“Acabo de cantarles una zamba que es el homenaje al hombre que trabaja en mi provincia, en la caña de azúcar. Al obrero, a los que trabajan en el surco”. Se consume el 16 de febrero de 1974 y el escenario del Tawn Hall de Manhattan es absoluta propiedad de Mercedes Sosa. El teatro se ha colmado para verla y escucharla cantando por primera vez en Estados Unidos. Pero ese concierto extraordinario, del que apenas se recogían relatos y una que otra fotografía, vuelve a nosotros en la máxima plenitud. En audio, en imágenes, en emociones.
“Mercedes Sosa, Nueva York, 1974” es, a no dudarlo, uno de los grandes lanzamientos en el cierre del año. Un inmejorable regalo navideño editado en CD y en vinilo -y subido a las plataformas, por supuesto-, acompañado por un minidocumental necesario para comprender los cómo, los cuándo, los por qué y el legado de un show histórico. Y con otra pata tucumana en el proceso creativo, a partir del diseño de Alejandro Ros.
Y hay más, mucho más. Está subida a YouTube la actuación completa, extendida durante cerca de 80 minutos y a lo largo de 19 canciones. Es sólo una cámara la que captura el momento, evidentemente ubicada en uno de los palcos superiores, en un blanco y negro que se difumina cada vez que ensaya un zoom sobre la figura de “La Negra”.
La puesta es Mercedes Sosa de punta a punta: ella, la silla, el bombo. A su derecha puntea deliciosamente la guitarra el mendocino Santiago “Pepete” Bértiz, quien fallecería no mucho después, en 1978. No hacía falta más. Como apunta Teresa Parodi en el documental: “el ritual consistía en sentarse, agacharse junto al micrófono mientras el pelo le cubría la cara... Y cuando empezaba a cantar terminaba todo”. Porque puede que la calidad de la imagen diste de un HD, pero el sonido todo lo compensa.
A voz en cuello
“And now, from Tucumán, Argentina... ¡Mercedes Sosa!”, exclama el presentador, y ahí nomás arrancan con “La pobrecita”. El repertorio es excepcional, un viaje colmado de clásicos. Nada mejor que detallar el setlist que ella desgranó a continuación, de los mejores de su carrera, lo que es mucho decir:
- “Si un hijo quieren de mí”
- “Duerme negrito”
- “El Manco Arana
- “Triunfo agrario”
- “Si se calla el cantor”
- “Te recuerdo Amanda”
- “Corazón”
- “Al Jardín de la República”
- “Los hermanos”
- “A mi hermano Miguel”
- “Gracias a la vida”
- “Balderrama”
- “Plegaria a un labrador”
- “Acércate cholito”
- “Hasta la victoria”
- “Canción con todos”
- “Cuando tenga la tierra”
- “Alfonsina y el mar”
El contenido de las canciones elegidas, todo un símbolo de la agitación política y social en aquella América latina de los 70, se extendió al discurso de la cantora. Sobre todo cuando reivindicó la figura de Víctor Jara, asesinado pocos meses antes en el campo de concentración montado por la dictadura de Augusto Pinochet en el estadio Nacional de Santiago de Chile.
Ese clima de época enmarcó el show y así lo revelan en el documental los productores Pedro Pujó y Jorge Pardo. “Había gente saboteando el espectáculo, pintadas que decían ‘fuera bolches’ -recuerdan-. Gente que fue a anotar nombres y documentos, y eso quedó asentado en el consulado argentino”. Gobernaba el país Juan Domingo Perón, ya con la salud en irreversible declive. Moriría poco después y la Argentina se sumiría en una oscuridad que, en el caso de Mercedes Sosa, implicó el exilio.
La organización del show se hizo a nombre del Centro Argentino de Información y Difusión Cultural de Manhattan, el rótulo que adoptaron Pujó y Pardo para enmarcar una iniciativa encarada con lo justo. “Trabajábamos en la libreria Latin American Books, inaugurada por Jorge Luis Borges en 1969 -relatan-. El prespuesto apenas alcanzaba para el alquiler de la sala y algunos gastos de Mercedes, que se alojó en un hotel muy humilde. Fijamos los precios de las entradas en 9 y 7 dólares y el teatro se llenó. La gente zapateaba y cantaba a lo loco”.
En detalle
Sony Music encaró el proyecto con el respaldo de la Fundación Mercedes Sosa, bajo la licencia de Agustín y Araceli Matus, herederos de la tucumana. Patricio Claypole, encargado de restaurar y digitalizar las cintas de audio, confiesa el impacto que le produjo escuchar la voz de la cantora en ese soporte “puro y analógico” cuando la reprodujo por primera vez. Y Fernando Travi, de Sony, explica que a las cintas de video las mandaron a digitalizar en Indiana (EEUU). “Nos dijeron que fue justo a tiempo, porque estaban a punto de no ser recuperables”, comentó.
Vale la pena prestarles atención en el documental a las voces de Abel Pintos, Víctor Heredia, Teresa Parodi y Soledad Pastorutti. Transmiten admiración, pero también un acertado análisis de lo que Mercedes Sosa representa en el mapa cultural argentino. Como advirtió el periodista Gabriel Plaza -encargado de la presentación oficial del material-: “es uno de los mejores discos que han salido y un registro sonoro de una época de utopías”.