Un informe elaborado por los técnicos de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc) Juan Fernández de Ullivarri -sección Agronomía de Caña de Azúcar- y Javier Carreras Baldrés -Sensores Remotos y Sistemas de Información Geográfica (SIG)- detalla cómo, aun con las intensas heladas de julio, la superficie quemada de cañaverales este año fue significativamente menor al promedio histórico.
Durante el mes de julio, una serie de heladas intensas afectó la gran mayoría de los cañaverales de la provincia, dejando los campos en un estado crítico de combustibilidad. Esta situación generó condiciones climáticas ideales para la propagación de incendios. Sin embargo, contra todos los pronósticos, la superficie afectada por la quema de caña fue considerablemente menor que el promedio histórico y marcó un punto de inflexión en la lucha contra este problema.
En nuestra provincia, la quema de cañaverales está estrechamente ligada a las condiciones meteorológicas. Años con inviernos de heladas severas y otoños secos suelen derivar en un aumento significativo de los incendios.
Esto ocurre porque el frío extremo seca rápidamente la vegetación, dejando tanto los cañaverales como las áreas circundantes en un estado de alta combustibilidad. Bajo estas circunstancias, cualquier foco de fuego, ya sea accidental o intencional, puede propagarse con rapidez y generar graves daños. Debido a este motivo, resultaba lógico anticipar que 2024 sería un año complicado en términos de incendios en cañaverales. Sin embargo, las cifras muestran lo contrario.
La superficie afectada por la quema rondó las 54.000 hectáreas, lo que representa un 18,3% de los campos cultivados con caña de azúcar en la provincia. Este registro no solo es el más bajo en años con condiciones climáticas predisponentes, sino que también se ubica por debajo del promedio de los últimos 10 años, que alcanza las 67.840 hectáreas, de acuerdo a datos de la sección Sensores Remotos y SIG de la Eeaoc.
La clave del éxito
La notable disminución de la quema de caña en un año con condiciones adversas puede atribuirse a la creciente concientización tanto de la sociedad como de los productores de caña de azúcar. Estos últimos han tomado medidas preventivas rigurosas para proteger sus campos. Entre ellas, la limpieza de banquinas, de callejones y de alambrados, así como la creación de cortafuegos efectivos. Estas acciones han resultado fundamentales para evitar que los incendios, intencionales o accidentales, afecten grandes extensiones de cañaverales.
Un elemento destacado en este esfuerzo es la certificación bajo la norma Localg.a.p. “Caña de azúcar sin uso del fuego”. Durante 2024, más de 59.000 hectáreas de caña fueron certificadas con esta norma. Esta certificación, que exige a los productores implementar estrictos protocolos de prevención y capacitación en manejo de incendios, ha demostrado ser una herramienta eficaz para reducir los riesgos.
Es importante resaltar que esta fue la primera vez, desde que comenzó este programa de certificación en 2014, que la superficie certificada superó a la superficie quemada en un año con condiciones climáticas predisponentes.
Educación
La lucha contra la quema de cañaverales también ha encontrado un aliado en la educación. Durante 2024, la Mesa de Gestión Ambiental, en conjunto con el Ministerio de Educación y con la Escuela Itinerante de Educación Ambiental, impulsaron una serie de capacitaciones dirigidas a docentes de toda la provincia.
Estas iniciativas perseguían el objetivo de sensibilizar a la comunidad educativa sobre las implicancias de la quema y de promover la adopción de acciones preventivas desde los hogares y desde las escuelas.
Mediante estas actividades, se busca generar un cambio cultural que permita a las futuras generaciones comprender la importancia de proteger el medio ambiente y adoptar prácticas sostenibles en el manejo de los recursos naturales.
Un futuro libre de quema
El ejemplo del corriente año demuestra que la concientización, la prevención y la educación son pilares fundamentales para enfrentar el problema de la quema de cañaverales. Si bien queda mucho por hacer, los avances logrados este año resultan alentadores y sientan las bases para seguir disminuyendo las cifras año tras año.
La clave del éxito radica en la colaboración de todos los actores involucrados: productores, instituciones gubernamentales, organizaciones civiles y la sociedad en general. Mientras más hectáreas sean certificadas y más personas estén conscientes de las medidas preventivas, menor será el impacto de los incendios en la provincia.
El desafío ahora es mantener el impulso y redoblar esfuerzos para que, en un futuro no muy lejano, la quema de caña de azúcar deje de ser un problema recurrente y se convierta en un capítulo superado en la historia agrícola y ambiental de nuestra provincia.