Cae la tarde del sábado en la avenida Roca y las veredas de esta arteria toman un tinte particular. Cientos de tucumanos con rosarios en sus cuellos y banderas argentinas caminan hacia el oeste con un destino común: La Reducción. A algunos de ellos lo motiva la gratitud. Otros llevan un hondo pesar en el corazón y distintos pedidos, pero la esperanza intacta. Los peregrinos caminan hacia el reencuentro con la Virgen María en el santuario de esa localidad.
Cada ocho de diciembre, pero también en los días previos, la fe mariana envuelve a Tucumán de norte a sur, de este a oeste. Los peregrinajes no sólo tienen como destino la Reducción. Algunos llevan sus rezos al sur de la provincia, al santuario de la Inmaculada Concepción –en la ciudad homónima- y ciertamente no son pocos los que deciden traspasar los límites de estas tierras para llevar sus rezos, agradecimientos y peticiones al templo de la Virgen del Valle en Catamarca. Con largas caminatas, en bici, en vehículos. La caravana se repite porque la fe de los peregrinos se encuentra intacta.
Así lo demuestran los testimonios. La mayoría de los caminantes de la avenida Roca, con sus imágenes de María en las manos, con sus rezos a cuestas y con 24 kilómetros aún por recorrer, cuentan que no es la primera vez que caminan a este lugar sagrado de Lules. Las historias son particulares, distintas, únicas, pero la fe los hermana, los congrega, los lleva a un mismo lugar.
“La Virgen del Valle llegó a mi casa enviada por un muchacho y desde ese día siempre nos acompañó. A lo que le pedimos, ella responde porque somos sus hijos”, cuenta en la tarde del sábado José Daniel Roldán, quien junto a cinco amigos llevaba en andas una imagen con destino a La Reducción.
Es la séptima vez que este misionero de la Parroquia Sagrada Familia, de la ciudad de Alderetes, parte en grupo desde la capital con el propósito de expresarle a María una enorme gratitud y también un pedido especial. “A ella hay mucho que agradecerle porque somos todos jóvenes de entre 15 y 28 años, que tenemos salud y bienestar en nuestras familias”, relata al andar, a la vez que agrega que la intención también es pedirle más trabajo.
El grupo prepara el peregrinaje con semanas de anticipación, pero su atención no está orientada a la preparación física para la caminata de alrededor de seis horas que les espera. No. Toda su dedicación está orientada a los detalles de la imagen de la Virgen que llevan con ellos. “Cambiamos su manto y su corona e iniciamos una novena cada 29 de noviembre, que terminamos el 8 al llegar a la Reducción”, agrega Roldán. ¿Se siente el cansancio? El joven señala que es mucho menor si lo que mueve los pies es la fe.
Rosa los acompaña por segunda vez. Es la mayor del grupo, con 56 años, y relata que este momento es especial para ella, que lo toma como una gran experiencia de vida. Lleva un pedido a cuestas. “Esta vez voy a pedir por el gobierno, que el 2025 sea un mejor año, en el que no falte trabajo, el alimento para los niños sobre todo, y para los ancianos que están muy desamparados”, puntualiza la mujer.
Un trayecto emocionante
Como en el caso de Daniel, Rosa y sus amigos peregrinos, son numerosos los grupos que se forman en las iglesias tucumanas y se emprenden el camino de peregrinación hacia María. No obstante, también son muchas las familias que toman la decisión de hacerlo, generalmente por fervor a la Virgen pero también por la necesidad de algún favor urgente.
María del Carmen Carballo camina abrazada a una imagen de 60 centímetros de Nuestra Señora del Valle para cumplir una promesa. Es una novedad transitar este camino para ella. “Yo suelo recibir en mi casa del barrio del Barrio Belgrano a peregrinos o viajo a Catamarca, pero esta una de las primeras veces que camino hacia Lules”, cuenta.
Carballo camina con la emoción a flor de piel. En cada paso le pide a la Virgen por su hija. La madre sólo cuenta que la muchacha atraviesa un momento complicado y prefiere no ahondar en detalles porque su hija no estaba allí. Sí lo estaba su hijo Luciano, quien a sus 13 años escuchó que su madre iba a caminar para rezar por su hermana y no dudó. “Yo te acompaño mamá”, le dijo.
“Estoy muy emocionado por vivir esto con ella y porque voy a poder pedir yo también por mi hermana, para que salga de esta situación con fuerza”, asevera con la voz entrecortada pero firme para sostener a su madre.
Secándose las lágrimas y antes de seguir, los dos comentan que sí tenían otros motivos para agradecer. Algunos de ellos son la buena salud del padre de María del Carmen, el trabajo con el que cuentan todos en su familia y las pequeñas bendiciones que notan en el día a día y que no quieren dejar pasar, a pesar del periodo duro que atraviesan.
De pie
Cuando la noche de ayer empieza a caer, una imagen de María resplandece en la ruta provincial 301, en andas, envuelta en pequeñas luces de navidad. La familia Suárez camina desde el Manantial hacia La Reducción como lo hace desde hace cinco años, con un agradecimiento enorme según ellos contaron.
Juan Antonio, el padre, lidera el grupo. Sonríe y no parece cansado. Se lo ve entero, jovial. Nadie hubiese podido adivinar que hace un par de meses un problema de salud lo asustó a él y a todos sus seres queridos.
“Tuvimos un tremendo susto en agosto cuando sufrió un síncope. La verdad, pensamos que lo perdíamos”, detalló su esposa Raquel. Ella lo define como el “pilar de su familia” y agrega que su completa recuperación es lo que hace especial la caminata de agradecimiento de este año.
Junto a ellos están sus hijos, su sobrino, su yerno y su nieta. Es una imagen que se repite varias veces al costado de la ruta. Familias en carros, con parlantes, que llevan virgencitas en sus manos y remeras, que incluso caminan con cochecitos de bebés. Una de estas escenas es la que protagoniza Héctor, que había partido desde el barrio Néstor Kirchner para decirle gracias a María por las bendiciones del 2024.
“Caminamos entre cinco y seis horas desde hace siete años para no dejar de agradecer a la Virgen del Valle por las cosas buenas y malas, porque de todo se aprende”, refiere junto a su familia. Se trata de otra prueba de que la fe mariana agradece cada año las bendiciones y las lecciones, siempre cobijados bajo en el manto celeste de la virgen morenita a la que tantos fieles veneran.