Ahí va Franco Colapinto, el orgullo herido por un nuevo bombazo al frágil Williams. Larga desde los boxes, sin poder calentar neumáticos en una vuelta previa, sin poder sacarse la tensión precarrera en ese ratito de aceleración contenida, previo a las casi dos horas que le esperan en el circo y con los leones acechándolo.
Ahí va Colapinto. ¿Qué pasa por la cabeza de un piloto en apenas su séptima carrera en la “Máxima”, en su primera vez en un circuito urbano que más parece una plaza de rodeos, por la suciedad, ante una multitud rugiente acostumbrada no sólo a esperar maniobras de doctorado al volante sino también choques o despistes espectaculares?
El piloto de 21 años va sereno, pero con medida agresividad por el momento. ¿Podrá dominar los pequeños monstruos mentales que se crean en cualquier deportista cuando se viene de varios golpes? ¿Será tan atrevido como para intentar lograr otra actuación de calidad con una nave herida, parchada y reparchada?
Ahí va Colapinto. Pasa del fondo del pelotón a un impensado mano a mano con campeones y experimentados, consecuencia de una rápida degradación de neumáticos en los bólidos de sus rivales. Y les ofrece pelea, claro que sí, aunque su Williams sea un Fiat 600 en un mano a mano con un puñado de Lamborghinis.
Es bravo el chico, no se achica. Va más rápido en su cabeza que en el auto, no le amedrentan ni su pasado reciente de varios golpes contra los muros, ni su inexperiencia, ni el qué dirán si las cosas se vuelven a complicar.
Al final de la carrera en Las Vegas, hay que decir que fue bueno lo de Colapinto. Valió el madrugón para verlo correr. Valió sentir que en él se resumen el sentimiento, los sueños, la actitud, la valentía, de cientos de miles de jóvenes. La que vale es esa, ir para adelante. Y aprender mientras tanto.
Y miren que hay que saber sobreponerse a las dificultades cuando hay tanta mala onda envolviéndolo todo. Les (nos) pasa a todos. Si fuera fácil, cualquiera sería piloto de F-1. Pero no, hoy sólo son 20 titulares. Y Franco es uno de ellos. Y se la banca. Por eso despierta tanta expectativa. Porque podría haber hecho de su experiencia de nueve carreras una especulación. En su caso, nada que ver. Mostró agallas y velocidad. Tiene futuro, y de eso saben los que saben en la categoría.
A Colapinto le quedan dos carreras, al menos. Que se va a seguir equivocando, que lo den por hecho. Es el riesgo que corre todo aquel que hace y no se queda en actitud pasiva. Pero también que se entienda que el chico tiene más para dar, aunque no lo ayude el medio mecánico. Tiene esa aureola que envuelve a aquellos con potencial destino de grandeza. Sí, así como se lee. Sólo hay que darle tiempo al tiempo.