"Cada día limpio es una victoria": un adicto en recuperación, hincha de San Martín, cuenta cómo el fanatismo lo ayudó

"Cada día limpio es una victoria": un adicto en recuperación, hincha de San Martín, cuenta cómo el fanatismo lo ayudó

Luis López Mendoza dejó atrás días grises y hoy viaja en familia siguiendo un amor que para él no tiene límites.

UNA FIJA. Luis, su hijo Jonás y su esposa Micaela intentan estar presentes en cada cancha en la que juega San Martín. UNA FIJA. Luis, su hijo Jonás y su esposa Micaela intentan estar presentes en cada cancha en la que juega San Martín.

Luis López Mendoza siempre supo que su vida estaría ligada a San Martín de Tucumán, pero nunca imaginó que su verdadera batalla no sería en una cancha sino en su interior. Las adicciones lo atraparon desde muy joven y, durante años, lo alejaron de lo que más amaba: su familia y el fútbol. Sin embargo fue su hijo Jonás, de ocho años, y su esposa, Micaela Raflo, quienes le dieron fuerzas para cambiar su historia.

“Cuando vi a mi hijo crecer, entendí que no quería que él siguiera mi ejemplo. No quería que me recordara perdido, atrapado. Tenía que demostrarle que el cambio era posible”, dice "Luizito", como lo conocen en los pasillos de La Ciudadela, con la voz firme y emocionada. Eso sí, el camino no fue sencillo. “El peor momento de un adicto es cuando piensa que tiene todo bajo control. Ahí es cuando realmente estás perdido. La droga te hace sentir invencible, pero te va quitando todo lentamente sin que te des cuenta”, agrega.

El empujón definitivo para cambiar llegó de la mano de Micaela, su compañera de vida y su amor desde hace una década. “Nos conocimos en la tribuna de calle Rondeau. Recuerdo que le dije, ‘si San Martín mete un gol, te doy un beso’. Y claro, el gol llegó, y desde entonces no nos separamos”, asegura con una sonrisa. Justamente fue Micaela quien lo convenció de buscar ayuda profesional. “Me dijo que esto no podía seguir así y por ella fui al psiquiatra. Fue el mejor consejo que recibí. Me hizo entender que no estaba solo, que tenía un motivo más grande que cualquier excusa para salir adelante".

Así, Luis aceptó internarse en una clínica durante 60 días, un tiempo que describió como el más difícil de su vida. “Estar lejos de mi familia fue muy duro, pero lo hice por ellos. Sabía que si no lo hacía los perdía. En ese lugar me di cuenta de que la droga me había robado hasta el alma. Ahí entendí que la adicción no era mi vida; era una enfermedad que podía superar”, dice con firmeza el fanático "santo". Si bien López Mendoza salió de la internación decidido a cambiar, sabía que el camino iba a ser largo. “Dejar las drogas fue solo el primer paso. También tuve que dejar el alcohol porque me di cuenta de que era otra adicción que me estaba afectando”, advierte.

AMOR INCONDICIONAL. AMOR INCONDICIONAL.

Y mientras seguía adelante con la recuperación encontró refugio en el fútbol y en los viajes para seguir a San Martín. “El club estuvo presente en mi vida, incluso en mis peores momentos. Pero antes llegaba a la cancha destruido, no podía disfrutar nada. Ahora lo vivo de otra manera; me levanto temprano, llevo a mi hijo conmigo, compartimos los viajes y disfruto cada instante. Ya no necesito consumir para ser feliz”, asegura con orgullo antes de contar detalles de uno de los momentos más difíciles de su vida: cuando debió cerrar su bar temático ‘Cultura Ciruja’, un espacio que había creado con mucho esfuerzo, pero que se había convertido en un peligro para su salud.

“No podía seguir ahí. Era un lugar que me ponía muy cerca de lo que me dañaba. Fue una decisión dolorosa, pero necesaria. Me dije. ‘si de verdad quiero estar limpio, tengo que alejarme de todo lo que me hace daño’. Y eso incluía el bar. Mi familia siempre me apoyó, aunque fue un golpe para todos”, apunta.

San Martín es uno de los sentidos en la vida de López Mendoza

Hoy Luis vive cada momento con intensidad, acompañado siempre de Jonás y de Micaela. “Mi hijo nació con los colores del club. A los 10 días ya estaba en la cancha y desde entonces viajó conmigo a todas partes; Córdoba, Santa Fe, Catamarca, La Rioja, Buenos Aires. Quiero que tenga esos recuerdos, que sepa que lo importante no es ganar o perder, sino compartir en familia. Quiero que él mire hacia atrás y diga, ‘mi papá estuvo ahí siempre’”.

Uno de los viajes más significativos para él, además de la final contra Aldosivi en Rosario, fue a la Isla Maciel para ver al equipo de Diego Flores contra San Telmo. “Los taxistas se negaron a llevarnos y cruzamos el puente caminando. En esa zona hay que ser respetuoso por lo peligroso que es. No hay que llevar camisetas ni gritar los goles. Pero yo iba con fe y con mi familia nos hicimos amigos de la gente de San Telmo. Ganamos ese partido y fue como si el fútbol me devolviera algo de lo que había perdido. Fue un momento mágico porque mi hijo estaba conmigo y me abrazó como si hubiera ganado un campeonato”, dice emocionado, dejando en claro que ya está armando el viaje para ver la “semi” de ida contra Gimnasia de Mendoza.

Luis también encontró en el arte una forma de devolverle algo a San Martín. Como aerógrafo, colaboró en la creación del famoso telón de La Ciudadela y en otros murales en el barrio. “Pintar para San Martín es mi manera de agradecer. Este club me dio muchas cosas; sobre todo fuerzas para cambiar. Ahora quiero que mi hijo vea en mí a alguien que no se rinde, que siempre encuentra una forma de salir adelante", dice.

Si bien actualmente lleva más de un año "limpio", no olvida de que la recuperación es un proceso constante. “Esto es un trabajo diario. Cada día es una nueva oportunidad para mejorar. La tentación siempre está, hasta en los sueños. Pero miro a mi hijo, a mi mujer y sé que no puedo fallarles. Es un esfuerzo enorme, pero cada día 'limpio' es una victoria”, remata. “La clave para alejarse de las adicciones está en aceptar que necesitas ayuda y en rodearte de personas que realmente quieren verte bien. Yo me apoyé en mi familia, en los grupos de autoayuda y en Dios. Todo eso junto me dio la fuerza para mantenerme firme".

“El fútbol me ayudó a encontrar mi camino, pero lo que realmente me sostiene es mi familia. Ellos son mi motor. Ahora sé que puedo enfrentar cualquier cosa porque no estoy solo”, concluye Mendoza que es, ante todo, un ejemplo de resiliencia y amor. Su historia no sólo inspira, sino que demuestra que, con apoyo y voluntad, siempre es posible comenzar de nuevo.

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