Sexualmente hablando: vergüenza sexual

Sexualmente hablando: vergüenza sexual

Sexualmente hablando: vergüenza sexual

“Es posible que sobre ningún otro aspecto de la actividad humana haya recaído tanta vergüenza como sobre la sexualidad”, afirmó John Elliot Bradshaw, autor estadounidense y uno de los pioneros del movimiento de autoayuda (popularizó expresiones como “el niño interior herido” o “familia disfuncional). “El sexo no es algo que tenemos o hacemos, es quienes somos… La energía sexual es la encarnación de la propia fuerza vital, pero con una configuración que nos pertenece de forma única y exclusiva”. Y concluía: “Manchar de vergüenza el impulso sexual es manchar de vergüenza lo más profundo de nuestro ser”. Palabras tan profundas como ciertas: nadie puede considerarse totalmente libre de estas limitaciones. Aún hoy, la gran mayoría seguimos condicionados por tabúes, prejuicios, temores y emociones encontradas en torno a la sexualidad.

Respecto a este tema, los terapeutas de pareja Daniel Ellenberg y Judith Bell, en su libro “Amantes para toda la vida”, sugieren diversos ejercicios para trabajar nuestra vergüenza sexual. Uno de ellos propone reconciliarse con el propio “ser erótico”. Consiste en escribir una lista de aquellas experiencias en el terreno erótico que nos hayan hecho sentir vergüenza: cuestiones relativas al cuerpo, ocasiones en las que entablamos relaciones sexuales aún cuando no lo sentíamos, “flirteos” o aventuras clandestinas, actitudes y conductas hacia la pareja o amantes del pasado que hoy nos produzcan arrepentimiento, la manera en que terminamos una relación... En una palabra, cualquier cosa que hayamos vivido en el terreno amoroso o sexual y que nos genere emociones negativas.

Al terminar la lista, la consigna es leer uno de los incidentes y pensar sobre lo que se sintió entonces. “¿De qué tenía miedo? ¿Qué me imagino que podría haber sucedido si hubiera actuado en forma diferente? ¿Qué sentía en aquel momento que me impidió elegir o vislumbrar otra opción?”

Luego, cerrar los ojos y respirar hondo. Y lo que es más importante: contactar con un aspecto compasivo dentro de nosotros. Sugieren hablarse, mentalmente o en voz alta, con frases como: “hice lo mejor que sabía en aquel momento. Incluso si herí a alguien, aún soy un ser humano digno de amor”.

La idea es trabajar con la lista hasta completarla, tomando nota de aquellos sucesos que nos resulten más sencillos de aceptar y perdonar… y también de los que encontramos más difíciles de abordar.

El ejercicio puede parecer ingenuo o artificial para algunos, pero no lo es en absoluto si se realiza a conciencia. Sus resultados pueden sorprendernos.

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