Las pizarras de las carnicerías muestran el signo de estos tiempos: la baja del consumo de carne vacuna lleva a los propietarios a aplicar estrategias para sostener las ventas. Según la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados (Ciccra), el consumo de carne vacuna se derrumbó a niveles históricos y ya es el peor de los últimos 28 años, con un promedio anual de 47,2 kilos por habitante. Lo confirma Hugo Benejam, de la Cámara de Frigoríficos de la región. “Hasta el año pasado se consumían a razón de 52 kilos per cápita por año y hoy estamos en esta situación”, dice.
El empresario señala que es probable que en estos días se incremente el precio de la hacienda en pie, pero advierte que a los comerciantes les resulta difícil trasladar el mayor costo al precio final al consumidor. “En general, el cliente ya no te pide un kilo de tal o cual corte; se resintió esa compra y ahora te solicita $ 2.000 de tal carne o $ 4.000 de tal otra”, indica. A esto se suma el consumo estacional de algunos cortes. Por ejemplo, en la previa de las Fiestas de Fin de Año, los clientes tratan de ganarle a la inflación comprando una pieza de peceto, pero cuando miran el precio (el kilo está entre $ 10.500 y $ 12.000) se inclinan por el trasjamón, que puede costar entre $ 7.500 y $ 8.500 el kilo. Lo mismo pasa con el matambre, otro de los cortes típicos para pasar las fiestas.
Según el relevamiento de precios minoristas que realiza el Instituto de la Promoción de la Carne Vacuna Argentina (Ipcva), tanto la carne vacuna como la porcina y la aviar en los últimos 12 meses registraron subas de precio inferiores a la inflación. El precio del pollo y del pechito de cerdo tuvieron una variación interanual del 176% y 173% respectivamente, mientras que el precio promedio de los distintos cortes de carne vacuna alcanzó el 149% interanual, con apenas un 33% en los primeros 10 meses de este año, indica un reporte de Rosgan, un mercado ganadero de Rosario. Sucede que, ante este escenario de bolsillos ajustados, el consumo tiende reemplazar alimentos por sustitutos de menor valor. Esto es precisamente lo que se viene observando en el consumo de carnes, donde la relación de compra entre un kilo de asado y un kilo de pollo es casi 3 a 1 mientras que la relación contra el pechito de cerdo fluctúa en torno a 1,5 kilo. Por lo tanto, a pesar de ser la proteína cuyo precio se encuentra más atrasado contra inflación, la carne vacuna es la que mayor caída presenta en términos de consumo aparente en el último año.
La caída
De acuerdo con los datos publicados por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación, el consumo de carne vacuna cayó en los primeros nueve meses del año a un promedio de 47,3 kilos per cápita, lo que representa más de un 11% de caída en relación igual fecha de 2023, contra un consumo de pollo se en igual período se contrajo en menos de un 2% y un consumo de cerdo que en este contexto se sostuvo, marcando incluso un ligero crecimiento.
No obstante, al analizar datos de consumo aparente en productos como la carne en los que la distribución y venta en el mercado local que realiza mayormente en fresco, es preciso tener presente que los volúmenes que absorbe el consumo se encuentran más relacionados con el nivel de oferta disponible que con el nivel de demanda, indica el informe de Rosgan. En tanto que, las preferencias de los consumidores o el nivel de demanda se ve reflejado en el nivel de precios que están dispuestos a pagar los compradores por determinado nivel de oferta que se vuelca al mercado. Según Rosgan, el ajuste del precio de la carne puede darse por dos vías, o por una mejora sustancial de la capacidad de compra del consumidor local, responsable de más del 70% de la demanda total de carne, o bien por una contracción significativa del nivel de oferta disponible. Esta segunda variable es muy poco factible que se observe de aquí fin de año dado el elevado nivel de ocupación que aun presentan los feedlots sumado a la importante recomposición de los sistemas pastoriles.