están en algunos cuentos, sobre todo en novelas como Lejos de dónde, Maniobras nocturnas y Dinero para fantasmas. Y por supuesto en Dark…Hay algo inevitable, en el escritor que se quiso escritor desde temprano, aunque no haya publicado hasta muy tarde, como es mi caso, que esté realizando no solo aquel deseo sino que también que busque (permitime que me cite) ‘imponer alguna forma a ese desorden de pérdidas y desastres que llaman experiencia’”.
Directores y actores
Por Tito Cossa
“Con los directores me llevo generalmente muy bien, y creo que no podía ser de otra manera porque son elegidos o aprobados por mí. Una sola vez tuve un encontronazo con uno de ellos, un enfrentamiento muy fuerte, le aseguro, pero luego todo se arregló y la obra se desarrolló con normalidad. Con los actores también, pero me pongo muy mal cuando cambian un texto. Quiero decir, cuando lo cambian mal. Hay pocos actores que tienen el don de cambiar algunas palabras y obtener, ya no el mismo efecto, sino hacerlo aún más importante. Uno de ellos, muy pocos, era Ulises Dumont. Lo hizo una vez con una de mis obras y yo consideré que estaba muy bien, pero aclaro que tampoco era muy usual en él. En cambio hay otros que actúan como si la obra les perteneciera. Podrán decirme, ‘pero vos le cambiaste el final a una obra de Molière’. Y es cierto, pero la diferencia está en que en esa obra se aclaraba que era una adaptación. Si uno avisa, no se admiten reclamos”.